Se supone que enamorarse te lleva a las nubes, pero Ariel no tiene experiencia en ese tema. ¿Qué debes hacer cuando tienes pretendientes que quieren conquistar tu corazón? ¿Cómo debes reaccionar cuando uno de ellos te rompe el corazón? Ariel tendrá que explorar su corazón romántico para poder tener su primer romance de verdad y así lograr ser feliz de verdad.
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PARA SER FELIZ
...Una semana después......
—¿Cómo iras vestida al baile de los Bonanza? —Jimena le pregunta a Carla.
—Llevaré mi vestido rojo. ¿Y tú?
—Aún no lo decido, pero tengo ganas de llevar accesorios. ¿Y si pasamos a comprar algunos en la tienda de Germán? —Sugiere Jimena.
—Va. La idea me agrada. No tienes prisa, ¿verdad? —Carla se dirige a mí.
—No. No tengo prisa. Las acompañaré a comprar sus accesorios para el baile.
—¡Qué buena onda eres! Me da mucho gusto de tenerte como mi hermano menor —dice Jimena.
La tienda de Germán estaba justo a un costado de nosotros. Vi un puesto de papas fritas y se me antojaron unas.
—¡Adelántense! Iré a comprar unas papas fritas en lo que se toman su tiempo de elegir —les informo.
Llego al puesto de botanas y pido una bolsa de papas naturales. Le pido que le pongan salsa casera, jugo de limón y sal. ¡Se me derrite la boca de antojo! Le pago al vendedor y me alejo del puesto con la cara iluminada. ¡Qué nunca falte la botana en mi boca!
Introduzco una papa en mi boca y el sabor se esparce por toda mi lengua. Pica. Es ácido. ¡Delicioso!
—¡Disculpa! —Escucho que alguien dice, pero no soy capaz de voltear—. ¡Señorito! ¡Disculpe!
Siento su mano sobre mi hombro y eso hace que me detenga en seco, con una fritura en mi boca. Giro lentamente hasta quedar frente a él. ¡Es un oficial!
—¿Pasa algo? —Me animo a preguntarle.
—Sí. Se te cayó este billete —dice y me ofrece un billete de cien pesos.
—¡Muchas gracias! Qué amable, déjeme revisar si de verdad es mío.
—Es tuyo. Yo miré cuando se te cayó mientras pagabas al señor de las botanas.
Decidí confiar en él y acepte el billete.
—¡Muchas gracias!
—Estoy para servirte.
Sonrío ligeramente.
—¡Adiós! —Me despido.
—¿Vas a tu casa?
—No. Estoy esperando a que mis hermanas terminen de comprar algunas cosas.
—Entonces no andas solo.
—No, no estoy solo.
—Bueno, pensaba hacerte compañía si no te molesta.
—¿Hacerme compañía?
—Por si te vuelve a suceder que pierdes billetes —él parece ser un oficial amable. Nunca lo había visto por este rumbo.
Esta vez, percibí una sonrisa en el rostro del oficial.
—No se preocupe, no volverá a sucederme.
—Espero que no te vuelva a suceder. ¿Cuál es tu nombre?
—¿Mi nombre?
—Sí. Es que recién acabo de llegar a San Francisco y eres la primera persona con la que me topo esta mañana —en su espalda carga una mochila grande—. Mi nombre es Rodrigo.
Estrecha su mano hacia mí como gesto de cordialidad.
—Yo me llamo Ariel.
—¡Gusto en conocerte, Ariel!
—Claro, lo mismo digo.
Me doy cuenta de que una camioneta se estaciona justo a un lado de nosotros, los vidrios polarizados y el color negro intenso. La ventanilla del copiloto se baja.
—¡Ariel! —Llama mi nombre.
Sonrío ampliamente.
—Hola Héctor.
—¿Qué haces?
—Estoy esperando a que mis hermanas terminen de comprar accesorios para el baile de esta noche.
—¿Tú ya estás listo para el baile?
