Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.
Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.
La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.
En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.
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Capítulo 5: La Fragilidad Bajo el Hielo
...El Viento Frío de la Advertencia...
El sol de media mañana se filtraba a través de los ventanales del Instituto Tae Son, iluminando el polvo dorado que flotaba en el aire. Rein Ji Won estaba en el ala de Ciencias, guardando sus libros después de una sesión de laboratorio particularmente tediosa sobre termodinámica.
Abrió su taquilla, y un pequeño trozo de papel, doblado meticulosamente, cayó al suelo. No era papel de la escuela. Era un papel grueso, de calidad, con un olor sutil a humedad y a un perfume barato.
Rein se agachó con calma. El instinto se apoderó de ella. Nadie tocaba su taquilla.
Nadie.
Desdobló la nota. Estaba escrita a mano con tinta negra, en un inglés impecable, pero con una caligrafía que se sentía extraña, forzada.
GET AWAY FROM THE CHARITY BOY.
HE IS A SHADOW. HE IS TRAGEDY.
YOU WILL SHARE HIS FATE IF YOU DON'T.
STAY IN YOUR CAGE, HEIRESS.
HE CAN'T PROTECT YOU FROM EVERYONE.
(Aléjate del chico de la caridad.
Él es una sombra. Él es la tragedia.
Compartirás su destino si no lo haces.
Quédate en tu jaula, Heredera.
Él no puede protegerte de todos.)
El corazón de Rein se aceleró, no por miedo, sino por una furia fría. Alguien había violado su espacio, alguien la estaba vigilando. El mensaje era claro: era una advertencia sobre Eujin, y el remitente sabía algo sobre él. ¿O solo estaba jugando a un juego de acoso?
El uso de la palabra "sombra" y "tragedia" resonó con la verdad parcial que Eujin le había confesado en la azotea: su pasado como mercenario. Y la frase "Quédate en tu jaula, Heredera" era la prueba de que quienquiera que fuera, despreciaba su existencia en la élite.
Rein se recompuso al instante. Arrugó el papel en su puño y lo guardó en el bolsillo más profundo de su chaqueta. No le contaría a Eujin. Contarle era darle una debilidad, una preocupación que desviaría su atención de su misión, y Rein no quería que su protector estuviera comprometido. Además, la idea de que alguien la estuviera amenazando por Eujin era inaceptable.
Cuando Eujin se acercó, Rein estaba pegando una sonrisa perfectamente controlada en su rostro.
—¿Todo bien, Ji Won? Te ves... tensa.
Eujin la había estudiado lo suficiente como para saber que la rigidez en sus hombros era inusual.
—Perfectamente. Solo que la termodinámica me aburre y me estresa. ¿Terminaste de memorizar la tabla de periódica?
Eujin la miró con escrutinio, sus ojos oscuros buscando la grieta en su máscara, pero Rein no cedió.
—La memoricé en el coche. Es solo lógica y patrones, no es difícil. Necesito tu ayuda con historia, ese profesor es muy quisquilloso con las fechas.
—Entonces vamos a la biblioteca. Y deja de mirarme como si estuviera a punto de explotar.
—Toda la escuela está mirando, Ji Won. Somos un espectáculo. Solo intento fusionarme con el fondo.
Rein, aunque seguía sintiéndose helada por la nota, se permitió una pequeña sonrisa sarcástica.
—¿Tú fusionarte con el fondo? Eujin, eres un faro. Acepta que eres ridículamente atractivo y que la gente te mira. Es una herramienta.
—Y tú eres un témpano de hielo que me tiene atado a su tobillo. También es una herramienta.
El coqueteo era su nuevo idioma, una capa de ligereza sobre el abismo de sus secretos.
...El Calor del Estudio y la Necesidad Mutua...
La semana siguiente fue consumida por los exámenes de medio año. Y se convirtió en el período de mayor intimidad que Rein y Eujin habían compartido.
Pasaban horas en el estudio privado de Rein, en el ala de la biblioteca que Dae Kim no se atrevía a invadir. Rein, la genio, la ambiciosa, se dedicó a ser la tutora implacable de Eujin.
—No se dice "la crisis del subprime no fue lógica", Eujin. Se dice "la crisis del subprime fue la consecuencia de una avaricia institucionalizada y la falta de regulación."
—Es la misma cosa, solo que tú lo haces sonar menos violento.
—Es un examen de economía, no un informe de misión. Si sigues hablando como un mercenario, te suspenderán.
Eujin aprendía con una velocidad asombrosa, su mente entrenada para absorber y procesar información en segundos. Pero Rein se dio cuenta de que él no aprendía por ambición, sino para complacerla.
—¿Por qué te importa tanto la nota? —preguntó Rein, una tarde, mientras él memorizaba la anatomía del ojo.
