En un mundo medieval sumido en la oscuridad, Carter, un hombre que había aceptado su muerte solitaria a causa de un cáncer, se encuentra resucitado en un bosque desconocido. Conserva sus recuerdos del pasado y un error en su curiosidad le hace ser rescatado por unos hermanos de un pueblo cercano.
A medida que busca respuestas sobre su resurrección, Carter descubre que la humanidad lucha por sobrevivir contra criaturas terroríficas y que la magia es su única esperanza. Sin embargo, su búsqueda de propósito se convierte en una lucha con múltiples emociones ante sucesos inesperados y múltiples traiciones.
Con cada paso, Carter se sumerge en un abismo de violencia y venganza, cuestionando su propio destino y el futuro que le espera. ¿Podrá encontrar una razón de por qué fue traído a un mundo que parece estar al borde del colapso?
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Bosque de Ra'aft y las crías de Lerna
Rala y Carter estaban sentados en la banca de la segunda planta donde le darían un certificado como trabajador y su respectivo anillo para evitar a los Ua'bi a Carter. Rala permanecía sentado tranquilamente y tal como con la mujer de antes, la túnica blanca que llevaba Rala le parecía impresionante y de una textura bastante agradable al tacto.
Carter, desesperado a diferencia de Rala, se levantó y comenzó a pasear por todo el lugar hasta que, en un espacio con pequeños escalones de madera que parecían dirigir a algún pasillo por la izquierda, noto a la derecha un marco de puerta y en su interior vio una gran colección de libros. Estaba dudando si tomar alguno por el momento o esperar cuando repentinamente un anciano salió desde la puerta a la izquierda de la banca y se acercó a Rala para dejar algo en sus manos. Cuando el anciano se había esfumado, Rala le hizo una jovial y formal entrega de su nuevo equipo a Carter: el dichoso anillo con aroma a canela, una cesta de mimbre, una enorme manta marrón para cubrirse y esconderse de posibles ladrones, una banda para brazo con una rara cruz rojiza con una línea blanca que cortaba la parte superior de la misma a la mitad; guantes y una pequeña navaja.
Rala había notado el interés de Carter por la biblioteca del local y bajando las escaleras, hablo:
—¿Así que los libros te han llamado la atención?—preguntó
—Ah, sí. Supongo que me podrían ayudar a recordar algo si sigo leyendo.
—Siéntete en libertad de tomar cuántos quieras mientras los devuelvas y cumplas las misiones—dijo Rala mientras, frente a una especie de mostrador atendido por una anciana de rostro alegre, tomaba del mismo una pequeña hoja—. Vamos, mira—estiró la hoja en su mano hacía Carter.
Tomo la hoja y leyó sobre ella. Era su primera misión en aquel local, y los detalles estaban en ese pequeño pedazo de papel. Lo guardo en su bolsillo y, acompañado por Rala, este le entrego fuera, recargado en una de las dos puertas enormes del local, antes de volver, un croquis dibujado con algunas anotaciones sobre el camino que debía tomar para llegar al bosque de Ra'aft.
****************
Carter estaba fuera del pueblo, en sus inmediaciones de nuevo, veía la hermosa pradera que se extiende alrededor y con kilómetros de distancia. El calor que sentía era ligero y la brisa que soplaba le llevaba aromas de flores primorosas.
El bosque parecía inmenso y estrecho hacia la izquierda y la derecha. Entro y las copas de los árboles dejaban pasar pequeños rayos de luz que iluminaban su camino y hacían brillar los vapores del follaje circundante. Veía aves en la copa de los árboles jugueteando con las ramas y cantando con excentricidad. Saco la hoja que había guardado en su bolsillo y fue leyendo cada uno de los elementos que le indicaban: varias flores pigmentadas de blanco y amarillo, otras cuentas de tonalidad púrpura; hongos de sombrero azulado con manchas blancas y el cuerpo y las escamas de algún pez que, detallaban insuficientemente, tenía una cabeza pálida y el cuerpo de un azul similar al lapislázuli.
