Junsu, un sigma que oculta su verdadera naturaleza, con el peso de los prejuicios en su vida, sobreviendo en un mundo que lo rechaza. Junsu se ve envuelto en un falso acuerdo amoroso con Hyunmin, su jefe, un alfa. Lo que comienza como una farsa para salvar las apariencias y un futuro impuesto, pronto se transforma en una conexión genuina que ninguno de los dos esperaba.
Advertencia de non-con
NovelToon tiene autorización de Unknown para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El día siguiente
Al día siguiente, volví a la rutina de siempre. Me puse mi ropa de trabajo, aunque el simple hecho de vestirme me recordó cuán adolorido seguía estando. Cada movimiento me recordaba lo que había sucedido, como un eco constante que no me dejaba en paz. Llegué a la oficina esperando ver a Hyunmin, pero para mi suerte, no había venido nuevamente. Por un momento sentí alivio. No tener que enfrentarme a él, no tener que fingir que todo estaba bien, al menos por un día más, me daba tiempo para recuperar algo de control sobre mí mismo.
Me sumergí en mi trabajo lo mejor que pude. Me dediqué a organizar los documentos de Hyunmin junto a su secretaria. El silencio era cómodo, aunque siempre me sentía algo incómodo al trabajar cerca de ella. Sabía que no sospechaba nada, pero aún así, estar rodeado de personas mientras intentaba reponerme de la noche anterior me ponía nervioso. Aún sentía el peso de la culpa, aunque intentaba no mostrarlo.
Mientras repasábamos la agenda de Hyunmin, la secretaria hizo un comentario que me dejó helado.
-¿Es mi imaginación o… sigues oliendo a él?- Dijo con una sonrisa, mientras levantaba una ceja curiosa.
Mi corazón dio un vuelco. Sentí como el calor me subía al rostro al escuchar esas palabras. Por un segundo, pensé que había descubierto algo, que sabía más de lo que debía, pero me recordé que a sus ojos, Hyunmin y yo éramos una pareja, y esto debía ser algo normal para ella. Aun así, la vergüenza me invadió.
-Oh… sí, supongo que es normal.- Respondí, tratando de sonar casual mientras mi voz temblaba levemente.
Ella soltó una pequeña risa, sin darme más importancia al asunto. Parecía encontrarlo gracioso, como si fuera una señal de lo cercana que era nuestra supuesta relación, pero para mí, era un recordatorio constante de lo que había sucedido. El aroma de Hyunmin todavía impregnaba mi piel, y aunque intentaba no pensar en ello, era imposible ignorarlo. Me hacía sentir expuesto, vulnerable, como si llevara una marca invisible que delataba todo lo que había pasado entre nosotros.
A pesar de todo, seguí trabajando, obligándome a concentrarme en las tareas pendientes. Cada vez que la secretaria se alejaba, tomaba un respiro profundo, tratando de calmarme, de apartar los pensamientos que me atormentaban. No podía dejar que nadie más notar lo mal que me sentía.
El resto del día transcurrió en lo que ya se había vuelto mi rutina habitual. Organizar la agenda de Hyunmin, revisar documentos, coordinar sus próximos compromisos, pero había algo diferente en mí, algo que no podía ignorar. No era solo el dolor en mi cuerpo, ni la incomodidad que aún sentía después de lo ocurrido. Era algo más sutil, casi imperceptible al principio, pero se hacía más evidente a medida que avanzaban las horas.
Empecé a notar los olores.
No solo el aroma de Hyunmin, que seguía impregnando mi piel y mi ropa, sino el de las demás personas a mi alrededor. Los compañeros de oficina, la secretaria, incluso las personas que pasaban a lo lejos. Todos desprendían un rastro que antes no había percibido con tanta claridad. Era como si hubiera recuperado mi hipersensibilidad a las feromonas, algo que me había esforzado en deshacerme con las pastillas.
Los alfas, omegas, todos tenían un olor distintivo, una firma que parecía decirme quiénes eran, algo que hasta ahora había sido silenciado por los inhibidores que tomaba regularmente. Me esforzaba por ignorarlo, por convencerme de que todo estaba en mi cabeza, pero no podía negar que algo había cambiado en mí desde aquello.
El aroma de Hyunmin, en particular, era abrumador. Parecía seguirme a todas partes, como si estuviera marcado en mí de una forma más profunda de lo que podía imaginar. Intentaba no pensar en ello, pero cada vez que me movía o me acercaba a alguien, sentía el peso de su presencia en mí, como una sombra que no podía sacudir. No sabía si era una reacción física a lo que había pasado o algo más instintivo, algo que mi cuerpo reconocía, pero mi mente no quería aceptar.
