El odio entre Liam y Allison siempre ha sido evidente, cada enfrentamiento es una guerra intelectual. Ella es una chica lista y vengativa y él, un genio soberbio que cree estar siempre por encima de todos.
Pero lo que ambos ignoran es la afilada línea que separa su codicia por el poder, con sus impulsos y la atracción.
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Títere
~ Allison
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Por si fuera poco, Baudelaire también era la encargada de presentar el registro oficial de Liam ante la directiva de la facultad, y obviamente, como la servilleta que soy, me ordenó que le entregara algunas hojas para que el niño las pudiera firmar. Porque no podía llamarlo a él directamente, ¿verdad? El pobrecito estaba demasiado ocupado. Hay que ahorrarle la fatiga.
Nunca me molesté en agendarlo en mis contactos, y me estaba arrepintiendo ahora porque desperdicié toda la mañana tratando de localizarlo. Muy raro, justamente cuando más necesitaba encontrarlo, era cuando menos se cruzaba en mi camino. Incluso me había tomado la molestia de revisar mesa por mesa en la biblioteca por si se me pasaba algún detalle, estaba repleta, así que terminé por apartarte del sofoco y salir de allí en cuanto pude. Tampoco tenía clases con él ese día y no tenía la más mínima idea de su horario.
Después de dar vueltas como insecto con la luz, decidí ir a la cafetería por un frapuccino, y fue cuando lo vi, antes de irme lo encontré sentado en la parte externa, bajo las sombrillas, masticando un sándwich con una tranquilidad que me hizo hervir más de lo que ya estaba por el sol. Es lo que digo; mientras yo me ahogaba con el calor que desprendía mi propio cuerpo y me derretía los pies de cansancio por caminar tanto tiempo, él solo estaba relajado bajo una sombrilla, tragándose un pan.
—Oye —lo llamé con rabia, levantó la cabeza sin dejar de comer.
—¿Qué pasa ahora?
Preguntó con fastidio, el muy descarado. Esa era la forma en la que me pagaban después de terminar con la cabeza ardiendo por el calor de tanto exponerme. Pude haber tirado sus archivos a la taza del baño y fingir demencia, ganas me sobraban. Jalé la silla que estaba junto a él, haciendo el ruido necesario para demostrar lo fastidiada que estaba, y me senté, lanzándole la carpeta en la mesa.
—Toma. Baudelaire te los envía.
Lo miró, dejó su sándwich en un plato y se sacudió las migajas de las palmas para poderlo tomar.
—Gracias —la abrió y pasó las hojas, leyendo el contenido rápidamente, los ordenó y volvió a analizarlos detenidamente—. Los necesitaba para poder avanzar con el ensayo.
Sí, yo sabía perfectamente para qué eran esos documentos. No tenía que mencionarlo cada que tenía oportunidad.
Había cruzado los brazos y estirado mi cuerpo, dispuesta a arrebatarle el pan como pago por haber deambulado por horas en el campus. Lo mínimo que tenía que hacer era comprarme otra bebida, y estaba dispuesta a reclamarla cuando de repente, vi cómo se le juntaban las cejas. Se sobresaltó y empezó a repasar las hojas una y otra vez.
Cerró el folder de golpe.
—Espera.
Ash, espera nada, lo que debí haber hecho era irme conforme se los entregué en las manos, y tomar una foto como prueba para evitar cosas como esta, tal cual delivery de amazon.
—¿No deberían ser seis en total?
¿Y yo qué sé cuántas eran en total?
—Pues no tengo idea, solo me dio la carpeta así como está, y únicamente me encargué de entregártela.
Se llevó los dedos en pinza hacia el puente de la nariz, suspirando forzadamente.
—¿No revisaste el contenido antes de entregármelo?
¿Perdón? Solté una risa seca.
—No, Liam. ¿Para qué haría eso?
Volvió a abrir la carpeta y a pasar la mano por los archivos, como si con ese movimiento ansioso hiciera aparecer las faltantes. Que ni se atreviera a culparme por esto, no iba a poner en riesgo mi vacante por unas míseras hojas. Esta no era parte de mis responsabilidades, que agradezca que le estaba haciendo el favor.
—¿Para qué? Porque entonces no estaría pasando esto ¿Y qué pasa si necesito esos archivos? —pues qué te respondo—. Tendré que volver a solicitarlos y el proceso no es rápido. Siento que lo estás haciendo a propósito para intentarme sabotear.
Qué dramático.
No me gustó el tono que estaba usando conmigo. Admiré en silencio el vaso de plástico que contenía lo que quedaba de mi bebida, ya me había comido la capa de espuma que lo cubría y solo quedaba una tercera parte del líquido café, perfecto para lanzárselo en la cara. No me había estado quemando los brazos en el sol para que me tratara de esa forma.
—Pues es tu problema.
Levanté los hombros, bebiendo lo que restaba de mi vaso. Recompuse mi posición para inclinarme y tomar su sándwich. Ni si quiera le importó, estaba ocupado oprimiéndose el cerebro por sus documentos. Se rascaba la cabeza con una mano mientras con la otra repetía la acción de revolotear las hojas. Podía escuchar hasta su respiración agitarse y eso me estaba molestando.
—No puedo creerlo —murmuró entre dientes—. ¿Es tan difícil para ti revisar la carpeta antes de dármela si sabías que era algo importante?
Suspiré, dejando claro mi hartazgo.
—Mira. Lo mejor hubiera sido que tú mismo los recogieras en su oficina, no que yo estuviera todo el día como tu paloma mensajera. No es mi culpa que hayas estado ausente, quién sabe haciendo qué.
Empujé la silla hacia atrás para levantarme. Si quería seguir quejándose, podía hacerlo solo. ¿Cómo me podía tachar a mí de irresponsable cuando ni siquiera tenía nada que ver con este asunto? Es increíble cómo terminó arrastrada en sus asuntos de todas maneras. Me marché de allí, claramente indignada, antes de seguir soportando sus lloros. Me fui con su pan, por supuesto.