¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Una felicidad pequeña
Yo soy la mujer más feliz del planeta tierra.
— Perdón si anoche fui algo torpe— Dijo Alejandro.
— Yo estaba pensando que me hiciste la mujer más feliz del mundo.
—Gracias por dejarme ser el primero y espero ser el último y el único en tu vida.
—Igual para ti fue la primera vez.
— Pronto será navidad. Quieres algo especial.
— No me había dado cuenta. No he pensado en nada aún.
— En la noche saldremos, tendremos una cita— sonrió — ya mañana nos regresamos y quiero disfrutar hasta el último momento con mi adorada y bella esposa.
— Está bien.
Llegada la noche, salimos a caminar. Nos tomamos las manos y bajo ese cielo estrellado nos besamos.
Llegamos a nuestra suite hicimos el amor con muchos sentimientos intensificados.
El viaje llegó a su fin
Regresamos a la mansión.
— Quiero que regreses a trabajar conmigo en la oficina, prepárame el café y el té que tanto me gusta— Sonrió.
— Okey Ale.
Así pasó diez meses, la fecha del fin contrato se aproximaba.
— Ale, tengo una duda. ¿Qué va a pasar con el contrato de boda?
— ¿Quieres el contrato? ¿No eres feliz conmigo?
— Solo me preguntaba qué pasaría si llegamos al año
— No pasa nada. Seguirás siendo mi esposa. Yo gané tu corazón y legalmente y antes todos eres mi esposa.
Cada día iba a la oficina de Ale, habían momentos muy intensos.
Un día de esos, estando en la oficina con Ale sentí un leve mareo y el olor café me dio náuseas. No le puse mucha mente, no había desayunado, últimamente no tenía mucha hambre. Y no me había percatado de un detalle importante de toda mujer, no me había venido mi menstruación desde hace dos meses.
—Ale, quiero ir a la farmacia, siento ganas de vomitar, creo que la lasaña me cayó mal.
Ahí estaba mintiendo porque quería confirmar si mis sospechas eran ciertas.
Ale me llevó a la farmacia, pedí unos cuantos test de embarazo y unos antiácidos. Oculté los test de embarazo y los guardé en mi bolso.
Subí al auto. Y unas ganas fuerte de vomitar me entraron. Me aguanté hasta que llegué a la casa. Salí corriendo buscando un baño.
— Estás bien. Necesitas ayuda.
— No. estoy bien. Me voy a dar un baño.
Me hice la prueba de embarazo y allí estaban las dos rayas. Estaba embarazada. Embarazada del hombre que amaba, del hombre que obligó a casarme con contrato, un contrato que al final ya no importaba por qué me enamorado y estar con él hacia feliz.
Oculté los test y me di un baño. Mis pensamientos entraron en un debate. ¿Y si no quiere niños? Nunca antes ha mencionado que quiere hijos. ¿Y si me pide abortar? ¿Y ya no le gusto por engordar? Eran tantas mis dudas. Guardaré el secreto hasta que esté segura que a él le gustaría tener una familia.
—¿Estas bien? —Preguntó Alejandro.
— Si, vomité todo. Siento mi estómago chiquito— En parte era cierto lo que decía.
— Acuéstate. Le pediré a una de las chicas que te prepare algún caldo o algo tibio.
Alejandro salió y yo me quedé acostada con mil pensamiento encima.