El Camino De Una Espada

El camino hacia las ruinas no estaba en ningún mapa.

Solo montañas, niebla y piedras marcadas por símbolos antiguos.

Shiro avanzaba al frente, cortando maleza con su espada como si fueran hilos de aire.

Lyra lo seguía, anotando en su cuaderno todo lo que veía: relieves olvidados, flores que crecían en patrones inusuales, runas grabadas en árboles.

Tras horas de ascenso, el silencio empezó a pesar.

—¿No hablas mucho, verdad? —preguntó Lyra, rompiendo el hielo con tono casual.

Shiro no respondió de inmediato. Pero luego, sin girarse, murmuró:

—No tengo mucho que decir.

—¿Ni siquiera sobre ti? ¿Sobre tu familia? ¿Cómo alguien termina siendo tan... tú?

Shiro detuvo el paso.

Observó el horizonte.

—No sé quiénes fueron mis padres.

Quien me cuido fue un viejo soldado.

He vivido en el fuerte desde entonces, y él me enseñó a usar la espada desde que era un niño.

Lyra alzó las cejas, sorprendida por su honestidad.

—¿Y el soldado? ¿Qué pasó con él?

Shiro guardó silencio. Luego caminó de nuevo.

—Murió cuando yo tenía diez años.

Fue en la guerra contra el reino de Virelan.

—Pero si nosotros, el Reino de Eldoria ganó esa batalla y se comunico que ningún guerrero había muerto —dijo Lyra desconcertada.

—Si, ganamos y se comunico que no hubo bajas —suspiró y siguió —La verdad es cruel.

Lyra no insistió más en su historia, pero sentía que el ocultaba algo más.

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Al llegar a un hueco entre acantilados, las ruinas se revelaron ante ellos.

Eran gigantescas, cubiertas por la vegetación, pero aún se alzaban columnas rotas, portales de piedra, y estatuas con rostros cubiertos por musgo. El aire era denso. Antiguo.

—Por los dioses… —susurró Lyra, boquiabierta—. Estas no son ruinas normales. Estas estructuras tienen años… ¡No incluso más! Tal vez décadas

《He incluso ser del Imperio fundador》

Caminó entre ellas como una niña en un sueño, tocando cada pilar con asombro.

Hasta que se detuvo ante una estatua colosal.

Tenía forma humanoide, rostro sereno y brazos cruzados sobre una espada de piedra.

—Qué rara… —murmuró.

Sin pensarlo demasiado, posó los dedos sobre el pecho de la estatua.

Un zumbido bajo sacudió el aire.

Los ojos de piedra se abrieron, brillando con un fulgor azul.

Shiro desenfundó al instante.

—¡Atrás!

La estatua se movió con lentitud al principio, luego con violencia.

La piedra crujía como huesos.

Con un rugido sordo, el coloso agarro una espada de piedra y atacó.

Shiro se lanzó al frente, chocando con la fuerza titánica del guardián.

Rocas volaban. La tierra temblaba.

Lyra buscó cobertura tras una columna derrumbada mientras tomaba notas apresuradas con una mezcla de miedo y fascinación.

—¡¡Eso no era una estatua… es un guardián sagrado!! ¡Debe estar vinculado a los hechizos magicos del imperio fundador!

—¡Muévete! —gritó Shiro, bloqueando un golpe que destrozó parte de las columnas.

La batalla se intensificó.

Con un tajo certero, Shiro logró quebrar parte del brazo del coloso, pero en ese instante, las runas de los muros cercanos comenzaron a quebrarse.

—¡Las ruinas están...! ¡Están desmoronándose!

Un rugido final.

Un temblor.

Y de pronto, el suelo colapsó bajo sus pies.

Tanto Shiro como Lyra cayeron por una grieta profunda, entre rocas, polvo y oscuridad.

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Silencio.

Oscuridad.

Eco.

Luego, solo respiraciones agitadas.

Shiro fue el primero en incorporarse por completo, examinando el entorno con atención.

Lyra se sacudió el polvo de los brazos y piernas, luego se puso de pie.

Ambos habían caído muy abajo.

A un lugar subterránea de las ruinas.

Y posiblemente muy peligroso.

Miraron hacia arriba.

No había forma de volver. La abertura por la que cayeron ya estaba sepultada por escombros.

—Volver por donde vinimos… es imposible —dijo Lyra, examinando el derrumbe.

Shiro asintió.

—Entonces encontramos otra salida.

Avanzaron por un pasillo estrecho, iluminado tenuemente por musgo brillante que crecía entre las grietas.

Sus pasos resonaban con eco.

—¿Qué era esa cosa? —preguntó Shiro finalmente, sin girarse.

—Un gólem —respondió Lyra, con tono pensativo—. Pero algo no encaja... normalmente estas criaturas necesitan a un catalizador el cual les brinda maná para que puedan moverse, pero no había nadie cerca de ese lugar

—Pero si…—intento de ir Shiro

—Estoy segura, no sentí que alguien use magia externa para despertarlo —para mirar abajo y pensar.

《Estoy segura de eso》.

Shiro no dijo nada por unos segundos.

Luego, simplemente dijo con voz firme:

—Eso ahora es irrelevante, hay que seguir.

《Algo de aquí no me gusta y no es solo poe el golem》

Lyra lo observó por detrás.

Al final del pasillo, encontraron una intercepcion con un camino y una puerta de piedra abierta que conducía a una cámara circular.

En el centro, sobre un pedestal, flotaba un pequeño objeto envuelto en luz tenue.

Era como una gema… o un núcleo de cristal.

A su alrededor, en las paredes, había inscripciones talladas en un lenguaje arcano.

Lyra se acercó de inmediato.

—Escrito antiguo... es más viejo que las inscripciones de la biblioteca real. Esto podría estar relacionado con el imperio fundador

Shiro, en cambio, permaneció en el umbral.

Lyra se inclinó, extendiendo la mano hacia el objeto.

Justo antes de que sus dedos lo tocaran,

Shiro reaccionó.

—¡Espera!

Saltó hacia ella, la sujetó del brazo y la arrastró fuera de la habitación con fuerza.

—¡¿Qué haces?! ¡Eso era una…!

No terminó la frase.

La habitación tembló.

La luz se apagó.

El pedestal, el objeto… y todo el piso se volvió arena en un instante, desmoronándose.

Debajo, cientos de pinchos aparecieron en la parte de abajo, listos para recibir al incauto.

Lyra se quedó muda.

—…Eso no era una trampa normal —dijo en voz baja.

Shiro la soltó, respirando con calma.

—En este tipo de lugares hay que estar más atentes de lo normal.

Ella lo miró, incrédula… y luego sonrió con sinceridad.

—Gracias… me salvaste la vida.

Él no respondió. Solo volvió a caminar.

—Sigamos mejor por aquí.