Arráncame La Vida

—Bien chicos. Eso es todo por hoy. Nos vemos mañana —el profesor se estaba despidiendo de la clase.

El primer día había terminado.

Guardé mi cuaderno, acomodé mi pupitre y me puse de pie. Tenía la completa intención de salir corriendo de la escuela, no tenía ganas de ver cómo la gente me criticaba de forma explícita. ¡Que incomoda situación! Bruno me miraba con mucha atención, me había escrito muchos mensajes. ¡Necesitaba escuchar mi explicación! Que supuestamente necesitábamos hablar para que yo pudiera darle una explicación de lo que en realidad estaba pasando. ¡Ni siquiera tenía ganas de dar explicaciones! ¿Que caso tenia?

—Antes de que salgan corriendo, se me estaba pasando avisarles algo. Mañana será la inscripción para los talleres que tomarán durante todo el año. ¡No olviden visitar el tablero antes de irse hoy! —Terminó de añadir el profesor.

Agarré mi mochila y comencé a caminar hacia la salida. En el pasillo había una multitud de estudiantes y muchos de ellos me miraban, como si recordaran de forma fresca los detalles que pasaron en la cafetería durante el almuerzo. Y quienes no estuvieron allí, seguro que hasta este punto ya habían visto los videos de mi propuesta de noviazgo. ¡Un completo desastre!

—¿Por que no me hablas? —Preguntó Bruno jalándome del hombro.

Me detuve en seco.

—Es que no tengo ganas de hablar.

—Dan, no salgas con tus teatritos. Solo quiero que...

—¿Quieres saber la verdad?

Una sonrisa apareció en su rostro.

—¿De verdad estás de novio con el chico nuevo?

Y seguramente esa era la pregunta que todos los que vieron la escena, tenían en mente. ¿De verdad éramos novios?

—¿Tú que crees?

—En realidad...

Se quedó callado, negué suavemente.

—No vale la pena hablar de algo así. Mejor acompáñame a ver el tablero de los talleres. ¿Donde está Mari?

—Me dijo que sus padres pasarían por ella al terminar las clases. Creo que tenía un compromiso.

—De acuerdo.

La pizarra de los anuncios estaba rodeada de alumnos. ¿Que tomaría este año? ¿Qué taller podría elegir esta vez? Algo genial que me enseñó el verano pasado, es que siempre hay algo nuevo que puedes aprender. ¡Aprendí mucho en el campamento Jojutla!

—¿A cuál te inscribirás? —Bruno me miraba con curiosidad.

Hice un gesto pensativo sin dejar de mirar las posibilidades.

—Mari tomará costura, ¿verdad?

—La conoces perfectamente. Ella seguirá en ese taller.

En mi primer año estuve participando en el taller de pintura. Pintábamos cerámica y hacíamos una que otra manualidad con barro.

—Pues ya vi las opciones, mañana elegiré.

—¿Cual elegirás?

—¿Tú cuál elegirás?

—Yo te pregunté primero.

—Si, pero prefiero escuchar tu respuesta —le sonreí a mi amigo.

Su celular empezó a sonar. Era su madre, ya estaba frente a la escuela.

—¡Nos vemos mañana!

—¡Cuídate!

—¿Entonces no me vas a decir nada sobre el chico nuevo?

¿Que se supone que debía decir? ¡Todo era un chisme! No tenía caso perder el tiempo tratando de arreglar un problema romántico de adolescentes.

—La neta no. Te veré mañana.

Bruno echó a correr. Vi como subía al auto de su madre. Ahora me encontraba aparentemente solo. Empecé a caminar hacia la salida principal. Conecté los auriculares a mi celular y puse a sonar una canción de Birdy. La calle estaba un poco transitada y para poder volver a casa, yo debía tomar el autobús.

Justo cuando me detuve para poder cerciorarme si podía cruzar al otro lado, una moto se estacionó frente a mí obstruyendo mi camino. El chico se quitó el casco de color negro y una vez más, pude ver sus ojos.

—¿Te gusta escuchar música a volumen alto?

Félix me miraba con atención.

—Sí. ¡Me gustas!

—¿Te gusto?

—Perdón, aumente una s de más. Digo que me gusta escuchar música a volumen fuerte.

No pareció muy convencido con mi respuesta.

—¿Vas para tu casa?

—Sí. Estaba por ir a la estación del bus. ¿Y tú?

—Yo también voy para mi casa. ¿Quieres que te lleve?

Era chido que Félix tuviera una motocicleta. Viajar en moto ya no me parecía extraño, el año pasado viaje en motocicleta varias veces y fue una de las sensaciones más inolvidables de mi vida.

—¿Sabes donde vivo? —Enarque mis cejas.

—No vivimos muy lejos. Te dije que ya nos conocíamos.

—Pero yo no recuerdo haberte conocido. ¿Seguro de que no me estás tomando el pelo?

Movió lentamente su cabeza para negar.

—¡Yo te haré recordar!

Sin esperar mi respuesta, se quitó el casco, su cabello estaba alborotado y me colocó el protector. Sentí pesada la cabeza, pero me pareció muy gentil su gesto.

—Usa mi casco. Yo traeré uno extra mañana.

Se puso unas gafas oscuras.

—¿Mañana? —Pregunté un poco desconcertado.

—¡Por supuesto! Así los dos tendremos casco.

—Pero…

—Te llevaré a clases.

—¿Serás mi transporte escolar?

Noté una sonrisa en su rostro.

—Seré más que eso.

—¿Así?

—Claro. Ya verás.

—¿Ver qué?

—Sube, es hora de irnos.

Se acomodó, sus manos estaban bien aferradas al volante y no fue muy difícil subirme. Sin pena alguna pase mis brazos por su estómago y me aferré a su cuerpo cuando la velocidad aumentó.

¿Que era todo esto? ¿En realidad estaba pasando? Sentía que las cosas estaban dándose de forma intensa, que desde el último día del viaje escolar, todo se tornó confuso e increíble para mi alma. ¿Que fue lo que causó tal desequilibrio? ¡Luego te lo contaré!

Me sorprendió mucho que Félix supiera la dirección de mi casa. Se detuvo frente al portón de madera, me baje rápidamente y le entregué el casco.

—¡Gracias por traerme!

—No agradezcas. Es lo bueno de que vivimos cerca.

Eso despertó más mi curiosidad.

—Félix.

—¿Si?

—¿Como es que me conoces? La verdad es que todo el día estuve tratando de recordar, hice memoria pero no logro ubicarte en ninguno de mis recuerdos. ¿Neta nos conocemos?

Su entrecejo se arrugo, era obvio que yo tenia curiosidad y tal vez, una mezcla de...

—¿Que harás esta tarde?

¿Estaba evadiendo la pregunta que le hice?

—Estar en casa. Tengo tarea.

—Eso no es cierto. El primer día de clases ningún maestro es capaz de dejar tarea.

Era cierto, todos siempre suelen presentarse y explican su plan de trabajo. En realidad tenía la tarde libre, claro, eso después de terminar con mis otros deberes.

—Bueno, pues en mi caso...

—Pasaré por ti a las cinco y media.

—¿Pasaras por mí?

—Aja.

—Ni siquiera te he dicho que estoy libre.

—¿Estarás ocupado a esa hora?

Hice un gesto pensativo.

—No.

—Pues ya está.

—¿A donde iremos?

Su ceja se movió de forma pícara.

—Te llevaré a un lugar donde podrás recordarme.