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"Rey Maldito"

"Rey Maldito"

Status: En proceso
Genre:Jujutsu Kaisen
Popularitas:820
Nilai: 5
nombre de autor: Vic82728

Morí sin ruido,
sin gloria,
sin despedida.

Y cuando abrí los ojos…
ya no eran míos.

Ahora respiro con un corazón ajeno,
camino con la piel del demonio,
y cargo el nombre que el mundo teme susurrar:
Ryomen Sukuna.

Fui humano.
Ahora soy maldición.
Y mientras el poder ruge dentro de mí como un fuego indomable,
me pregunto:
¿será esta mi condena…
o mi segunda oportunidad?

NovelToon tiene autorización de Vic82728 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5: El Veredicto del Consejo

La sala estaba envuelta en penumbra. Las columnas eran altas y frías, adornadas con talismanes y sellos de purificación. En el centro, una mesa de piedra semicircular donde se reunían los líderes del Consejo de Hechiceros. Ninguno sonreía.

En el centro del recinto, una esfera flotaba, mostrando imágenes de los últimos eventos: la destrucción provocada por el Relicario Demoníaco, la aniquilación de Mahito, y sobre todo… la manifestación del nuevo Sukuna.

—Entonces es cierto —dijo uno de los ancianos, su voz seca como papel viejo—. El demonio ha vuelto. No sellado. No atrapado. Sino reencarnado en un nuevo cuerpo.

—¿Y qué proponen? —replicó otro— ¿Ejecutarlo como a Itadori? ¿Apenas un chico, y ya lo condenan?

—¡No es un chico! ¡Es Sukuna!

—No exactamente —dijo una figura más joven, entrando en escena con paso elegante y confiado—. Sukuna está dentro de él, sí, pero el alma dominante sigue siendo humana.

Era Gojo Satoru.

—Victor no es como Yuji. No lucha por contener a Sukuna. Está… mezclado con él. Es algo que ni siquiera yo había visto antes.

—¿Y por eso lo defiendes?

—No. Lo observo.

Los ancianos se miraron entre ellos.

—Será vigilado. Pero si se descontrola… será eliminado sin dudarlo.

Gojo sonrió con cinismo.

—Buena suerte con eso.

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Escena: Recuperación y Nueva Misión

Victor despertó en la enfermería de la escuela de hechicería, con Shoko Ieiri revisando su pulso y sus ojos. Tenía ojeras. Sudaba.

—¿Cómo te sientes? —preguntó ella, sin rodeos.

—Como si hubiera sido atropellado por un camión maldito —respondió Victor con ironía.

—Eso significa que estás mejor.

En ese momento, entraron Yuji, Megumi y Nobara. Yuji cargaba una bolsa con onigiris. Megumi traía una carpeta. Nobara, con sus brazos cruzados, lo miró de arriba abajo.

—No pareces el mismísimo Rey de las Maldiciones. Más bien pareces un gato atropellado.

Victor sonrió levemente. Esa normalidad… le gustaba.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Tenemos misión —respondió Megumi—. Un espíritu de grado especial ha aparecido cerca de Sendai. Parece que devoró a un escuadrón completo. Nos han enviado como equipo de contención. Y tú vienes con nosotros.

Victor se irguió, sorprendido.

—¿Yo? ¿Después de lo que pasó?

Yuji le dio una palmada en el hombro.

—Tal vez no confíen en ti… pero tampoco pueden ignorar lo que eres capaz de hacer.

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Escena: En la Misión

El equipo llegó a un edificio abandonado, donde los cadáveres de los exorcistas parecían haberse convertido en arte moderno macabro: colgados del techo, fusionados con las paredes, sin rostro.

—Esto es como… trabajo de Mahito —dijo Nobara con un escalofrío—. Pero él ya está muerto, ¿no?

Victor se adelantó. Sintió algo.

Energía maldita. Pura. Venenosa. Como lodo en el aire.

—Hay alguien aquí —dijo, entrecerrando los ojos—. O algo.

Y entonces apareció.

Una figura enorme, como una mezcla entre centauro y araña, con un rostro hecho de múltiples ojos humanos y lenguas colgantes. Era un espíritu maldito, pero en su núcleo… había algo diferente.

—¡No es una maldición común! —gritó Megumi, invocando sus lobos divinos.

El combate fue brutal. Victor no pudo evitarlo: tuvo que usar los cortes de Kai y Hachi, desmantelando extremidades del monstruo, mientras Yuji lo atacaba cuerpo a cuerpo con brutalidad y Megumi atrapaba al enemigo en su dominio parcial.

Pero justo cuando la criatura fue destruida, un espíritu residual se liberó… y susurró el nombre de Kenjaku antes de desvanecerse.

Silencio.

—¿Kenjaku? —preguntó Nobara—. ¿Qué tiene que ver esto con él?

Victor bajó la cabeza. Sukuna, desde su mente, rió.

—El juego ya empezó —dijo la voz en su mente—. Y tú eres el premio mayor, chico.

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Epílogo: La Advertencia

Esa noche, Victor fue llamado al dojo.

