Las verdades de su primer amor distorcionaron su mente por un engañó y ella lo mató. Su hermano menor busca justicia sin saber que después de un tiempo empieza a enamorarse de la asesina de su hermano.
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Fuga
Lo único que había era silencio, vestía con su traje oscuro que le hacía ver como los dioses, zapatos cafés y su aroma que hacía que mi sentido del olfato se impregnara con su olor, odiaba tener que mirarlo a los ojos después de la última vez.
—¿Por qué no quieres verme a los ojos?— grito detrás de las rejas en la que me encontraba.
Cuando la guardia vino a buscarme para decirme que mi abogado había venido a verme, me negué a ir. Enzo no quiso irse sin antes confrontarme, le pidió a la guardia de la policía si podía pasar a verme a mi celda por unos segundos, con su encanto logró convencer a la mujer policía.
—¡Aurora, contesta maldita sea!— golpeó la reja de la desesperación, porque yo no decía ninguna palabra.
—¿Te estás burlado de mi verdad?— replicó con la frente fruncida y los ojos irritados.
Decidí acercarme a él, toque sus dedos, temblé al sentir su temperatura, su presencia ya me incomodaba, era evidente que no tenía oportunidad con un hombre como él. Mis manos ya estaban sucias y él solo hacia su trabajo.
—No te necesito más como mi abogado— le expresé con mi voz tranquila y relajada.
— ¿Ya tienes otro abogado para defenderte?
—Si, mis padres se están encargando de eso.
—¿Crees que no soy un buen abogado?
—No sé si sos bueno o malo, lo único que deseo es no verte más.
—¿Por qué?
—¡Porque me haces sentir un si fin de cosas maldita sea!. ¿Por qué no lo haces más sencillo y te vas?— le grité con pequeñas lágrimas en los ojos.
—¿Y si te digo que también me siento así?
—Ja, ja, ja...—reí—no te das cuenta de lo que dices, Enzo, vete por favor.
—Me voy, pero volveré— fueron sus últimas palabras.
Me estaba dejando arrastrar por un nuevo sentimiento, llevaba días de ponerle fin al cariño que sentía por Darío, su traición quebró todo amor que había en las paredes de mi corazón. Sé que toda mi vida viviré con culpa, pero eso no me impedía a sentir afecto por alguien más. Mi corazón aún vivía a pesar de estar destrozado en pedazos.
Desde hoy en día quería actuar de forma diferente a cada movimiento, a cada paso y a cada decisión que iba a tomar.
En la mansión de mis padres se estaba desarrollando el plan de mi escape, después de tanto discutir mi madre y mi padre llegaron a una decisión. Mi madre estaba muy afligida por mi salud, no toleraba verme más en ese estado deprimente. Ordenó a todos que el plan se realice con la mayor brevedad posible.
Al día siguiente recibí una visita de un extraño.
—Hola Aurora, tus padres me enviaron, está todo planeado para esta noche. Lo único que debes hacer es tomar esta pequeña pastilla— dijo con mucha discreción y me dio la tableta fingiendo que tomaba mis manos.
Asentí con la cabeza, segundos después me devolvieron a mi celda, no tenía muchos detalles de lo que iba a pasar, mis nervios tejían mucha tensión en mis músculos, me puse a caminar de un lugar a otro, ¿Qué efecto tendrá esta tableta?, me pregunté al verla tan chiquita. Aspiraba despertar de esta aterradora realidad de una buena vez, ingerí la pequeña dosis de droga, unos segundos después mi cuerpo empezó a temblar, llame a la guardia pidiendo ayuda, hasta que me desmayé. La guardia no podía sola conmigo y pidió refuerzos, me llevaron a enfermería, ahí no podían hacer mucho y se dio la orden de que fuera llevada al hospital.
El plan de mi madre era hacerme escapar de la ambulancia y luego llevarme a un centro de salud donde sería atendida. Y así fue, cuando me subieron a la ambulancia unas cuadras más adelante se desvió del camino, el chófer había sido contratado por la gente de mi madre y logró desviarse de las patrullas que nos seguían, cuando los perdimos me cambiaron a otra ambulancia lo más rápido posible dejando la otra abandonada para perder los rastros.
—¿Cómo estás, amor?— mi madre me preguntó cuando abrí los ojos.
—¿Dónde estoy mamá?— le pregunté tomando su mano para saber que era real.
—La pesadilla ya termino Aurora.
Mire a mi alrededor, estaba en un hospital, era un alivio respirar aire fresco.
—No sé que seria de mi vida sin ti mamá, gracias— le dije abrazándola.
—¡Me alegra ver a mis dos mujeres favoritas felices!— argumentó mi padre cerrando la puerta de la habitación para luego abrazarnos a las dos.
—Perdóname por no ser una buena hija papá— susurré a sus oídos.
En el pecho de Enzo albergaba un secreto, no sabía si admitirlo o seguir negando que tenía sentimientos hacia mí. Sus últimos días de verano se le había pasado pensado en mí, aún sabiendo que no lo quería ver más se presentó a la comisaría, verme, hacía que le recuerde porque estaba ahí, pero al mismo tiempo salía confundido de ese lugar.
Cuando recibió la noticia de mi fuga, golpeó la pared con los nudillos de su mano hasta fundirlos en sangre.
— ¡Tranquilízate!— le dijo Serena tomando su mano para que no volviera a golpearse.
Serena por casualidad le encontró en la salida de la comisaría, ella también era abogada y salía después de atender un caso.
—¡No puedo tranquilizarme cuando la asesina de mi hermano está suelta!.… —le gritó.
—¿Qué?...
—Lo que escuchaste. Aurora se fugó y para rematar desapareció todo su expediente y las evidencias. Es como si nunca nada hubiese hecho.
—¡Eso no puede ser!
—Todo se fue a la mierda.
"Pero te voy a encontrar Aurora, voy a hacer de tu vida un infierno, te lo juro", pensó mirando a Serena. Respiro profundo.
—¿Y vos que haces aquí?— le preguntó ya más tranquilo.
—Estoy aquí por trabajo, mi cliente fue estafado por uno de sus proveedores.
—¿Complicado?
—Por suerte no.
Hablaron por unos segundos más luego se despidieron, Serena era una mujer bella más o menos de su edad, su imagen de mujer empoderada le sentaba bien. Siempre estuvo enamorada de Enzo, pero no tenía la oportunidad de confesárselo.