Alma Rota: El Despertar De Aria

Punto de vista de Alma

Una inquietud nació dentro de mi al ver cómo Ethan miraba a mi Aria, la forma en la que sus ojos brillaban cada vez que ella decía algo llamo mi atención. Estaba segura que ese joven se había enamorado de mi Aria. Pero que tan bueno o que tan malo era eso para nosotros. Según la Rosa Blanca Aria cambiaría a sus dieciocho años, la pregunta era ¿Cómo lo haría?, ¿Qué sería eso que detonaría su cambio? Asustada y llena de dudas decidí ir a la biblioteca para seguir leyendo sobre los seres sobrenaturales, habían una gran cantidad de ellos y en estos años tanto Lorenzo como yo los habíamos estudiado.

Al entrar a la biblioteca encontré a Ethan con un libro en las manos y no cualquier libro este era el más antiguo de todos en el que se hablaba de criaturas mitológicas devoradoras de almas capaces de transformar a los humanos en criaturas de la oscuridad. Me llamo la atención la manera en la que él tocaba la cubierta como si estuviera hipnotizado, no sé si fue idea mía, pero ví sus ojos cambiar de negro a rojo en cuestión de segundos y de nuevo volvieron a su negro habitual. El miedo al pensar que mi hija se estaba relacionando con algo así me invadió; sin embargo, esa duda se desvaneció al recordar que esos seres fueron eliminados por una raza llamada cazadores hace muchos siglos.

Me acerque a él quitándole el libro y devolviéndolo a su lugar, aunque me quedé mirando sus ojos, quería saber si podía leer algo en ellos. Tal vez el miedo de pensar que mi hija se estaba enamorando era lo que me hacía ver fantasmas donde no los habia.

Para romper el hielo quise invitar a Ethan a que nos acompañará a cenar, lo que el rechazo con la excusa de que tenía que volver a casa. Vi en los ojos de mi hija de decepción, demostrándome lo que ya temía: se habia enamorado. Su primera ilusión, su primer amor. Solo esperaba que Ethan estuviera a su nivel y no la lastimara.

—Espero que de verdad te haya ido bien. — Dije mirando a mi niña.

—Si, mamá aprendí mucho hoy. Mañana le demostraremos a ese profesor que no hicimos trampa.

—Bueno ya tu papá está por llegar ve y lávate las manos mientras sirven la cena.

La felicidad de Aria iluminaba nuestro hogar, ella realmente era un ser de luz y con su sola presencia hacia que las cosas se vieran mejor. Aún recuerdo sus tres años cuando la vimos crear esos animalitos que tanto les gustaban, ver qué les daba vida y un alma fue un espectáculo. Mi niña era capaz de dar vida donde no había nada. Solo esperaba que aquello que quería sus dones nunca la alcanzará.

Lorenzo llegó poco después de aquellos hermosos recuerdos, nos sentamos a la mesa y cenamos como la familia amorosa que éramos. Habíamos pasado por tanto que nunca permitiremos que nadie nos separara y mucho menos que lastimaran a nuestra hija.

Después de la cena cada quien se fue a su habitación, el día había sido algo pesado y ahora solo quedaba descansar y dejar que la vida siguiera su curso.

En la intimidad de nuestra habitación le conté a Lorenzo mis inquietudes respecto a Ethan y el llegó a la misma conclusión que yo: eran mis celos de madre que me hacían ver cosas que no habían. Sin embargo, me pidió estar al pendiente de Aria, ya que no sabíamos a qué nos enfrentaríamos en el futuro.

Punto de vista de Aria

Con la llegada de un nuevo día una luz de esperanza brillaba de nuevo en mi interior, Ethan se había preocupado tanto el día anterior por mi bienestar que la ilusión de que se fijara en mí volvió a nacer. Me levanté con mucho ánimo, camine hasta mi closet buscando ropa colorida y que no me quedara tan grande para llamar más su atención.

De repente sentí que el piso debajo de mis pies empezó a moverse con rapidez, mi visión se volvió aún más nublada y sentí que algo estaba cambiando, un fuego que quemaba salía de mis ojos dejandome completamente ciega. Cómo pude camine hasta el espejo; quería ver si algo me había dañando el rostro pues con mis manos no pude sentir nada. Los anteojos cayeron al suelo y mis pies tropezaban entre sí, algo no esta bien; pensé.

Me mire al espejo y la revelación ante mi me dejó sin palabras, me pellizque el antebrazo creyendo que estaba soñando, pero el dolor que sentí fue real, por primera vez pude ver mi rostro sin necesidad de usar anteojos, me quedé en shock al darme cuenta que mi visión se había sanado y que al fin podía ver el color verde de mis ojos.

Intenté ponerme de nuevo las gafas para descubrir que con ellas no podía ver absolutamente nada. Las quite rápidamente y salí corriendo a buscar a mis padres, era una noticia sorprendente y queria que ellos fueran los primeros en saber.

—!Hija! ¿Qué pasó?, ¿Por qué gritas así? — Preguntaron mis padres preocupados.

—Te ves tan hermosa, mamá. Y tú papá con razón mi mamá te ama tanto, eres tan guapo. — Dije saltando de felicidad.

Ellos me miraron extrañados y preocupados al mismo tiempo, no tenían idea de lo que estaba hablando.

—Por favor hija ¿qué está pasando contigo? — Insistió en la pregunta mi papá conmocionado.

—Estoy viendo sin los anteojos, los puedo ver claramente. ¿No es una maravilla? Esto es un milagro. — La emoción se notaba en mi voz, aunque mis padres se miraron con preocupación. —¿No están felices por mi? — Pregunté dejando de sonreír.

—No es eso mi amor, es solo que no esperábamos esto. — Dijo mi mamá dándome un abrazo.

—¿Estás llorando? — Pregunté secando sus lágrimas.

—Son lágrimas de felicidad, eres nuestro mayor tesoro y que esto ocurra es un milagro. — Dijo con la voz entrecortada.

—¿Estás feliz por mi, papá? — Pregunté a mi padre que por primera vez se quedó en shock.

—Claro que si... Por supuesto estoy feliz por ti hija.

Los tres nos unimos en un fuerte abrazo demostrando lo unidos que éramos como familia.