— Puedo hacer cualquier cosa, excepto ser tu amante.
— Supuse que dirías eso. Pero no te preocupes, no quiero que seas mi amante. — Olga deja escapar un suspiro. — Quiero que seas mi esposa.
— ¿Qué? — Su voz sorprendida suena entre las cuatro paredes.
— Dijiste que puedes aceptar cualquier cosa. — Erick le da una mirada retadora.
— ¿Cuánto tiempo durará el matrimonio?
— Hasta que te enamores de mi. — Olga lo observa desconcertada.
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Soy tu esposo.
... Unas horas después Olga y Erick están de camino a la granja. En cuanto llegan ella va con su hija. La abraza, besa y le cuenta lo mucho que la extraño.
Erick las observa a unos metros de distancia, nunca ha sido bueno con los niños, y no cree que la hija de Olga sea una excepción. Esa bebé siempre le va recordar a su sobrino. El hombre que le arrebató a la mujer que el deseaba.
Olga lo observa y le pide que se vaya. Ahora sólo quiere pasar tiempo con su pequeña hija.
— Me voy a instalar en tu habitación.
— No.
— ¿Por qué no? Soy tu esposo.
— Por qué... Por qué mi habitación debe ser un desastre. Ve a otra.
— No. Me voy a quedar en tu desastrosa habitación, te guste o no. — El se va, Olga corre con la bebé en brazos para detenerlo, pero le es imposible. El entra a la habitación y queda estupefacto. — ¿Qué es ésto? — Olga no sabe cómo explicar. — ¿Por qué hay dos camas?
— ¿Por qué te mandé a traer una? — Ella no cre que eso lo convenza.
— Hace dos minutos dijiste que no querías dormir conmigo. ¿Y me mandaste a traer una cama?
— ¿Qué tiene? Te conozco, sabía que no aceptarías. Así que me adelante y te mandé a traer una cama.
— ¿Y por qué está desordenada?
— Por qué... — Olga se queda sin palabras.
— ¿Tú y Max no dominan juntos? — Pensar en eso le agrada.
— Claro que dormíamos juntos.
— Hay dos camas.
— Está bien. Te diré la verdad. — Ella toma una bocanada de aire. Erick la mira fijamente. —Max dormía feo, y yo no quería que lastimara a Lilia, por eso decidimos comprar dos camas.
— ¿Y por qué hay una cuna? ¿Lilia no duerme ahí?
— Bueno. — Olga de nuevo busca una excusa.
— Deja de mentir. Quiero la verdad.
— La verdad es que duermo horrible, entonces Max sugirió que después de hacer el amor, cada uno se durmiera en una cama diferente. — El no se traga el cuento.
— Anoche no me pareció que durmieras horrible..
— Bueno me dejaste sin energía. — De nuevo busca excusas.
— Me alegra oírlo. A partir de hoy te dejaré sin energía todas las noches, así podremos dormir juntos sin problema. — Olga se maldice.
— ¿No prefieres que cada uno tenga su cama? Es más cómodo.
— No. Yo estaré bien. — Erick entra a la habitación y deja su equipaje. Olga al no verlo convencido mejor se va a desayunar. Más tarde ve cómo los empleados bajan ambas camas y se molesta mucho.
— ¿Por qué mandaste a sacar mi cama?
— No voy a follarte en la misma cama que el. Hoy mismo mandaré por una cama matrimonial.
— Creó que no te has dado cuenta dónde estamos.
— Si me doy cuenta.
— Aquí no es la ciudad. No puedes pedir una entrega a domicilio. Tomaría más de un día.
— Podemos dormir en otra habitación.
— Tú, duerme en otra, está es mi habitación, de aquí no me muevo.
— Bien. Entonces me voy a la habitación de huéspedes.
— Adelante. — Olga lo cree aún mejor, así no tendrá que dormir con el. — Tengo cosas que hacer. Nos vemos. — Olga se va a revisar los huertos y la producción de leche. Todo está en orden, y ahora no tiene que preocuparse por la deuda.
Por la tarde, ella regresa a la casa y escucha a Hilda hablando con Zulema.
— No te metas en sus asuntos. Ella puede hacer lo que quiera.
— Di lo que quieras. Pero lo que la señora hizo no está bien, se casó con su tío.
— No es su tío. Era tío del marido.
— Peor tantito, ¿qué tal si desde antes ellos se entendían? Tal vez siempre engañaron al señor Maximiliano. — Olga se enoja al escuchar cómo la difaman.
— Nunca engañé a mi esposo. — Las dos mujeres se asustan con su presencia. — La lengua mata más rápido que los balazos, no hagas rumores sobre mi, o te voy a despedir.
— Lo siento señora... Yo...
— No hables más. Mejor sirve la cena. Mi marido y yo queremos cenar.
— Si señora. Ahora mismo. — La empleada chismosa se va.
— Señora lo siento mucho.
— No te preocupes. Ya conozco la lengua de Zulema.
— ¿Quiere que me encargué de cerrar sus labios?
— No. Yo sé que tarde o temprano la gente sabrá de mi matrimonio. Es mejor que hable ahora. Y no cuando mi hija entienda.
— Tiene razón.
Durante la cena Erick y Olga no hablan mucho, Zulema está pendiente de todo, pues es la periodista del pueblo, siempre sabe todos los rumores, y los que no, se los inventa.
— Ya se pueden ir a dormir. — Dice Olga, para que dejen de analizar lo que ellos dos hacen. Hilda prácticamente jala a Zulema para que se vaya. Olga termina de cenar y duerme a su hija, mientras está en eso Erick entra y se acuesta en la manta que pusieron los empleados. — ¿No ibas a dormir en otra habitación?
— Ya viste que no. — Olga niega con la cabeza. — Ven a dormir.
— Me voy a cambiar. — Ella busca una pijama y se la pone enfrente de el, luego baja a la colcha y Erick la jala dejándola sobre sus piernas. Ambos se ven a los ojos sin decir nada, su cuerpo habla por ellos, sus bocas se pegan y sus manos se desnudan, Erick la besa con pasión y desesperación, le muerde los labios, el cuello y cada centímetro que su boca alcanza a tocar, Olga corresponde y gime ante el contacto, intenta no hacer mucho ruido para no despertar a su bebé. Pero cuándo se vuelven uno solo, le es imposible controlarse, ella se mueve de arriba a bajo, provocando los gemidos placenteros de Erick. Quién no hace más que pedir y pedir que no se detenga.
felicidades autora