Kael Walton no fue criado, fue forjado, desde niño conoció más el frío del abandono que el calor de una familia. A los quince años quedó huérfano, y su refugio fueron las calles, los trabajos mal pagados, y los silencios largos que solo entienden los que han sobrevivido más de lo que han vivido.
El ejército le dio estructura, disciplina, y una nueva identidad: soldado, protector, fantasma. A los 25 años, pensó que había encontrado la única guerra que valía la pena luchar: el amor. Pero la felicidad duró poco. Su esposa fue asesinada por un mafioso al que todos temían, excepto Kael. Desde entonces, el amor quedó enterrado junto a ella.
Años después, en medio de una misión de venganza donde logran su cometido, cuando al fin reina la paz para el solo era el inicio de un caos y encanto, llamado Nadia Drake.
Podrá Nidia Alojarse en el corazón de Kael?
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Capítulo 5:
...QUIERO CORRER, PERO TAMBIÉN QUIERO QUE ALGUIEN ME ALCANCE...
Un nuevo día daba inicio y Kael se despertó a las cinco de la mañana, como de costumbre.
Después de una hora de Ejercicio, se dio una ducha fría, y preparo su desayuno balanceado.
Todo perfecto, pero sobre todo programado y a la vez todo… vacío y es ahí donde estaba el gran problema, la ausencia, la soledad, esa que no se había dado de cuenta que poco a poco lo consumía.
Había una pregunta que rondaba su mente, si los días eran exactamente como le gustaban: previsibles, silenciosos, sin sobresaltos, entonces, ¿por qué desde que había visto a Nadia, primero en la boda y luego en esa cafetería... su rutina perfecta se sentía como una camisa que le apretaba el alma?
Dejo el desayuno a medio terminar e hizo cien flexiones más de lo habitual. Pero lastimosamente eso no ayudó, esa no era la solución y estaba consciente que muy en el fondo Nadia de milímetro a milímetro estaba logrando su cometido.
¿Pero qué haría ahora?, hace años que no sabe cómo lidiar con una mujer y muchísimo menos, cuando esa mujer era más joven que él, y el temor volvió e hizo acto de presencia.
— Kael, olvídate de esa niña, basta.... no eres hombre para ella. — se regañó a sí mismo, mientras se alistaba para salir a tomar aire fresco, tal vez eso le ayudaría a pensar con más claridad.
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Nadia también se despertó temprano, su teléfono tenía cinco mensajes de Alemania, dos reuniones pospuestas y un informe sobre una posible expansión en Francia.
Nada fuera de lo común… salvo por el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, no sintió el menor impulso de contestar de inmediato.
Se sirvió café, el mismo de siempre, pero le supo diferente.
Quizás era el hecho de que Kael, la desplazo de su órbita, de su rutina, hasta de lo que pensaba, si con tan solo mencionar su nombre ya su corazón latía desenfrenadamente, no se quería imaginar algo más allá.
Luego vino a sus pensamientos aquella pequeña sonrisa, quizás tomarse ese café la llevo a revivir la pequeña conversación que tuvieron en la cafetería.
O quizás… sencillamente ella sabía que él empezaba a abrir una puerta que llevaba años cerrada.
Y eso, para Nadia, era una de las cosas más poderosas que podía lograr una persona: hacer que alguien dañado por la vida se animara a sentir otra vez.
Sin pensar más, decidió cambiarse y salir a tomar aire fresco, tal vez le hiciera mejor despejar la mente.
...****************...
Kael estaba sentado en el parque, el mismo banco de siempre, al que solo iba cuando necesitaba pensar.
Tenía una libreta, de esas de tapa dura que siempre compraba y casi nunca usaba.
La abrió, escribió solo una palabra:
..."Nadia."...
Y luego nada más.
No sabía qué hacer con eso, era como tener una granada emocional en el bolsillo sin saber si tirar el seguro o enterrarla otra vez.
Fue entonces cuando alguien se sentó a su lado.
—¿Sabías que estás en mi banco favorito?
Kael giró la cabeza.
— Nadia.
No llevaba maquillaje, ni ropa llamativa, pantalones holgados, camiseta blanca, una cola de caballo desordenada y una expresión... peligrosa.
De esas que dicen “no me importa si me echas, yo igual me quedo”.
—No sabía que los bancos eran de propiedad privada — dijo él, sin sonreír, pero tampoco huyendo.
—Este sí, lo reclamé hace un año en uno de mis viajes para visitar a mi hermano, pero justo después de encontrarme con una paloma psicópata.
Kael la miró como si no supiera si reírse o levantarse e irse.
—¿Paloma psicópata?
—Sí, se me paró en la cabeza, literal... me tomó como rehén durante cinco minutos, fue traumático.
Kael, a pesar de todo, soltó una risa corta, pequeña, pero sincera.
—Estás loca.
—¿Y tú no? Estás escribiendo en una libreta sin escribir realmente.
Él cerró la libreta con calma.
—A veces no sé qué poner.
—Entonces es cuando hay más que decir.
Al parecer ya era costumbre entre Nadia y Kael, un Silencio se posiciono entre ellos, pero esta vez, cómodo.
Pasaron alrededor de quince minutos así, sin hablar, sin saber qué decir, viendo pasar gente, niños, perros, bicicletas.
Nadia sacó una botella de agua de su mochila.
—¿Sabías que tome una decisión y voy a quedarme en Estados Unidos indefinidamente?, ya lo pensé muy bien.
—Lo sospechaba, aunque me habías dicho que era solo por una pequeña temporada.
—¿Y qué piensas al respecto?
Kael la miró de reojo.
—Pienso que no deberías tomar decisiones importantes basadas en alguien que no sabe lo que quiere.
—No lo hice, me quedo porque me interesas, pero no planeo quedarme esperándote.
Kael frunció el ceño.
—¿Entonces por qué estás aquí?
—Primero fue casualidad, no pienses que te estaba siguiendo, vine precisamente a tomar mi decisión y tú estabas en esta banca y con solo verte latomé, y también porque a veces, las personas necesitan que alguien se siente a su lado sin presionarlas.
Él tragó saliva, aquello era... nuevo, raro y sobre todo dolorosamente honesto.
—No estoy listo.
—Tampoco te estoy pidiendo que lo estés. Solo... no cierres la puerta antes de mirar lo que hay del otro lado.
Ella se puso de pie, lo miró con una ternura que lo dejó inmóvil.
—Tú decides, Kael. ¿Corres o caminas conmigo un rato?
Kael no respondió era impresionante la manera de como esa niña lo desarmaba, acaso él no era un hombre de cuarenta años, estratégico, analizador, como es posible que en el amor es un completo imbécil el cual una niña le daba mil vueltas y el embelesado.
Ella se fue.
Y él, por primera vez desde la muerte de su esposa, sintió que quedarse no era tan aterrador como antes.
Esa noche, Kael no durmió.
Se quedó en el balcón de su departamento mirando las luces de la ciudad.
Pensando en su esposa, en la risa de Nadia, en las palabras que no decía, pero que empezaban a empujar desde adentro.
Y entonces, como si la madrugada fuera cómplice, abrió su libreta otra vez.
Y debajo de “Nadia”, escribió:
...“Quiero correr, pero también quiero que alguien me alcance.”
...
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Gracias por leer y apoyar está novela, gracias por sus 👍, sus 🎁, sus votos y comentarios....
que decepción
así me gusta que no tengan tantos capitulos 💯