Annie jamás pensó que podría llegar a hacer algo tan descabellado como ayudar a secuestrar al presidente del país.
Durante todo un mes es la Encargada de mantener en buena forma al cautivo y aunque al principio el mandatario, John Meyer es una persona dura, fría que solo la insulta, poco a poco se deja llevar por la personalidad dulce y tierna de su secuestradora.
Después de varios días en cautiverio Annie lo ayuda a escapar, arriesgando su propia vida y la de su familia.
Jonh esta agradecido por su sacrificio por lo que la lleva con el, además, es la única que puede ayudarlo a llegar al final de todo este asunto.
¿Lograra John acabar con los planes de magnicidio en su contra? ¿Annie conseguirá su propia Venganza?
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Capitulo 5: Sacame de aquí.
—¡Suélteme, por favor, me está haciendo daño! —John queda estupefacto al escuchar la voz de una mujer detrás de esa máscara y suelta violentamente su muñeca, sin dejar de gritar.
—¡No te lo volveré a repetir, quítame estas cadenas! —John intenta forcejear con dichas cadenas, pero comienza a hacerse daño.
—¡Deténgase, por favor, se está lastimando! —exclama Annie, muy preocupada.
—¿Crees que te haré caso? No puedo creer que siendo una mujer te prestes para semejante acto, libérame, no sabes lo que estás haciendo. Si me dejas ir, me olvidaré de todo esto —John intenta persuadir a la mujer que tiene adelante, sin éxito.
—Lo siento, señor presidente, pero no puedo hacerlo, solo debe tranquilizarse, no le haremos daño, se quedará aquí durante unos días y luego será liberado—explica Annie.
—¿Durante unos días? ¿Cuántos exactamente? —pregunta furioso.
—un mes, señor... —Responde muy asustada, lejos de él, sin dudas mañana tendrá un buen moretón en su muñeca.
—¿Estás loca? ¿Un mes aquí? Olvídalo, no me quedare de manos cruzadas —John sigue intentando forcejear, pero las cadenas solo lo están lastimando y comienza a gritar frustrado —¡Maldita seas, mujer, sácame estas cadenas!
—Lo siento, lo siento mucho, señor presidente, no puedo hacerlo—Annie está a punto de llorar, al ver el sufrimiento y la desesperación de John —por favor, deje de hacer eso, se está lastimando.
—¿Qué te importa a ti lo que me pase? solamente quieres dinero, eres una maldita delincuente, pero juro que no te dejaré ir tan fácil, te encerraré a ti y a tu gente en la cárcel, te lo juro como que me llamo John Meyer.
—De verdad lo siento, no queremos hacerle daño, hablaré para ver si puedo sacarle las cadenas, por favor coma algo, y descanse.
—Que considerada eres... Agradezco tus servicios, pero no voy a comer, llévate esa maldita comida, seguramente está drogada para que siga durmiendo ¿Verdad?
—le aseguro que no es así, yo mismo la preparé para usted. Necesita comer algo. Aun la droga está en su cuerpo.
—¡Lárgate de aquí! ¡No quiero volver a verte! —grita muy furioso, Annie bastante asustada, sale de la habitación, para dejarlo solo y ver si se tranquiliza.
—Será más difícil de lo que imaginamos —comenta Michel, una vez que Annie volvió junto a él.
—Lo será, Michel, tiene demasiada fuerza, se está lastimando.
—Y también te ha lastimado a ti — exclama tomando la muñeca de Annie y viendo un incipiente moretón en ella—No se lo permitiré Annie, ¿Por qué no has pedido ayuda?
—Michel, estoy segura de que no es una persona que quiera hacer daño, solo está asustado, confundido y drogado, hay que dejarlo descansar, lo malo es que no ha querido comer nada.
—No permitiré que te haga daño. Ni él ni nadie —a pesar de ser un desalmado, que ha hecho muchas cosas ilegales, tiene corazón y desde que eran unos niños, ese corazón le pertenece a Annie, a su bella Annie, jamás dejara que nadie le toque un pelo.
—Estare bien, Michel, en un rato volveré a visitarlo, dejaré que se calme e intentaré darle de comer.
—Esta bien, solo déjame ponerte un poco de hielo —el hombre va por un poco de hielo, lo introduce en un pañuelo y se lo coloca sobre la piel roja, morada de su muñeca.
—Gracias Michel.
Una hora más tarde, luego de calentar la comida, Annie vuelve a intentar acercarse al presidente. Cuando abre la puerta, siente, enseguida la mirada penetrante de él, aún furioso, pero al parecer, un poco más tranquilo.
—¿Otra vez tú aquí? ¿Qué quieres?¿Acaso no me dejaras en paz? —pregunta resignado, intento por todos los medios salir de esas cadenas, pero solo hicieron que se lastime y le duelan las muñecas.
—Lo siento, la única forma que lo deje en paz es que coma algo, acabo de calentar la comida, por favor.
—Que considerada eres —acota burlándose, pareciera que esta mujer solo está tomándole el pelo, pues bien, no se lo va a permitir.
—Si usted desea que me vaya de la habitación, quiero verlo comer, al menos unas cucharadas.
—Maldita seas... —Annie le pone más cerca la bandeja de comida, donde su brazo encadenado alcance cómodamente, pero en ese momento ella ve que la muñeca de John está muy lastimada y que apenas puede agarrar la cuchara, sin dudas tiene mucho dolor
—Permítame, señor —Annie toma la cuchara colmada de comida y le da en la boca como a un niño, varias veces—Lo siento, vi que está muy lastimado posiblemente este adolorido.
—¿Por qué haces esto? —pregunta John tomándola de su muñeca nuevamente, haciéndole daño, pero esta vez parece ver que esta lastimándola y afloja él apriete, dándose cuenta de que tiene su piel blanca, colorada y morada, algo dentro de él lo hace sentir culpable, jamás le haría daño a una mujer —Oye... Siento haberte hecho daño, no fue mi intención, a veces no mido mi fuerza y más si estoy furioso.
—No se preocupe, entiendo perfectamente como se siente, solo es un moretón, en unos días se irá.
—Sácame de aquí, por favor —John intenta nuevamente llegar a ella, pero es inútil.
—Lo siento, señor presidente, no está en mis manos, solo puedo decirle que no le haremos daño.
—Te daré todo el dinero que quieras, el doble de lo que puedes llegar a ganar con mi rescate.
—olvídelo señor, no insista —Annie sabe que haciéndolo pone en riesgo la vida de su madre y Marcus.
—Maldita seas... ¡lárgate de aquí, quiero estar solo! —grita, nuevamente furioso.
—Si señor, al menos me retiro sabiendo que comió un poco.
Max está desesperado, no puede ser que paso una semana y no haya noticias de John, ni siquiera se comunicaron para pedir un rescate... No hay rastros de ellos por ninguna parte, son muy profesionales en su trabajo, solo espera que el presidente esté bien y no cometa ninguna locura.
Annie se levanta muy temprano, como es habitual en ella, y prepara el desayuno para John. Cuando entra a la habitación, este aún duerme, por lo que deja la bandeja en la mesa junto a la cama y cierra la puerta sin hacer demasiado ruido, pero su voz interrumpe su huida.
—¿Puedo pedirte un favor? —pregunta John, aun dormido.
—Si, por supuesto, dime.
—¿Quisieras desayunar conmigo? Siempre odié comer solo —confiesa John, sorprendiendo enormemente a Annie.
Muchas Gracias