LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
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¡Maldita inmadurez!
—¿Están seguros de que este es mi vestido? —pregunta María Teresa desde adentro del vestidor, con un tono de temor.
Frente al espejo, su reflejo la deja desconcertada. El escote del vestido es atrevido y profundo sus tetas se ven más de lo que las ha mostrado en toda su vida.
Su espalda desnuda provoca un leve escalofrío erizándole la piel. Las transparencias alrededor de la cintura, llegando hasta sus caderas, la hacen sentir desnuda.
El largo, apenas por encima de la rodilla, la hace sentir que le falta tela. "No voy a sobrevivir al frío de la capital" piensa que morirá pronto de neumonía.
Compara la ropa interior que le habían dado en el spa contra la diminuta y ajustada tanga que ahora lleva puesta y podría decir que aquella era inmensa.
—Estamos completamente seguros. Ahora abre y déjanos ver al patito feo convertido en cisne real —insiste Roqui desde afuera, con su tono bromista y divertido, como si las inseguridades que ella siente no fueran más que un capricho pasajero.
MaríaT deja escapar un suspiro cargado de resignación. Se mira una última vez más en el espejo.
El reflejo que le devuelve es de una mujer diferente a lo que ella es. No logra reconocerse.
En su juventud, un vestido así habría sido impensable. En el barrio donde creció, prendas de ese estilo eran casi un delito, una falta grave al decoro y la moral.
Después, cuando se casó con Rodri, la abuela de él tomó el control de su guardarropa, asegurándose de que vistiera "como una mujer casada y recatada".
Sus zapatos de tacón alto están reservados únicamente para reuniones con clientes, y siempre opta por los modelos más discretos y cómodos posibles.
Ahora, frente a ese espejo, todo parecía sacado de un mundo completamente ajeno.
Si sus hijos la vieran así, está segura de que no la reconocerían. Y, siendo sincera consigo misma, ella tampoco lo hace.
¡Por Dios! Definitivamente lo que te faltaba era ropita decente —Roqui lleva las manos a su boca, claramente asombrado. Su amiga se ve preciosa—. ¡Mamacita, estás de infarto! ¡Qué cuerpo tan escultural tenías oculto debajo de esos arapos!
María Teresa, se siente entre, halagada y avergonzada al escuchar esos comentarios.
—Te lo dije, no hay mujer fea, sino mal arreglada —añade Marla, mirando la belleza de su prima.
—Estás preciosa, esta noche vuelves a perder la virginidad —dice Roqui, tomándola de la mano y haciéndola girar para admirarla por completo—. Porque, amiga, eso de allá en medio ya debió haber regresado a su estado inicial… ¡y hasta telarañas debe tener! —añade con una sonrisa traviesa, señalando su centro de manera descarada mientras estira la boca en esa dirección.
MaríaT, lo mira con asombro, " ¿acaso se nota tanto?" Su rostro se torna rojo por la vergüenza
—Yo no voy en busca de hombres —recalca María Teresa con firmeza, tratando de esconder la incomodidad.
—El documento dice… déjame buscar en mi teléfono —Marla saca el móvil con rapidez de su bolso, tecleando mientras le lanza una mirada juguetona—. Aquí está. Y si no estoy mal, fuiste tú quien agregó esa cláusula. "Si para el cumpleaños número 45, una de las presentes está soltera, no se podra negar a la oportunidad de tener un buen revolcón.
María Teresa abre los ojos como dos platos, a punto de salirse de sus órbitas, el susto y la incredulidad expresados en su rostro.
—¡Maldita inmadurez! —refunfuña, recordando ese día y las copas que tenía encima. Lo peor es que solo lo legalizaron hasta que Marla cumplió los 18 años y ella fue la que insistió, ya que le parecía algo emocionante.
—¡Ya deja el melodrama, que hoy es día de cacería! —¡La noche está hecha para portarnos mal! —exclama con una sonrisa traviesa, como Si ese fuera el único propósito de las horas que tenían por delante.
Su vestido rojo de tirantes se ajusta perfectamente a su figura, destacando cada curva con un aire de desbordante confianza.
—Pero me voy a congelar, ¿acaso no ven el frío que está haciendo y la lluvia que cae? —protesta María Teresa, señalando a través de la ventana el clima frio en la calle.
—Deja de lloriquear, aquí tienes este abrigo para que no mueras de hipotermia —responde Roqui con una sonrisa traviesa, mientras la ayuda a ponérselo.
—Y aquí tienes este hermoso bolso, que va de maravilla con el look. A propósito, tus hijos no han parado de llamarte —añade Marla.
María Teresa muerde su labio inferior y deja escapar un leve suspiro antes de tomar el teléfono para devolverles la llamada.
—Mamá, ¿dónde estás? ¿Por qué no respondías? —la voz preocupada de Adrián llega al otro lado de la línea, un toque de ansiedad evidente.
—Estoy de compras y me olvidé del celular —responde rápidamente, con una disculpa apresurada.
—¿Pero por qué no avisaste? ¿Ya vienes? Estamos con Charrill, esperándote.
—Aún estoy algo demorada —responde con tono seco, sin ganas de entrar en detalles.
—Pero mamá, te trajimos una torta, ¡es tu cumpleaños! Y no sabes todo lo que dejamos de lado para venir —le reprocha Adrián, buscando hacerla sentir culpable con su tono acusador.
—Déjame, ya miro cuánto me demoro —responde, sintiéndose culpable y mirando a sus amigos con ojos de súplica, ya que dañará los planes.
Marla la observa con picardía, achicando los ojos, y sin previo aviso, le arrebata el celular de las manos.
—Hola, papito —dice Marla con tono travieso, sonriendo al escuchar el sonido de la llamada.
—Tía —responde Adrián, su voz desconcertada y algo confundida.
—Tu mamá, es decir, mi prima, está conmigo y nos vamos a rumbear, así que no la esperes —afirma Marla, sin espacio para refutaciones.
—¡Pero tía! —refunfuña Charrill, claramente molesta y sorprendida.
—Hola, sobrina —responde Marla con tono juguetón, antes de añadir, desafiando cualquier objeción—: Ya les dije. No la esperen. —Y cuelga con una sonrisa socarrona, dejando a los chicos completamente desconcertados y en silencio.
María Teresa, aún intentando tomar su teléfono, es detenida por Roqui, quien se lo arrebata con rapidez.
—Queda confiscado hasta nueva orden —dice Roqui con una sonrisa burlona, mientras guarda el móvil en su bolso sin titubear. —Y cambia esa cara, que nos vamos de cacería —añade, acercándose a María Teresa y, con un gesto juguetón, le ajusta la sonrisa en el rostro—. Ahora sí luces perfecta.
Roqui coloca sus manos en la cintura como jarros para que las dos damas se enganchen a cada lado y salir rumbo a la discoteca.
Media hora después, ingresan a la zona VIP del lugar, tomadas del brazo de Roqui, como si fueran parte de un desfile. La atmósfera está cargada de energía, música y bellos especímenes.
La mirada de un par de caballeros que no las pierde de vista ni por un segundo.
María Teresa siente sus piernas temblar con cada paso, la tensión se apodera de su cuerpo y siente que su vestido con el movimiento se eleva. La inseguridad la recorre.
—Señora...