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Traicionada por su Prometido, Gana un Presidente

Traicionada por su Prometido, Gana un Presidente

Status: Terminada
Genre:Aventura de una noche / Mafia / Traiciones y engaños / Casada con el millonario / Completas
Popularitas:7
Nilai: 5
nombre de autor: uutami

Amalia nunca imaginó que la traición de su futuro esposo y de su propia amiga sería justamente lo que la llevaría a un destino inesperado.

“Ya te acostaste conmigo, no podrás librarte de mí.”

NovelToon tiene autorización de uutami para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 22

Una línea... dos líneas...

Dos líneas rojas aparecieron, claras, innegables.

Lia se sentó en el suelo, con el rostro pálido.

"No... esto no es posible..." susurró.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos. El mundo a su alrededor parecía derrumbarse, como si todo el futuro que había planeado cuidadosamente, ahora estuviera hecho trizas en un instante.

"¡Esto es una locura! ¿¡Estoy embarazada!? ¡Oh, Dios mío!"

Con las manos temblorosas, abrazó sus rodillas, esforzándose por contener los sollozos.

"¿Qué debo hacer ahora?" pensó con pánico.

La brisa de la tarde soplaba por la ventana abierta, trayendo el aroma de la tierra mojada. En medio de la confusión de sus pensamientos, Lia supo... que su vida nunca volvería a ser la misma.

****

Esa noche, Lia se sentó pensativa en su cama, mirando fijamente la mesita de noche. Su memoria se deslizó hacia la tarjeta de presentación que Bara había dejado hacía unos días.

A toda prisa, Lia abrió los cajones uno por uno, revolviendo todas las pilas de papeles y libritos.

"¿Dónde está la tarjeta?" murmuró con pánico, con las manos temblorosas.

Buscó en los huecos de la cama, sacó todos los cajones, incluso movió la silla. Pero la tarjeta parecía haber desaparecido tragada por la tierra. Un sudor frío comenzó a mojarle las sienes.

"No puedo... estar embarazada sola", susurró, casi llorando. "Oh, Dios mío, ¿por qué me tiene que pasar esto a mí?"

Lia se sentó débilmente en el suelo, cubriendo su rostro con ambas manos. Sintió que el mundo se encogía cada vez más, su respiración era pesada. La desesperación comenzó a invadir su corazón.

"Oh, Dios..."

De repente, desde el rabillo de sus ojos llorosos, vio algo. Una pequeña punta blanca sobresalía de debajo de la cama. Con las últimas fuerzas, Lia gateó y la sacó.

Era... la tarjeta de presentación de Bara.

Su mano temblaba mientras sostenía la tarjeta. Por otro lado, su corazón estaba atormentado por un dilema aún mayor.

"Si contacto a ese hombre, significa que estoy lamiendo mi propia saliva", murmuró. "Pero..."

Lia recordó que una vez juró que nunca se casaría, y mucho menos con Bara. "¿Pero criar a un hijo sola? ¿Y soportar las miradas penetrantes de la sociedad? ¿Podré soportar la vergüenza? Oh, Dios mío...."

Un fugaz pensamiento de abortar.

"Yo... tampoco me atrevo..." susurró mientras miraba su vientre aún plano.

Las lágrimas volvieron a acumularse. Finalmente, con los dedos temblorosos, Lia tecleó el número en la tarjeta.

****

"¡Huueekkk!"

"¡Huuuuueeekkk!"

Mientras tanto, en otro lugar, Bara estaba acurrucado en el asiento del pasajero. Su rostro estaba pálido, su mano agarraba su vientre.

"¡Beb! ¡Ese doctor debe ser un farsante! ¿Cómo es posible que ya esté tan atormentado y me digan que no pasa nada? ¿Su certificado de doctor es falso?"

Bebby rodó los ojos con pereza. Pero, aún así, escuchó lo que su jefe se quejaba.

"Beb... Tengo hambre, pero ninguna comida entra en este vientre. ¿Qué hago?"

"¿Quiere que le inyecte vitaminas, jefe?"

Bara fulminó con la mirada, "¿Te estás burlando de mí?" dijo.

Bebby, que estaba conduciendo, solo pudo suspirar profundamente.

Bara solo hizo una mueca. Pero en medio de las náuseas y la extraña sensación en su vientre, sus pensamientos se dirigieron a Lia.

"Extraño a Lia", murmuró Bara suavemente, casi inaudible.

Bebby miró por el espejo retrovisor, fingiendo no oír.

"A su casa, Beb."

"Jefe, ya es tarde", protestó Bebby.

"A su casa", insistió Bara, sus ojos brillaban de manera extraña.

Con resignación, Bebby dio la vuelta. El coche se detuvo frente a una casa sencilla pintada de amarillo. Bara miró por la ventana, esperando ver la figura de Lia pasar por el jardín.

Diez minutos. Veinte minutos.

No había señales de que Lia apareciera. Solo el viento nocturno y el sonido de los insectos lo acompañaban.

Bara suspiró decepcionado.

"¿Cómo está, jefe? ¿Aún quiere esperar?"

"Quiero entrar allí."

"No quiero romper ventanas otra vez", dijo Bebby con firmeza.

"Pero, ella no quiere verme..." El tono de voz de Bara sonaba débil, y no escuchó mucho lo que Bebby decía. Aún miraba la ventana de cristal de la habitación de Lia.

"Nos vamos."

Bebby comenzó a encender el motor. Pero de repente, el teléfono de Bara vibró en el salpicadero. Un número desconocido apareció en la pantalla.

Bara entrecerró los ojos.

"¿Lia?" murmuró. Su corazón latía más rápido. Con la mano temblorosa, contestó. "¿Hola?"

Al otro lado, una voz suave que conocía muy bien sonó.

"Hola... Soy Lia."

Bara casi dejó caer el teléfono de su mano. Se apresuró a regular su respiración, arreglando su postura.

"¿Bara? ¿Eres Bara, verdad?"

"S-sí, soy yo", respondió apresuradamente, también nervioso.

"Yo... quiero verte", dijo Lia en voz baja, casi como un susurro.

Bara no pudo ocultar su alegría. Miró a Bebby.

"¡Bebby, stop! ¡Detente aquí!" gritó.

"¿Bebby? ¿Estás con Bebby?" La voz de Lia sonaba emocionada.

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