Empecé a notar cómo los demás también reaccionaban de manera diferente a mi presencia. No era algo obvio, pero algunos compañeros parecían más atentos, más conscientes de mí, como si hubieran notado el cambio, aunque no supieran exactamente qué era. Quizá solo eran mis propios nervios proyectados en ellos, pero esa sensación de estar expuesto, de llevar el aroma de Hyunmin como una bandera, me hacía sentir cada vez más inquieto.
Intenté concentrarme en mi trabajo, como siempre lo hacía, pero ahora, el mundo olía diferente, y yo también era diferente en él.
Después de un largo y agotador día, finalmente llegué a casa. Cerré la puerta tras de mí, sintiendo una mezcla de alivio y cansancio abrumador. No podía dejar de pensar en lo que había pasado, en el trabajo, en los olores que seguían aferrándose a mi piel, en el aroma de Hyunmin que aún me envolvía como una prisión invisible. Apenas entré, lo primero que hice fue echar toda mi ropa sucia en la lavadora. Quería desprenderme de todo.
Desvestirme se sintió como quitarme una capa de piel. Cada prenda llevaba su rastro, cada fibra contenía los recuerdos de lo que había pasado, del día entero. Programé la lavadora sin pensarlo mucho, como si mi cuerpo estuviera en piloto automático. Luego fui directamente a la ducha. Necesitaba limpiarme, no solo físicamente, sino emocionalmente. Era como si quisiera arrancar todo lo que me cubría, el aroma de Hyunmin, el de los demás en la oficina, mi propio olor, todo lo que me hacía sentir prisionera en mi propio cuerpo.
Abrí el grifo, dejando que el agua caliente cayera sobre mí, quemándome ligeramente la piel, pero no me importaba. Me restregaba con fuerza, casi desesperado, como si quisiera borrar todo rastro de lo que había sucedido. Me frotaba los brazos, el pecho, el cuello, hasta que mi pie estaba enrojecida. No solo quería quitar el aroma de Hyunmin, quería deshacerme de las marcas que había dejado en mí. Quería borrar la sensación de pertenecerle, aunque fuera una mentira.
Los recuerdos volvieron a mi mente, golpeándome como una tormenta incontrolable. El calor de su cuerpo, la presión de sus manos, el peso de su dominio sobre mí. Me sentí sucio, asqueado, pero al mismo tiempo, culpable, porque una parte de mí lo había deseado. Esa dualidad me estaba rompiendo desde adentro.
De repente. mi respiración se volvió irregular. Mis manos comenzaron a temblar mientras trataba de continuar lavándome, pero no podía concentrarme. El agua caliente golpeaba mi espalda, pero no ofrecía consuelo, solo acentuaba la sensación de estar atrapado. Sentí cómo el pánico se apoderaba de mí, apretando mi pecho, cortándome la respiración. Me apoyé contra la pared de la ducha, sintiendo el frío el azulejo contrastando con mi piel ardiendo.
-Tranquilo…- Me decía a mi mismo entre jadeos, pero las palabras no tenían poder sobre mi mente en ese momento. Las lágrimas empezaron a brotar sin que pudiera controlarlas, mezclándose con el agua que corría por mi rostro. Quería desaparecer, huir de todo lo que sentía, de lo que había pasado.
El ataque de pánico me tomó por completo, mi corazón latía descontrolado, mis manos temblaban y sentía que no podía respirar. El agua seguía cayendo, pero era como si no pudiera sentirla. Todo mi ser estaba consumido por la ansiedad y el miedo. Me quedé así por lo que parecieron horas, hasta que, de alguna manera, logré calmarme lo suficiente para salir de la ducha. Mi cuerpo estaba agotado, mi mente, aún más.
Me envolví en una toalla y salí tambaleándose hacia el cuarto. Tomé los ansiolíticos que me recetaron para esos momentos, tragándolos rápidamente, esperando que el alivio llegara pronto. No quería pensar más, no quería sentir más.
Sin siquiera vestirme, me tumbé en la cama, cerrando los ojos con la esperanza de que el sueño me envolviera y me llevara lejos de todo, pero aún podía sentirlo, el peso de los recuerdos, el aroma persistente de Hyunmin, las marcas que quedaban invisibles en mi piel.