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La Sombra Del Olvido

La Sombra Del Olvido

Status: En proceso
Genre:Casos sin resolver
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Camila Vegas

En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.

NovelToon tiene autorización de Camila Vegas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8: Un Eco en la Luz

San Everardo había cambiado. El pueblo ya no era un lugar de miradas esquivas y puertas cerradas al caer la noche. Las casas, que solían oscurecerse al primer atisbo de la puesta de sol, ahora se mantenían abiertas un poco más, y los niños corrían por las calles empedradas sin la sombra del miedo acechando a sus espaldas. La vida regresaba a cada rincón, y el claro en el bosque se había convertido en un símbolo de esperanza.

Clara, sin embargo, aún sentía que algo permanecía pendiente. La paz que había traído al pueblo no había llenado por completo el vacío que la pérdida de Sofía había dejado en su corazón. Durante las noches, cuando el murmullo del viento soplaba a través de las ramas, Clara a menudo se despertaba con la sensación de que alguien la llamaba desde el borde de sus sueños, un eco lejano que no lograba alcanzar.

Un día, al atardecer, decidió visitar el claro una vez más. Llevaba consigo los fragmentos del amuleto, guardados con cuidado en un pequeño cofre de madera. Sentía que ese lugar era el único donde podía escuchar a su hermana, aunque fuera en la forma de un susurro que el viento traía. Al llegar, se arrodilló junto al árbol donde había enfrentado a la sombra y colocó los pedazos de la piedra en el suelo, formando el antiguo símbolo que la sombra había destruido.

El sol se deslizaba detrás de las montañas, proyectando sombras largas y cálidas sobre la hierba. Clara cerró los ojos y dejó que la brisa acariciara su rostro, sintiendo cómo el aire frío le refrescaba la piel. Se concentró en el recuerdo de Sofía, en sus risas, en las aventuras que habían compartido cuando eran niñas, antes de que la sombra se llevara todo eso.

De repente, la brisa se detuvo, y una quietud pesada cayó sobre el claro. Clara abrió los ojos y se quedó sin aliento al ver que una figura se formaba delante de ella, una figura que parecía surgir de la luz del crepúsculo. Era Sofía, o al menos algo que se parecía a ella. Su forma era difusa, casi translúcida, pero su rostro era inconfundible, iluminado por una sonrisa que Clara no había visto en años.

—Sofía... —susurró Clara, sintiendo cómo las lágrimas nublaban su visión—. ¿Eres tú?

La figura asintió, su sonrisa llena de ternura. Aunque su voz parecía un eco distante, Clara la escuchó con claridad en su mente.

—He venido a despedirme, Clara. Ahora que el ciclo ha sido roto, puedo partir de verdad. Pero no podía hacerlo sin verte una última vez.

Clara sintió que su corazón se desgarraba, y al mismo tiempo, una sensación de paz la invadía. Se inclinó hacia adelante, extendiendo una mano como si pudiera tocar la forma etérea de su hermana.

—No quiero que te vayas —dijo, su voz quebrada—. No después de haber luchado tanto para liberarte.

Sofía la miró con una tristeza suave, pero su sonrisa no se desvaneció.

—Ya no estoy atada aquí, Clara. Mi tiempo terminó hace mucho. Ahora tú debes vivir, debes encontrar tu propio camino, sin la sombra de lo que ocurrió. Lo que hiciste, lo hiciste por amor, y eso nunca se perderá. Pero debes dejarme ir.

Clara apretó los labios, luchando contra las lágrimas, y asintió con la cabeza. Sabía que Sofía tenía razón, aunque el dolor de la despedida la quemara por dentro. Por un instante, recordó la última vez que la vio antes de su desaparición, el miedo en sus ojos y la promesa de que siempre estarían juntas. Pero ahora, entendía que cumplir esa promesa significaba aceptar la separación, permitir que ambas encontraran paz.

—Te quiero, Sofía. Siempre te querré —murmuró Clara—. Y nunca te olvidaré.

La figura de Sofía asintió y, por un instante, pareció más sólida, más real. Se inclinó hacia adelante y tocó suavemente la mejilla de Clara con una caricia que ella sintió como un soplo de aire frío y cálido a la vez.

—Yo también te quiero, Clara. Gracias por liberarme.

La luz que envolvía a Sofía se intensificó, volviéndose más brillante que el sol poniente, y su figura comenzó a desvanecerse. Clara cerró los ojos, permitiendo que el resplandor la envolviera, y sintió una paz profunda al escuchar el último susurro de su hermana mezclarse con el viento:

*"Vive, Clara. Vive por las dos."*

Cuando abrió los ojos de nuevo, el claro estaba vacío, iluminado solo por las últimas luces del atardecer. Clara sintió el peso de la soledad en su pecho, pero también una ligereza, como si un nudo que había estado apretando su corazón se hubiera deshecho. Se levantó lentamente, recogiendo los fragmentos del amuleto, y esta vez los guardó con una sonrisa serena.

Esa noche, Clara regresó a San Everardo con la certeza de que había dicho adiós a su hermana de la manera en que ambas necesitaban. Por primera vez desde la desaparición de Sofía, durmió profundamente, sin sueños perturbadores, y despertó con el primer rayo de sol que se filtraba por la ventana.

Con el paso de los días, Clara se dedicó a ayudar a los habitantes del pueblo a reconstruir su vida, a descubrir cómo prosperar sin el miedo constante de la sombra. Organizó reuniones en el claro, donde las personas compartían historias de sus seres queridos y hablaban de las visiones que habían tenido. Algunos, inspirados por su valentía, se unieron a ella en el esfuerzo de transformar San Everardo en un lugar de encuentro y de memoria, donde las sombras del pasado ya no serían una carga.

El claro, antes un sitio de temor, se convirtió en un santuario. Allí, se plantaron árboles en memoria de aquellos que la sombra había tomado, y cada año, en el aniversario de la ruptura del ciclo, el pueblo se reunía para encender luces que brillaban entre las ramas, como estrellas que guiarían a los que habían partido.

Clara, en esos momentos, miraba al cielo y sentía que, de alguna manera, Sofía también estaba presente, sonriendo entre las hojas que se mecían suavemente con la brisa. Sabía que la sombra había desaparecido para siempre, pero que la memoria de lo que había sucedido nunca se desvanecería.

Y así, San Everardo, con la ayuda de Clara y los demás, floreció en un lugar donde la luz y la sombra cohabitaban, pero en equilibrio. Donde las historias de terror daban paso a leyendas de valentía y donde el bosque, una vez aterrador, era ahora un recordatorio de lo que significa enfrentarse al miedo y encontrar la paz.

El ciclo había sido roto, pero la historia continuaba, tejida en la vida de aquellos que sobrevivieron y en la memoria de quienes nunca serían olvidados. Y Clara, mirando hacia el futuro, supo que Sofía, de alguna manera, había cumplido su promesa: ambas estaban juntas, no en cuerpo, pero sí en espíritu, en cada nueva esperanza que nacía con el amanecer.

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Francia Silva de Luna
Excelente
Aurora Liand
Excelente historia ❤️
karen B: Gracias 🙂
total 1 replies
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