Por supuesto que Rodrigo paso a segundo término.
—Algo así.
Sonríe.
—Si quieres, puedo llevarlos de regreso a tu casa —ofrece él.
—Muchas gracias, pero no sé si mis hermanas...
—¡Ariel! Mira lo que compramos —Jimena se acerca con mucha emoción a mí y me enseña unos aretes con piedras turquesas. ¡Están bellísimos!
—Héctor, ¿piensas raptar a mi hermano? —Carla es atrevida con su pregunta.
—No, bueno, no. Si ya terminaron, puedo llevarlos a su casa —informa él.
—Sí, qué amable eres Héctor —dice Carla.
Ellas suben a la cabina trasera sin dudar ni un segundo. Rodrigo estaba observando con atención la escena.
—Tengo que irme, me ha dado gusto poder conocerlo —digo con sinceridad.
—También me ha dado gusto conocerte.
—No sé si nos volvamos a ver, pero deseo que tenga buena estadía en San Francisco.
Sonríe.
—Yo creo que sí volveremos a vernos. No te preocupes por eso.
Subo a la camioneta en el asiento de copiloto y Héctor comienza a conducir.
—Así que estaban comprando joyería para lucir en el baile —les dice a mis hermanas.
—Sí, es que queremos vernos guapas —Carla es la primera en hablar.
—Escuche que Marcos irá al baile y quiero que se enamore más de mí, por eso compre accesorios, quiero capturar su atención con mi precioso outfit de fiesta —refiere Jimena.
—Por cierto Ariel, antes de que lleguemos a casa debes saber algo —dice Carla.
—¿Qué debo saber?
—Mamá me hablo y me dijo que tendremos un huésped en la casa.
—¿Un huésped?
—Sí.
—¿Y quién será el huésped?
—Se trata de nuestro primo Hiram.
—Él no es nuestro primo —repone Jimena.
—Bueno, no somos primos de sangre, pero si somos primos —le dice Carla.
—¿Y por qué son primos? —Héctor tiene curiosidad.
—Lo que pasa es que mi tío Mauro se casó con una mujer divorciada y pues obvio que ella ya tenía un hijo. Hiram es el hijastro de mi tío, por eso es como si fuera nuestro primo, aunque no llevamos la misma sangre —le explica Carla.
—Entiendo —Héctor es breve en su respuesta.
Me gusta ver como sus manos se aferran a volante y él descubre que lo observo en silencio. Durante unos segundos, se gira a mirarme y sonríe ampliamente. ¡Me gusta su gesto!
—Y entonces, querido señorito Ariel, tú recibirás al huésped en tu habitación —termina de informar Carla.
...🩵🩵🩵...
Parece examinar a detalle mi habitación. Examina la zona de mi muro donde está un collage de fotos estilo vintage de cosas que me parecen bellas.
—Bueno, lo que necesites, puedes decirme con confianza —le hago saber.
—¡Muchas gracias por recibirme! —Dice Hiram.
—Ya sabes, es un gusto verte después de mucho tiempo. ¿Casi diez años?
—Sí, aún éramos niños. ¿Te acuerdas de que jugábamos a ser piratas?
Sus ojos están enfocados en mis pupilas y no puedo evitar sonreír a causa de los recuerdos.
—Sí. Seré sincero contigo, aún pareces un pirata.
—¿Neta?
Asiento, me acerco a él y con mi mano derecha tapo su ojo izquierdo.
—Con este parche, has vuelto a ser pirata.
Me siento feliz de volver a verlo y puedo notar la sonrisa en sus labios.
—Tendré que cortarte la mano para que ese parche sea mío —dice él.
Mi alarma de las cuatro de la tarde comienza a sonar.
—Tengo que bañarme, deberías alistar tu ropa para el baile.
—Sí, está bien. Tu padre fue gentil al prestarme un traje. No venía preparado con ropa elegante.
—Lo bueno que ambos tienen la misma talla.