Soy Sandra Mehias mi familia era una de las mas poderosas del país, pero debido a un mal negocio hecho por mi padre quedamos sin nada, mi esposo Fabriccio Berlusconi un poderoso empresario dueño de empresas Berlusconi.
Nuestro matrimonio siempre estuvo cargado de amor, aunque en ocasiones teníamos problemas como en cualquier matrimonio habíamos logrado formar un hogar estable para nuestros hijos: Maria Alejandra de 16 años e Iker de 14 años, ambos la luz de mi vida.
Pero un día todo cambió el cuento de hadas que había creado desapareció y mi matrimonio de 20 años fue marcado por una tragedia. Acompáñame a descubrir secretos ocultos y traiciones que marcaron el fin y el inicio de mi vida
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Capítulo XIV Nuevos sentimientos
Esa mujer me tenía intrigado. Si realmente estaba tan necesitada de dinero, ¿por qué no quiso escuchar mi propuesta? Yo podía ofrecerle todo lo que quisiera, incluso ayudarla a mantener a sus hijos sin complicaciones. Sin embargo, ella prefería aferrarse a su orgullo. La duda me asaltaba: "¿Me habré equivocado con ella? ¿De verdad no era una arribista que solo buscaba el dinero de los hombres?", me cuestioné.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió y entró Sandra. "Señor, en la recepción hay una señorita que desea hablar con usted".
"¿De quién se trata?", pregunté sin apartar la vista de la computadora.
"Dice que es su novia, Ramona Garcés".
"Esa mujer no es nada mío. Dile al vigilante que la eche de mi empresa", ordené con fastidio.
"Como usted ordene, señor". Sandra salió de mi oficina, visiblemente distante. No era para menos, después de lo que le había dicho. A pesar de todo, no podía evitar sentirme intrigado por ella; cada vez que la veía, mis pensamientos se tornaban muy subidos de tono.
Según me informaron, Ramona había hecho un espectáculo en el vestíbulo, algo común en las mujeres; una vez que decidías terminar con ellas, se volvían locas. La jornada laboral llegó a su fin y el día fue tranquilo, a pesar del incidente con mi exnovia. Al salir de mi oficina, encontré a Sandra todavía trabajando. "Ya puedes irte a tu casa", le dije.
"Terminaré este asunto y luego me retiro", respondió mientras miraba intensamente la pantalla de su computadora.
"Mañana puedes hacerlo; además, tienes tiempo para eso", insistí para que regresara a casa con sus hijos.
"Señor, recuerde que en dos días termina mi mes de prueba y quiero dejar todo en orden para su nueva asistente", explicó mientras dejaba lo que estaba haciendo.
"¿De qué hablas? Tú seguirás siendo mi asistente. Ya le dije a recursos humanos que te contraten", afirmé. La expresión de asombro y felicidad en el rostro de Sandra era digno de un poema.
"¿Es en serio?", preguntó levantándose de la silla.
"Por supuesto. A pesar de tu mal carácter, has demostrado ser capaz y eficiente. Así que el lunes vendrás como mi asistente oficial". Al ver su rostro iluminado por la felicidad, comprendí que Sandra no era la persona que Beatrix Berlusconi había descrito; al menos eso quería creer. Me di cuenta de que no solo me atraía físicamente; quería compartir muchas más cosas con ella.
Los siguientes dos días pasaron volando y finalmente llegó la cena con mi hijo y mi hermana. "¿Seguro que Sandra vendrá?", preguntó Andrés impaciente.
"Te he dicho que sí. Aún es temprano", le respondí. En ese instante, el timbre de la puerta sonó y Andrés salió corriendo a abrirla. Amanda y yo nos miramos, dándonos cuenta de lo ansioso que estaba nuestro hijo por ver llegar a mi asistente.
Nos acercamos para recibir a los invitados. "¡Bienvenidos!", saludó Amanda con amabilidad.
"¡Tía Amanda!", gritaron los hijos de Sandra mientras abrazaban a mi hermana.
"Hola, Mariale", dijo Andrés con una chispa en sus ojos que nunca antes había visto. Entonces entendí por qué estaba tan ansioso por la llegada de Sandra.
"Veo que ustedes ya se conocen", comentó Sandra con una sonrisa radiante que la hacía aún más hermosa.
"Estudiamos en el mismo colegio aunque en cursos diferentes", respondió Andrés con entusiasmo.
La cena transcurrió con un aire de complicidad. Andrés, emocionado, hablaba sin parar sobre sus proyectos escolares y sus sueños de ser inventor. Sandra lo escuchaba atentamente, sonriendo con cada anécdota que él compartía. Era evidente que había una conexión especial entre ellos, algo que me llenaba de orgullo y un poco de celos al mismo tiempo. Mi hijo nunca se había abierto de esa manera con otra persona, de hecho nunca lo había visto tan feliz.
Mientras servían la comida, no podía evitar robar miradas a Sandra. Su risa era contagiosa y su forma de interactuar con mi hijo me hacía cuestionar mis propios sentimientos hacia ella. ¿Sería posible que no solo me atrajera físicamente? Esa idea comenzaba a tomar forma en mi mente.
"¿Y tú, Sandra? ¿Tienes algún sueño que quieras cumplir?", preguntó Amanda, tratando de incluirla en la conversación.
"Sabes bien que sí, me gustaría que esta pesadilla terminara y que ya sabes quienes me dejaran en paz", respondió Sandra con una gran tristeza.
"No te preocupes, estoy seguro de que todo saldrá bien", le dije, intentando mostrarle mi apoyo. "A veces, solo se necesita aceptar la ayuda de los demás".
Esa noche, mientras los niños jugaban en el salón y Amanda ayudaba a recoger la mesa, decidí aprovechar el momento. "Sandra, ¿te gustaría salir a tomar algo esta semana? Solo nosotros dos", pregunté, sintiendo cómo mi corazón latía más rápido.
Ella me miró sorprendida, pero rápidamente su expresión se transformó en una sonrisa cautivadora. "Pense que había quedado clara nuestra relación", respondió con sinceridad.
El resto de la cena pasó volando, lleno de risas y anécdotas. Pero en mi mente solo había espacio para pensar en como arreglaría todas las estupideces que le dije a Sandra. Mientras despedíamos a nuestros invitados, sentí que había dado un paso importante hacia algo nuevo y emocionante.
Cuando finalmente quedamos solos en casa, Amanda me miró con una ceja levantada. "Parece que estás interesado en Sandra".
"No lo sé... Tal vez", respondí evasivamente. Pero en el fondo sabía que mis sentimientos estaban creciendo por ella.
"Solo ten cuidado", dijo Amanda mientras limpiaba la mesa. "Mi amiga ha sufrido demasiado y no me gustaría que fueras precisamente tú quien termine de arruinar su vida".
"Por que piensas que la lastimaría?", pregunté confundido.
"¿En serio haces esa pregunta? Todos saben que no tomas en serio a ninguna mujer, así que ten en cuenta que ella no es como las demás mujeres co las que has salido".
Asentí, aunque sabía que no podría ignorar lo que estaba sintiendo. La intriga por saber más sobre Sandra y su vida me consumía; quería conocerla más allá del ámbito laboral.
Ella tiene q andarse con cuidado, porq una resbalada y lamalvada exsuegra le quita los niños