—Porque tú me lo pides. Y me gusta que la gente que me importa esté orgullosa de mí. Y, además, necesito la fachada de 'estudiante brillante'.
—No me importas —murmuró Rein, pero la falsedad de la afirmación la picó.
Eujin levantó la vista, sus ojos oscuros llenos de un entendimiento profundo. Se inclinó sobre la mesa, su rostro peligrosamente cerca del de Rein.
—Sí te importo. Me rescataste de Yuna, me dejaste manejar tu moto y me estás enseñando economía. Y sabes mi secreto. Si no te importara, me habrías vendido a Dae Kim.
—Te necesito para estar segura —dijo Rein, su voz firme, pero su corazón palpitaba.
—También me necesitas para no sentirte sola. Admítelo.
Rein no respondió. En cambio, le dio un suave golpe en el hombro con un libro de texto.
—De vuelta al ojo. Y el sarcasmo se queda fuera.
Pero la tensión era constante. Sus manos se rozaban al pasar los libros, sus rodillas se tocaban accidentalmente bajo el escritorio. El coqueteo era una danza constante: Eujin, con su encanto natural y sus miradas intensas; Rein, con su sarcasmo defensivo y su incapacidad para romper el contacto visual. Ambos sentían la necesidad, la atracción, pero Rein era el muro. Ella era la que tenía el control, la que dictaba la distancia.
O eso creía.
...La Vulnerabilidad en la Medianoche...
Había pasado otra semana. El semestre de exámenes había terminado. Eujin había sacado notas sorprendentemente altas, un logro que Chae Ji Won celebró con orgullo.
Rein se había acostado temprano, exhausta por el esfuerzo y el mantenimiento constante de sus máscaras. Pero la nota seguía ardiendo en su bolsillo. Había notado que los guardias de su casa se veían extraños, y su padre había reforzado la seguridad. La paranoia se estaba instalando.
A las 2:00 a.m., Rein se despertó con un grito silencioso. Estaba empapada en sudor. Había soñado con la nota, con sombras, con Eujin desaparecido y un futuro trágico. La pesadilla la dejó con una taquicardia brutal. Se sentó en la cama, la lujosa habitación sintiéndose fría, grande y vacía. La jaula de oro nunca había parecido tan asfixiante.
En un impulso que era totalmente contrario a sus principios, Rein se levantó. Necesitaba a Eujin. Necesitaba el ancla que él representaba.
El pequeño apartamento de Eujin estaba en el ala este de la mansión. Era un espacio que Chae Ji Won le había asignado. No era una suite, pero era lo suficientemente grande como para llamarse apartamento: con una habitación de cama matrimonial, una pequeña cocina, baño, un espacio para su estudio y una modesta sala con un sofá en L.
Rein se deslizó por los pasillos oscuros, sus movimientos silenciosos y premeditó una excusa. No la encontró.
Llamó suavemente a la puerta de Eujin.
Eujin abrió inmediatamente. No estaba durmiendo. Estaba sentado en su escritorio, dibujando, con una camiseta simple que se pegaba a su físico y unos pantalones de entrenamiento. Su expresión era de alerta instantánea.
—Rein. ¿Qué pasa? —preguntó Eujin, notando su palidez y el nerviosismo en sus ojos. Ella no llevaba maquillaje, su cabello estaba desordenado, y estaba descalza. Era la versión más frágil que él había visto de la "Reina de Hielo".
—Yo… lo siento —comenzó Rein, su voz temblando ligeramente. Algo que nunca le había pasado—. Tuve una pesadilla. Un sueño terrible.
Eujin no hizo preguntas sobre el sueño. Simplemente leyó la vulnerabilidad en su rostro.
—Entra.
Rein entró en el pequeño pasillo que los llevaba a la sala de estar, sintiéndose extrañamente expuesta. Miró a la cama pues la puerta de la habitación estaba abierta, y luego al sofá, se veía cómodo.
—No sé qué hacer. No puedo volver a dormir en mi cama. ¿Puedo… quedarme aquí? En el sofá.
—¿Estás bromeando? Ese sofá no es para ti, no vas a dormir ahí, Ji Won.
Eujin se acercó a su cama, quizás debía buscar una cobija extra para hacerla más cómoda para Rein.
—Yo dormiré en el sofá, es cómodo para mí. Tú te quedas con la cama.
—No, no te voy a quitar tu cama. Estoy bien aquí. Solo… tu apartamento es más pequeño. Me hace sentir menos sola.
Eujin miró la desesperación silenciosa en sus ojos. Ella no estaba pidiendo un favor. Estaba pidiendo protección.
—Justamente por eso necesitas dormir cómoda.
Eujin retiró las sábanas de la cama y le señaló el espacio vacío.
—Duerme aquí por favor, y si vuelves a gritar, no te preocupes porque vendré rápido a verte.
Rein asintió, se deslizó bajo las sábanas, sintiendo el calor residual del cuerpo de Eujin. S e sentía extrañamente relajante.
