Continuación de la novela La esposa del emperador...
Marcos ha conocido a la mujer que va a ser su emperatriz y hará todo para tenerla a su lado.
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Capítulo 5
El primer mes que Ema estuvo allí fue estupendo, se pudo recuperar y volver a estar saludable, empezando a hacer surgir sus poderes. Primero le costó y mucho, pero ya para la mitad del mes, podía hacer surgir unas llamas bastante decentes. No eran las llamas más grandes que había podido hacer, pero ya con el tiempo las fue mejorando y mucho haciendo mejores y más grandes.
Su tía se encargó de que fuera muy bien alimentada en cada horario de la comida y no la dejaba saltarse ninguna. La relación entre ellas fue muy buena desde el primer día, por lo que pasaban agradables momentos las dos juntas.
Como Daniela tenía sus ocupaciones y trabajo para hacer, era en esos momentos que Ema aprovechaba para entrenar con su magia. No le había dicho nada a su tía de lo que ella podía hacer. No es que fuera un secreto a muerte, pero quería ser lo bastante poderosa para cuando ya las personas se enteraran de esto.
El segundo mes que paso en la casa de su tía fue más relajado que el primero, puesto que, ya que no estaba enferma y su salud no corría riesgos, era más osada a la hora de los entrenamientos. También aprovechó que estaba allí y le pidió a su tía que le ayudara a saber defenderse con la espada.
El encargado de su enseñanza en el arte de la espada, fue un caballero que servía para su tía. El hombre le enseñó lo básico el primer día, pero se sorprendió al segundo día cuando ella en un pequeño enfrentamiento de prueba le opuso resistencia. Desde ese momento, cada día fue poniéndole más y más dificultad a los entrenamientos, haciendo de ella en tan solo un mes una luchadora muy capaz a la hora de combatir con una espada.
Su capacidad con la espada, sumada a las habilidades que tenía con sus poderes, la hacían una luchadora bastante peligrosa. Tenía pensado seguir sus entrenamientos con la espada hasta ser capaz de derrotar a cualquiera en combate, no se quedaría contenta hasta conseguirlo. Los poderes que ella tenía eran, en sí, muy poderos, pero sumarle ser un buen espadachín, era aún mejor.
Sus días siguieron y siguieron así hasta que estuvo lista para volver a su casa, ella ya estaba recuperada del todo y más fuerte de lo que jamás había estado la Ema de este tiempo. El único problema que ella tenía ahora, era qué iba a hacer, porque no quería volver a su casa con esas hienas viviendo allí, hasta que se le ocurrió una idea.
Con un poco de timidez por lo que iba a hacer, se acercó a la oficina donde su tía ahora estaba trabajando y le preguntó si podía hablar con ella. Obviamente que Daniela le dijo que pasara y que tomara asiento.
Con un largo suspiro, Ema le contó a su tía como era su vida en su casa, como le hacían la vida imposible, sin que su padre lo supiera. Como era de esperar, Daniela estaba que no la calentaba ni el sol, era tanta su bronca e ira por lo que su sobrina había pasado, que tenía ganas de ir hasta la casa de su cuñado y matar a golpes a esa mujer que se supone, iba a cuidar de Ema.
Cuando había acabado de contarle todo lo que pasó con la verdadera Ema, ella le pidió que le acompañara de regreso y así tratar de hacer justicia entre las dos y de paso alejar a esa mujer de su papá. Daniela no lo tuvo ni que pensar un segundo, rápidamente acepto gustosa de poder traer un poco de justicia para su sobrina.
Así fue, que dos días después de esa charla, ambas se fueron de la propiedad en un carruaje rumbo a las afueras de la capital, un poco alejada del lugar donde estaba ubicada la casa de Rogelio.
Cuando pasaron por la capital, muchos se preguntaban quienes eran las personas que venían en ese carruaje, pues, se veía refinado, pero no tenía insignia de ninguna familia, así entrarían de incógnito en la capital, o eso creyeron. Esa fue la idea que ellas tuvieron; sin embargo, muchos comentaban que habían llegado personas nuevas en la capital, pero que no sabían quiénes eran en realidad, lo que era una suerte para sus planes.
Justo cuando llegaron se enteraron de que en la capital estaban por hacer la fiesta de coronación para el nuevo emperador. No era que el anterior haya muerto ni nada parecido, solo que estaba cansado y quería disfrutar junto a su esposa, la emperatriz de lo que quedaba de sus vidas sin tener que estarse preocupándose por la política, por lo que había decidido dejar el puesto.
Ema al enterarse de esto quedó sorprendida, pues en su tiempo, esto no pasaba. Es más, la emperatriz y el emperador, jamás habían pasado tiempo juntos de esa manera, y el hijo de ellos había crecido de forma muy dura, siendo un joven bastante frío al cual solo vio pocas veces. Pero eso no fue todo, casi le da un patatús al enterarse de que los emperadores ahora tenían más hijos. Eso sí que fue una gran sorpresa. Las cosas, como ellas las conocía, eran muy diferentes en su tiempo.
El querer saber que era lo que pasaba en el palacio la llevó a pensar en llamar a su padre y decirle que estaba allí para poder asistir a la fiesta, lo único malo era tener que compartir su tiempo con esas personas. Con la curiosidad en su mente, le pidió a un empleado de su tía ir en su nombre hasta la casa de su padre y pedirle que le diga a él, que se dirija hasta esa casa para verla.
El empleado hizo lo que la joven Ema le pidió. Al llegar a la gran casa de la familia Flores, pidió hablar con el Marqués, diciendo que era de suma urgencia. Cuando Rogelio lo atendió, lo reconoció como un empleado de su cuñada Daniela, por lo que lo hizo pasar a su despacho para hablar con libertad.
El hombre, con rapidez, le explicó por qué había ido y el Marqués encantado, le dijo que lo acompañaría de inmediato a ver a su hija. Así, los dos salieron de la mansión y se dirigieron a la propiedad de Daniela, sin decirle nada a nadie, lo que dejó a una Antonia escupiendo fuego por la boca por no ser tomada en cuenta por su esposo y es que desde que él volvió de llevarse a Ema, ya las cosas entre ellos no eran lo mismo.
Ella antes notaba el amor y el cariño hacia ella en la mirada de él cuando la veía, ahora solo había una tristeza y enojo por solo tomar en cuenta a su hija y a Ema dejarla de lado. Cuando Rogelio volvió del viaje, le pidió explicaciones del porqué el armario de su hija estaba así, y por qué ella parecía desnutrida. Antonia solo supo inventar escusas que ni ella misma creía al escucharse.
Tanto fue el enojo y la decepción de él por las decisiones de su esposa que ella tenía prohibido tocar dinero o salir de la casa. Él estaba planteándose seriamente el divorcio, pero esperaría a que su hija le dijera que tanto fue lo que su esposa le había hecho para que recién ahí pudiera tomar medidas.