Recolectó la mayoría de los materiales en poco tiempo y se encontraba en el río dónde conoció a Brand y Lia intentando atrapar uno de los dichosos peces, pero todos eran excesivamente rápidos. Más que los de su mundo cuando en su infancia su padre le llevaba a pescar. Dejo la cesta en el borde del río sobre una piedra y se concentró en perforar al próximo pez con la navaja.
Lo consiguió. En un movimiento concentrado donde cerró los ojos, sintió que algo rozaba sus pies y rápidamente encestó una dura puñalada que perforó al pez. Se sintió orgulloso, pero su movimiento fue tan fuerte que la punta de la navaja se había partido, quedando una navaja ridículamente plana.
Había retirado las escamas del pez y las guardaba en la cesta junto al resto de elementos. Contempló el pez totalmente desnudo y sangrante con una mueca de orgullo antes de arrojarlo a la cesta cuando, por detrás de él, una enorme sombra se proyectó de golpe y algo sumamente veloz paso a su costado antes de que pudiera girar la cabeza. No había nada detrás suyo cuando en brevísimos milisegundos la sombra desapareció y volvió la mirada solamente para contemplar como un ser alado de al menos 2 metros había tomado con sus patas el pescado con todo y cesta, atraído al ver al pez volar cuando Carter lo arrojo. Carter se sorprendió y corrió detrás de él por todo el borde del río mientras éste último volaba bastante alto y a una velocidad impresionante.
Corrió por unos minutos indefinidos y el ser se alejaba cada vez más. Harto de ello, Carter, ya enrabietado, sujeto con fuerza la navaja rota y la lanzo contra el ser, resignándose, pero increíblemente espontáneo, la navaja salió disparada a una velocidad incalculable y dió de lleno contra el ser, atravesándolo y derrumbándolo mientras esta se perdía en el cielo.
Carter quedó atónito, pues tal como le ocurrió al ser, la enorme fuerza con que salió disparada la navaja lo derrumbó también a él. Gotas de sudor perlaban su frente y su pelo estaba totalmente desordenado.
Se acercó al ser en cuanto se incorporó. La canasta estaba destruida, pero por suerte la manta había caído entre las ramas bajas de un árbol. Los demás objetos se habían perdido al caer al río y ser arrastrados por éste, salvo algunas cuantas escamas y el pez que aún seguía preso en la pata del cadáver. Carter la tomo y se acercó al cuerpo. Borbotones de un líquido que debía ser sangre, de un color negruzco y amarillento, salían del cadáver. La criatura era de una pigmentación morada pálida, su cuerpo era delgado, tenía una protuberancia en su pelvis, por lo que Carter dedujo que era macho. Su piel era escamosa y tenía dos alas membranosas similares a las de los murciélagos de su mundo. Su cabeza cómicamente le hizo recordar a un quitagrapas: delgada estructura y con cuatro largos colmillos que sobresalían como los de los Esmilodontes del Cenozoico en una armoniosa cerradura, y cuatro extremidades, siendo las traseras más largas y robustas ligeramente.
Se inclino y tomo el pescado, recolectó las escamas y extendió la enorme manta en el suelo dónde fue colocando la cosas. Sorprendido aún por el cadáver, se decidió, movido por la curiosidad, a llevarlo con Rala para que le hablara de él. Tomo al ser por las patas traseras y lo arrastró hasta la manta. Con asco movió las extremidades del ser para que quedara en una posición fetal—si es que esa cosa podría tenerla—. Tomo la manta de las 4 esquinas y las junto, y después, cuando finalmente la manta se cerró sobre el ser y el pez y sus escamas, fue jalandólo todo de espaldas como quien lleva un saco en su espalda, arrastrando la manta por el suelo con miedo a que se rompiera.
****************
Carter fue durante el camino arrastrando la pesada manta hasta que el sol empezó a ocultarse y, yendo por el camino que tomo al llegar, salió del bosque. El cielo se había tornado grisáceo y cuando Carter miro la pradera y el bosque que dejó a su espalda y ahora le parecía burda y perturbadora.