Eujin dejó la puerta de la habitación abierta y se acostó en el sofá. Encendió una luz de lectura pequeña, fingiendo leer. El silencio se instaló, pero era un silencio lleno de la presencia del otro.
Casi una hora después, Eujin se sobresaltó. Rein había gritado. No un grito fuerte, sino un sonido ahogado, un gemido de terror.
El chico se levantó de inmediato, cruzó el pequeño espacio, y se arrodilló junto a la cama.
—Rein. Hey. Despierta. Es un sueño.
Rein abrió los ojos de golpe, su respiración era rápida y superficial. Sus ojos oscuros estaban dilatados por el terror. El corazón le latía tan fuerte que Eujin casi podía oírlo.
—Eujin… por favor. —Ella se aferró a su brazo, su agarre era de pánico puro. Su toque era de necesidad—. No te vayas. No puedo… no puedo quedarme sola. Por favor.
Eujin sintió la súplica en su voz. Su mente le decía que la calmara. Su impulsividad le decía que la abrazara.
—Rein. Estoy aquí.
—Quédate. Duerme aquí... Conmigo.
La petición era directa, desesperada, y Rein no tenía la fuerza para su máscara. Ella solo quería la seguridad que él irradiaba.
Eujin dudó. Era el momento de trazar la línea. Era el momento de recordar su razón de estar allí, a Chae Ji Won, la misión. Pero la visión de la "Reina de Hielo" rota y pálida era demasiado para su corazón. Ella lo necesitaba.
Se deslizó bajo las sábanas. La cama se sentía diminuta y cálida. Se acostó de lado y pasó un brazo sobre su cintura para atraerla hacia él, sus cuerpos íntimamente alineados, enfrentados. La proximidad era electrizante.
—Estoy aquí. Nadie puede tocarte, Rein. Yo soy te protegeré.
Eujin la abrazó suavemente, un toque puramente protector. Rein se acurrucó contra su pecho, sintiendo el ritmo constante de su corazón, el calor de su piel.
—Háblame —susurró Rein. —Háblame de un edificio que hayas dibujado.
Eujin sonrió en la oscuridad.
—Hay un edificio en San Petersburgo. Un palacio. Me gustaba el equilibrio de la estructura. La fuerza de las columnas.
Mientras Eujin hablaba, la tensión cedió. Pero la tensión de la cercanía aumentó. La respiración de Rein se hizo más lenta, más profunda, pero no por el sueño.
Rein levantó la mano y tocó el cuello de Eujin. Su piel era cálida y suave.
—Gracias —murmuró.
Su mirada se elevó a la de él. En la penumbra, sus ojos se encontraron como si pertenecían al otro. La distancia entre sus bocas era casi nula. Era un precipicio.
Eujin ya no pudo resistir. No era la misión. No era el profesionalismo. Era el deseo puro, el arrebato de un hombre que había vivido sin afecto. Él se inclinó.
El beso fue al principio tentativo, un reconocimiento. Luego, Rein respondió con una ferocidad que solo su máscara de hielo había contenido. Su mano se enredó en el cabello de Eujin.
Eujin entendió al instante. El fuego de Rein era más potente y más real que el de cualquier chica de la élite. Él la besó con una pasión contenida, protectora, pero abrumadora.
El toque se hizo exploración, necesidad. Las manos de Eujin se aferraron a su cintura, atrayéndola aún más cerca. La ropa se convirtió en un obstáculo. El miedo de Rein se disipó, reemplazado por la urgencia.
Los susurros y los gemidos rompieron el silencio de la noche. La verdad era que ambos estaban desesperados por algo real, algo que no fuera una máscara. La cama matrimonial se convirtió en un campo de batalla de la rendición.
Eujin intentó detenerse. Su mente mercenaria gritó "Promesa. Padre. Misión". Pero la sensación de Rein bajo él, de ella aferrándose a él, de su vulnerabilidad, era más potente que cualquier disciplina. La línea se había borrado.
El protector había caído por la protegida.
El encuentro fue apasionado, urgente, una colisión de soledad y deseo. Cuando todo terminó, sus cuerpos quedaron entrelazados. Rein no se había movido. Estaba con la cabeza en el pecho de Eujin, su respiración suave. El silencio no era incómodo. Era íntimo.
Eujin la abrazó fuertemente, su corazón latiendo con una mezcla de culpa y una felicidad desconocida. Había roto todas las reglas. Pero mientras sentía el calor de Rein contra él, se dio cuenta de que lo que sentía no era solo deseo.
Era algo más profundo, algo que no podía ser borrado por una orden o misión. Su mayor debilidad no era su pasado, sino la mujer dormida en sus brazos.
Se quedó despierto, velando por ella, con la clara y aterradora certeza de que su misión se había vuelto peligrosamente personal.