Lucia y Marcos viven en distintos continentes, un desamor los unió. Ahora habrá que ver si triunfa el amor pese a la diferencia de edad, la distancia y esa loca obsesión por querer ser solo amigos.
Puede aquellos sentimientos nacidos por el dolor, aguantar contra aquello que pueda derrumbar su relación...¿Aun si aquello implica también enfrentarse a la edad?
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Capítulo 6 (Marcos, 8 de noviembre)
Manuel y su esposa Margarita hacía años que trabajaban para la familia Aragón. Eran los encargados de mantener el lugar limpio y en orden cuando la familia se encontraba lejos y de atenderlos si estos decidían volver a Argentina por una temporada.
Marcos, aun en la biblioteca, volvió a tomar su móvil y les aviso que había vuelto.
-Necesito discreción, por el momento no deseo que nadie sepa de mi llegada- les dijo mientras hablaban.
Lo conocían desde que estaba en el vientre de su madre, lo habían visto crecer y hacerse hombre, sabían de lo sucedido en la vida de Marcos. Así que este no necesito decir mucho más.
-Mañana mismo estaremos a tu servicio- le respondió Manuel antes de cortar la comunicación.
Se recostó en el cómodo respaldo del sillón donde reposaba y contemplo perdidamente el cielorraso del lugar. La paz que buscaba tampoco estaba allí o al menos aun no la sentía. Se puso de pie y subió a su habitación. Una pequeña siesta le sentaría bien. El reloj daba las 10:30 de la mañana.
Se despertó y miro hacia la ventana de su cuarto, el sol ya estaba bajo. Habían pasado casi 9 horas. Hacía mucho que no dormía tanto de corrido.
Se sentó en la cama y tiro su cabello hacia atrás con ambas manos, quedando perdido en sus pensamientos por un momento. Tomo aire y se puso de pie.
-Esto no está bien- se dijo dirigiéndose al baño a tomar una ducha.
Necesitaba descargar y, correr siempre había sido su vía de escape.
La casona estaba rodeada por varias hectáreas de parque. Callecitas de piedra daban un excelente recorrido por todo el predio.
Tomo del placar algo de ropa deportiva que había quedado de otros viajes y salió a descargar su furia.
Cuando regresaba a la casona pudo ver estacionado muy cerca de la entrada principal un automóvil similar al de aquella supuesta reportera.
(- ¿Qué hace aquí? ¿En verdad será seguridad? Tal vez consiguió este empleo para obtener información, tendré que investigar-) se dijo y tratando de ser sigiloso camino hasta la casa de seguridad.
Estaba por tocar la puerta cuando sintió un fuerte dolor en su espalda, esto lo hizo girar para ver de dónde venía el golpe y ahí estaba la mujer. Parada frente a él, con sus ojos muy abiertos y una escoba en sus manos.
-Ya llamé a la policía así que no se le ocurra moverse o volveré a golpearlo-
- ¡Estas completamente loca mujer! - exclamo tomándose el hombro con el que había recibido la mayor parte del golpe.
-Lo estuve viendo por las cámaras así que llame a la policía, no intente nada o tendré actuar- le grito ella
Con apenas unos movimientos Marcos, no solo consiguió quitarle la supuesta arma blanca de las manos, sino que también la apretó contra su cuerpo para lograr inmovilizarla.
-jajá golpéame ahora- le dijo y le dio un pequeño beso en la nariz
Los ojos de la mujer se abrieron aún más y su cara había tomado un color rojizo intenso. Forcejeo un momento sin poder escapar, se notaba que estaba muy asustada.
Marcos sonrió pícaramente y la apretó un poco más. Podía sentir los latidos del corazón de ella contra su pecho.
-Quietos- grito alguien que se encontraba detrás de ellos. – Los quiero ver con sus manos en la cabeza o me veré obligado a proceder.
- ¿Pediste refuerzos? - Le susurró Marcos al oído sin soltarla.
-Le dije que había llamado a la policía- contesto la mujer mientras lo miraba fijamente. Ahora era ella la que sonreía
Ambos respiraron profundamente y se separaron de inmediato poniendo sus manos en la nuca y girando hacia donde venía la voz.
Efectivamente había llegado la policía.
Los oficiales que habían arribado a la casona, por el pedido de ayuda de la mujer, se encontraron con dos versiones diferentes y, al no saber cuál era la verdadera, tuvieron que llevarlos hasta el destacamento para aclarar la situación.
Daban las 12de la noche cuando ambos salieron de la comisaria.
-Bueno, resuelto todo, me despido- dijo Marcos sin mirarla y comenzó a caminar rumbo a la parada de taxi que había en la esquina.
La mujer siguió sus pasos.
- ¿Qué haces? - pregunto deteniéndose sin girar a verla
-Debo volver a trabajar- Le contesto ella- Necesito un taxi.
Marcos apretó su entrecejo con la mano. Si lo que deseaba era mantener su llegada en secreto, esta mujer se lo estaba haciendo muy difícil. Y dándose vuelta la interrogo
- ¿Quién eres en realidad? ¿Volverás a la casona? ¿En verdad trabajas allí?
-Mi nombre es Lucia del Carmen Gasco, y si, debo volver. No solo porque tengo que cumplir con mi turno, sino también porque tengo mis cosas allí. Mañana, si lo desea usted, pediré que me suplanten.
- ¿Qué la suplanten? La señora quiere que la suplante. Claro\, total\, tiro la granada y ahora quiere huir como cobarde- le reprocho Marcos
- ¿De qué granada habla? Yo solo hago mi trabajo
-Tu trabajo, te informo, es cuidarme y mantener todo en bajo perfil. No creo que estés cumpliendo muy bien con tu trabajo. – Quería mostrarle su enojo ya que, con todo esto, la prensa podría encontrarlo y volverlo a acosar- Vine buscando paz y tú solo me traes problemas.
Marcos abrió la puerta del taxi y le hizo seña para que subiera.
-Vamos- dijo
Lucia intento hablar, pero solo basto una mirada para que no lo hiciera.
El viaje fue en silencio. Podía ver el reflejo de la mujer en el vidrio de la ventanilla.
Antes de salir del destacamento había tenido una charla con el comisario. Este le afirmo que nada de lo sucedido iba a salir de allí. Aun así, el solo hecho de poder martirizar por unos días a la presunta periodista lo hacía sentir de buen humor. No iba a permitir que dejara de trabajar y se la llevara de arriba.