Allí estaba Toji Fushiguro.

—Tú eres el nuevo Sukuna, ¿eh?

Victor lo miró, con sorpresa y algo de miedo.

—¿Tú quién…?

—El tipo que puede matarte si cruzas la línea. Y no importa cuántos brazos o ojos tengas. Si te sales del camino… yo seré el primero en cortarte la cabeza.

Victor tragó saliva.

—Entonces será mejor que no lo haga.

Toji sonrió, apenas.

—Más te vale.

Capítulo 5 (Parte 2): El Juego de las Maldiciones

Victor se quedó solo en el dojo, los ecos de las palabras de Toji Fushiguro todavía resonando en su mente como una advertencia grabada a fuego.

—"Si cruzas la línea, te cortaré la cabeza"… —repitió en voz baja, mientras apretaba los puños.

El silencio se quebró con una risa. No una risa cualquiera. Era esa risa. Burlona. Cruel. Resonando en su cabeza como un eco siniestro.

—¿Vas a dejar que te hable así? —dijo Sukuna desde su subconsciente—. Él es débil. Todos lo son. Y tú… podrías aplastarlos con solo desearlo.

Victor se tocó la frente. Las marcas del demonio no se habían manifestado, pero las sentía latir debajo de la piel.

—Cállate. No soy tú.

—¿No lo eres? —la voz cambió, más grave, más oscura—. Entonces, ¿por qué me dejaste salir durante la pelea? ¿Por qué usaste Kai y Hachi? ¿Por qué te sentiste tan… vivo?

Silencio. Victor no podía responder.

Sukuna, desde su trono interior, sonrió.

—Estás comenzando a entenderlo, ¿verdad? Este mundo no es blanco o negro. No hay héroes aquí. Solo monstruos con diferentes máscaras.

Y entonces vinieron los flashbacks.

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Flashback: El Incidente de Shibuya

Victor cayó de rodillas mientras las imágenes invadían su mente. No eran suyas, pero las sentía como si lo fueran.

Los gritos. El caos. Los edificios colapsando. Las barreras encerrando a civiles.

Y él —o mejor dicho, Sukuna— caminando entre el desastre, con una sonrisa que helaba la sangre. Cuerpos volando, sangre en el aire como lluvia maldita. Mahoraga desatado. Jogo incinerado. Todo reducido a cenizas.

—¿Lo recuerdas? —dijo Sukuna desde la oscuridad—. Eso es lo que soy. Lo que tú puedes llegar a ser.

Victor gritó. Abrió los ojos. Estaba solo, sudando frío.

—Yo no soy tú —dijo, casi suplicando.

—No. Aún no.

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Escena: Reunión en el Aula de Estrategias

Al día siguiente, Gojo convocó a todo el grupo.

—Tenemos un problema —dijo, mostrándoles una imagen en una pantalla—. Una serie de muertes ha empezado a repetirse con un patrón muy familiar.

En la imagen: cuerpos sin órganos, marcados con maldiciones, colgados en techos de edificios escolares.

—¿Mahito? —preguntó Yuji, alarmado.

—No. Pero alguien está copiando sus métodos. Alguien nuevo. O alguien muy, muy viejo.

Victor sintió una presión en el pecho.

—¿Kenjaku?

—Probablemente —asintió Gojo—. Pero esto es lo raro: las víctimas eran antiguos miembros del Clan Kamo… y estaban marcados con una maldición especial. Como si alguien los estuviera usando como piezas de ajedrez.

Megumi frunció el ceño.

—¿Entonces esto no es solo una masacre?

—Es un mensaje —dijo Gojo—. Y parece que el destinatario… eres tú, Victor.

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Escena: Enfrentamiento Mental

Esa noche, mientras intentaba dormir, Victor volvió a ese lugar interior. El trono de piedra. Las calaveras. Y Sukuna, sentado como un dios.

—Te buscan a ti —dijo el Rey de las Maldiciones—. Porque eres el recipiente perfecto. La mezcla ideal. Mi poder, tu alma… y ahora, mi pasado.

—¿Qué quiere Kenjaku de mí?

—Lo mismo que siempre ha querido: control. Poder absoluto sobre la evolución de los hechiceros. Tú no eres solo un error. Eres su obra maestra inacabada.

Victor lo miró con furia.

—Entonces destruiré todo lo que él mande. Incluso si eso significa usarte.

Sukuna se rio.

—Usa mi poder todo lo que quieras. Pero recuerda esto: cuanto más lo hagas… más dejarás de ser Victor.

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Epílogo del Capítulo 5

En una instalación secreta, Kenjaku observaba a través de una barrera ritual.

A su lado, dos figuras encapuchadas —hechiceros malditos, retorcidos y resucitados— aguardaban instrucciones.

—El nuevo Sukuna empieza a despertar —dijo Kenjaku con voz serena—. Es hora de enviarle un regalo. Que vea que, por mucho que luche… no puede escapar de lo que es.

Uno de los encapuchados sonrió. Tenía múltiples ojos y lenguas que susurraban maldiciones.

—Nosotros lo haremos… recordar.

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