Había muy poca gente en el pueblo. Algunos de los pueblerinos habían encendido faroles que tenían fuera de sus casas con el objetivo de iluminar las polvorientas calles de suelo empedrado. Nadie parecía mirar con curiosidad lo que llevaba, salvó algunos que le miraban más a el que a su enorme manta. Estaba seguro de que si ellos veían el interior de la manta quedarían eternamente perturbados.
La entrada del local estaba iluminada por velas en pequeños candelabros de metal incrustados en su pared. Noto la puerta del local abierta y que varios sonidos que no lograba entender salían de allí. Subió los escalones arrastrando y golpeando la carga con estos mismos. Al acercarse, se sorprendió por el escenario: vio a un grupo de caballeros altos detrás de la mujer que vio ese mismo día cuando se presentó por primera vez. Entro en el local, pero nadie pareció notar su presencia. Y finalmente escucho.
—¡Con una mierda Rala! ¿¡Acaso no entiendes lo grave que es la situación!?—gritó aquella mujer arrinconando a Rala contra el mostrador.
—Vamos Samantha, cálmate un poco...—decía Rala con una clara expresión de nervios en el rostro—. Nadie del pueblo que haya salido últimamente ha reportado nada inusual. Estamos seguros aquí.
Ahora sabía el nombre de aquella mujer. Realmente estaba enfadada y me sentí preocupado de que el escenario se tornará en una pelea. No había nadie aquí que pudiera luchar contra los altos hombres a su espalda.
—Demonios Rala... ¿Es que acaso no te tomas esto en serio? Los 6 y yo estamos obligados a mantener seguro este continente bajo órdenes de los reyes. No mentimos sobre las anormalidades que han aparecido en Babel y que no solo ponen en peligro a los guerreros sino a los pueblos que colindan con ella. Y ahora entiende, ¡se han esparcido por pueblos y ciudades más lejanas!—explico la mujer. No sabía que demonios hablaba.
—Samantha, ya te lo dije, eso es a kilómetros de distancia de aquí. Nuestro pueblo está tranquilo en estos momentos y tenemos a nuestros fuertes hombres.
—Estoy haciendo esto por tu bien y el del pueblo, realmente necesitamos construir muros que resguarden a la gente y militarizar el lugar antes de que ocurra alguna catástrofe—dijo la joven mujer con una mueca enrabietada y acercando a Rala su cara al jalarlo de la túnica—. ¿Acaso no escuchaste los reportes de los voceros sobre lo que vieron los guardias de Bitas? ¡Esas cosas que describieron con miedo los guardias eran crías de Lerna Rala!
—Lo entiendo, por favor cálmate y no causes un...
—Si no tomamos las precauciones adecuadas podría ocurrir lo que pasó hace dos siglos en la Egros primitiva. ¿Quieres eso?—interrumpió.
—No, pero estoy seguro de...
—Sabes que esas cosas son peligrosas y que matarlas no es una tarea para cualquier humano ordinario. Sé que confías en tu pueblo, pero nadie de aquí podría luchar con esos malditos moretones alados chupasangre.
Carter se sorprendió por la enorme casualidad en la descripción aunque fuera burlesca. Seguía detrás de todo el alboroto. Rala estaba rodeado, el anciano de antes estaba en las escaleras presenciando todo como yo, y vi a algunas cuantas personas en diagonal a mí que estaban sentadas en una banca larga recargando sus espaldas. Rala me vio al mirar en busca de quien podría ayudarle; parecía un infante doblegado con su cara de preocupación. Sabía que debía interrumpir por el bien de Rala y de la gente del pueblo. Yo sí logré acabar con uno de esos seres y necesitaba ponerme del lado más conveniente. Puse la manta cargada a mi costado y hablé.
—Yo...—dije con nervios y la gente alrededor me volteo a ver al unísono—.
—Ah, eres tú. ¿Qué tal la recolección?—preguntó la mujer al verme.
—Rala, lo siento. Señorita, creo que esto le interesa a todos ustedes—dije, y solté la carga. Está se abrió y dejo ver todo su interior.