ZADDY "RECUPERANDO A MI ESPOSA

POV: Narrador Omnipresente.

Gerónimo ha triunfado en las elecciones parlamentarias. El público lo ovaciona, los flashes de las cámaras lo rodean, pero su mirada solo busca a una persona.

Su partido ha logrado la mayoría de miembros en el parlamento, lo que le abrirá las puertas para que Arnold asuma el cargo de primer ministro.

Marla.

Quería celebrar con ella este triunfo, compartir con su esposa la victoria que tanto esfuerzo le costó, pero… no la encuentra.

Una vez más, siente que Marla lo ha dejado de amar. Primero, el día de su aniversario, hace seis meses, nunca llegó. Ahora, ni siquiera le contesta el teléfono, solo lo envía a buzón.

Su pecho se aprieta.

—Ven, vamos… están preguntando por ti para las fotos —dice Brenda, tomándolo de la mano.

Gerónimo no se resiste. Su cuerpo está ahí, posando para la prensa, pero su mente es un caos.

Brenda no pierde oportunidad de pegarse a él. En cada foto se acerca demasiado, en una incluso parece que se están besando. Y, como era de esperarse, los rumores empiezan a correr.

"Gerónimo Báez y Brenda: ¿Un romance en puerta?"

"La esposa desaparecida del candidato que ocupó el primer lugar en el parlamento."

"Brenda, la nueva mujer en la vida del parlamentario."

La ausencia de Marla y la cercanía de Brenda desatan el escándalo.

Pero Gerónimo tiene cosas más importantes de qué preocuparse. Su victoria implica recorrer los distritos, conocer las necesidades de la gente y trazar planes de ayuda.

En el fondo, está furioso con Marla. Su silencio lo ha carcomido durante meses. Así que decide no llamarla. Si ella no quiere saber de él, él tampoco la buscará.

Hasta que un día…

—Gerónimo, espero que le des a mi hija el lugar que se merece y no la conviertas en el hazmerreír de todo el mundo —la voz de Arnold, el padre de Brenda, lo saca de su ensimismamiento.

Gerónimo frunce el ceño y su manzana de Adán sube y baja por la furia contenida.

—No entiendo de qué hablas, Arnold. Entre Brenda y yo no hay nada más que una relación laboral.

—Perdona que te contradiga —dice el hombre mayor, arrojando varias revistas sobre el escritorio—, pero estas fotos dicen otra cosa.

Gerónimo las hojea rápidamente.

Él con Brenda.

Ella rozándole los labios.

Sonriendo juntos.

En una, ella lo mira como si fueran pareja.

Un rugido de ira le sube por la garganta.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, Marla está en Asia.

Intentando recoger los pedazos de su corazón.

Gerónimo solo la ha llamado una vez en seis meses. Y fue para pedirle el divorcio.

Al principio, pensó en firmar los papeles y desaparecer. Pero después… con la cabeza fría, decidió algo más.

"Si Gerónimo quiere divorciarse, que me busque. Que me lo pida en la cara."

Y cuando lo haga, sabe que ese día terminará de morir.

Los días pasan. Gerónimo regresa, por fin, a su casa.

—Bienvenido, señor —lo saluda el mayordomo con voz temerosa.

—Hijo… pensé que te habías olvidado de tu hogar —dice doña Conchita, la empleada más antigua de la casa.

Gerónimo levanta una ceja, sorprendido.

—Conchita, ¿no te parece que estás siendo melodramática? Claro que iba a regresar. Este es mi hogar. Aquí vive la ingrata de mi mujer —responde con sarcasmo.

Pero Conchita no sonríe. No bromea. Solo lo mira con una tristeza que lo incomoda. Niega con la cabeza, como si supiera algo que él ignora… o que se niega a ver.

Ella vio a Marla llorar mientras la ayudaba a empacar sus maletas.

Fue testigo del temblor en sus manos, de la forma en que apretaba los labios intentando contener los sollozos. Pero, sobre todo, vio la resignación en su mirada… como si su corazón se hubiera roto en pedazos irreparables.

Marla no dijo mucho aquella noche. Solo le hizo una última petición:

—Quédense, por favor. No se vayan hasta que Gerónimo dé la cara.

