Obsesión Peligrosa~

Elena despertó al día siguiente con una extraña mezcla de emociones. La cena con Damian había sido mucho más tranquila de lo que esperaba, pero no menos intensa. Su presencia seguía siendo abrumadora, y aunque no quería admitirlo, le había resultado imposible ignorar el magnetismo que parecía envolverlo. Sin embargo, había algo más que la preocupaba: la sensación de estar jugando con fuego.

Aun así, decidió no permitir que Damian Moretti distrajera su rutina. Después de todo, había trabajado demasiado duro para llegar donde estaba como para dejar que un hombre —sin importar cuán persuasivo fuera— se interpusiera en su camino.

Elena llegó a la oficina temprano y, como siempre, se sumergió en los pendientes del día. La amenaza de la adquisición por parte de Damian seguía siendo una preocupación, pero sabía que necesitaría más información antes de confrontarlo directamente. Sophie, como siempre, fue su aliada más confiable.

—He revisado las transacciones de Carter Innovations —le informó Sophie mientras le dejaba un informe en la mesa—. Parece que los movimientos se están ralentizando, pero no tengo claro si es una estrategia o simplemente falta de recursos.

Elena hojeó el informe rápidamente.

—Damian no es alguien que se detenga por falta de recursos. Esto es un juego para él.

Sophie arqueó una ceja.

—¿Un juego personal o profesional?

Elena suspiró.

—Probablemente ambos.

Sophie sonrió con malicia, pero no dijo nada más. Elena la agradeció en silencio. Sabía que Sophie estaba al tanto de la tensión que había entre ella y Damian, pero al menos no hacía preguntas incómodas.

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A la hora del almuerzo, mientras revisaba correos en su oficina, su teléfono vibró con un mensaje. Esta vez, no era de Damian, sino de un número desconocido:

"Espero que estés disfrutando de tu día, pero ten cuidado en quién confías. No todos los que se acercan a ti tienen buenas intenciones."

Elena frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. El mensaje no tenía firma, pero algo en el tono la hizo sentir inquieta. Lo leyó varias veces, tratando de descifrar su significado. ¿Era una advertencia? ¿Una amenaza?

Antes de que pudiera darle demasiadas vueltas, Sophie apareció en la puerta con una expresión preocupada.

—Elena, hay un hombre aquí que insiste en verte. Dice que es importante.

Elena sintió un nudo en el estómago.

—¿Es Damian?

Sophie negó con la cabeza.

—No, nunca lo he visto antes. Pero parece... inquietante.

Elena dudó por un momento antes de asentir.

—Está bien, tráelo a la sala de reuniones.

Cuando entró a la sala, encontró a un hombre alto y corpulento esperando. Vestía un traje oscuro y tenía una expresión severa, casi intimidante.

—¿Quién es usted? —preguntó Elena directamente, cerrando la puerta detrás de ella.

El hombre la miró fijamente antes de responder.

—Mi nombre es Marco. Trabajo para Damian Moretti.

Elena sintió que la irritación comenzaba a burbujear nuevamente.

—¿Qué es lo que quiere Damian ahora?

Marco negó con la cabeza.

—No estoy aquí por órdenes de Damian. Estoy aquí para advertirle algo.

Elena lo miró con desconfianza.

—¿Advertirme? ¿De qué?

Marco se acercó un paso, bajando la voz como si temiera que alguien los escuchara.

—Damian no es alguien con quien deba involucrarse. Es peligroso, y aquellos que se acercan demasiado a él suelen salir heridos.

Elena lo observó en silencio, procesando sus palabras.

—Si estás tratando de intimidarme, no va a funcionar.

Marco negó con la cabeza de nuevo.

—No es una amenaza, señorita. Es un consejo. Manténgase lejos de Damian Moretti.

Antes de que pudiera responder, Marco dio un paso atrás y salió de la sala, dejándola sola con una mezcla de confusión y aprensión.

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Esa noche, mientras estaba en casa, no podía dejar de pensar en la advertencia de Marco. Algo en su tono la había convencido de que era sincero, pero al mismo tiempo, no podía ignorar la posibilidad de que esto fuera otro de los juegos de Damian.

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Elena se levantó con cautela y miró por la mirilla. Para su sorpresa, era Damian.

—¿Qué haces aquí? —preguntó al abrir la puerta lo suficiente para verlo.

—Necesitaba verte.

—¿Ahora apareces en mi casa como si nada? —Elena lo miró con incredulidad.

Damian sonrió con esa confianza que parecía desarmarla siempre.

—¿Puedo pasar o prefieres que hablemos aquí en el pasillo?

Elena suspiró y, contra su mejor juicio, abrió la puerta.

Damian entró, observando el espacio con curiosidad antes de volverse hacia ella.

—¿Recibiste alguna visita inesperada hoy?

Elena lo miró, sorprendida.

—¿Cómo sabes eso?

Damian se acercó, su expresión más seria de lo habitual.

—Porque conozco a Marco, y sé que le gusta meterse en asuntos que no le incumben.

—¿Qué quiso decir con su advertencia?

Damian suspiró, llevándose una mano al cabello.

—Quiso decir que mi mundo no es sencillo. Que no soy sencillo.

Elena lo miró con desconfianza.

—Eso ya lo sabía, Damian. Lo que no entiendo es por qué sigues insistiendo en acercarte a mí si sabes que esto no tiene futuro.

Damian dio un paso más cerca, y esta vez, su mirada tenía una intensidad que hizo que el corazón de Elena latiera con fuerza.

—Porque no puedo alejarme de ti.

Elena sintió que el aire entre ellos se cargaba de tensión. Intentó retroceder, pero Damian la tomó suavemente por el brazo, deteniéndola.

—Dime que no sientes lo mismo. Dímelo, y me iré ahora mismo.

Elena abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. Porque, por más que quisiera negarlo, no podía ignorar la atracción que sentía hacia él.

Damian pareció notar su silencio, y sin darle tiempo a reaccionar, se inclinó hacia ella. Sus labios se encontraron en un beso intenso, lleno de todo lo que ambos habían estado reprimiendo.

Elena quería resistirse, quería detenerlo, pero su cuerpo tenía otras ideas. Sus manos se deslizaron por los hombros de Damian, acercándolo más mientras el beso se profundizaba.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad. Damian la miró con una mezcla de deseo y determinación.

—Esto no ha terminado, Elena.

Sin esperar respuesta, salió de su apartamento, dejándola sola con su corazón latiendo frenéticamente y su mente llena de preguntas.

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