Conchita y Pedro aceptaron sin dudar. Sabían que la casa ya no sería la misma sin ella, pero era lo mínimo que podían hacer.

Y aunque Marla se marchaba con el alma hecha trizas, seguiría asumiendo sus salarios hasta que todo estuviera claro.

Porque incluso en su peor momento, ella no los abandonó.

Porque ella tenía corazón.

No como su jefe, que prefirió desaparecer en lugar de dar la cara.

Conchita lo observa con detenimiento antes de hablar. Su voz suena melancólica.

—Me imagino que vienes a despedirnos en persona.

Gerónimo frunce el ceño.

—¿De qué hablas, Conchita?

Ella se aleja sin responder. Regresa con un sobre en la mano y se lo entrega.

—De esto. Siempre pensé que, si me despedías, lo harías de frente.

Gerónimo arranca el sobre de sus manos. Sus ojos recorren las líneas con rapidez hasta que su respiración se detiene por un segundo.

Carta de despido. Firmada por él.

Pero él nunca firmó ese documento.

Su nombre en tinta negra. Su rúbrica inconfundible.

Sus manos tiemblan de furia. Su respiración se acelera…

—¿Qué clase de broma es esta? ¡Yo jamás firmé esto!

—¿No me dirás que ahora sufres de Alzheimer?

Gerónimo la ignora. Su mente se acelera, atando cabos.

—¿Dónde está Marla?

—Se marchó… después de recibir los papeles del divorcio.

El rostro de Gerónimo se vuelve pálido.

—¿Papeles de divorcio?

No lo puede creer.

Alguien ha jugado con él. Con su matrimonio.

Y si hay algo que Gerónimo Báez no perdona…

Es la traición.

Gerónimo se deja caer en la silla, sintiendo cómo el peso de su propia vida lo aplasta. Su rostro se oculta entre sus manos.

"¿En qué momento todo se fue a la mierda…?"

"Su vida… su matrimonio eran perfectos."

Nada tiene sentido, pero hay algo de lo que sí está seguro: sabe quién es la maldita perra detrás de todo esto.

Levanta la cabeza, sus ojos llenos de furia se clavan en Conchita.

—Dime, ¿por qué nunca respondiste mis llamadas? ¿Por qué no me avisaste de lo que estaba pasando?

Su voz es una mezcla de rabia contenida y desesperación.

La mujer mayor lo observa con tristeza.

—Gerónimo… las pocas veces que me contestabas, eras un grosero. Tus únicas palabras eran: "Ya estás fuera de mi casa."

Lo dice imitando su tono fuerte y seco, como si cada palabra le doliera en el alma.

Gerónimo la mira incrédulo. No puede ser. Él jamás le hablaría así y menos a ella.

—No… yo nunca…

—Incluso tengo tu último mensaje.

Conchita saca su viejo teléfono y se lo muestra.

✉️ Espero que ya todos ustedes y la bruja de mi exmujer estén fuera de mi casa.

Su sangre se congela.

Niega con la cabeza.

"No. No. Esto debe ser una jodida pesadilla."

Con un movimiento brusco, saca su celular del bolsillo.

—Llámame. Ahora.

Conchita obedece y pone el altavoz.

El teléfono de Gerónimo nunca suena.

Pero alguien responde.

📲 ¿Qué quieres, vieja asquerosa?… Cállate y lárgate de mi casa.

La voz al otro lado de la línea es grave, firme. Idéntica a la suya.

Un escalofrío recorre la espalda de Gerónimo y su cuerpo se tensa aún más.

Su corazón martillea contra su pecho.

"Es su voz… pero él está ahí, parado frente a Conchita."

Su respiración se agita, su mente va a mil por hora.

Alguien ha estado haciéndose pasar por él. Han clonado su teléfono…

Y ahora todo empieza a encajar.

Marla.

"Marla se fue porque creyó que él la había echado." ¿O algo más…?

Y quien esta detrás de esto… se aseguró de que ella lo odiara.

Su mandíbula se tensa hasta doler. Sus puños se cierran.

Espera estar equivocado y que los que ha considerado sus amigos no estén involucrados…

Porque no tendrá  piedad y lo va a pagar muy caro…