— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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Tensión silenciosa
La mortal estaba caminando por la calle con los audífonos puestos. Llegó a la entrada de la universidad más rápido de lo que había calculado los otros días. Después de entrar, la seguí, ocultándone entre las sombras de los árbolea. Cuando estuve lo suficientemente cerca, se quedó quieta. Se quitó los audífonos y prestó atención a su entorno. No sabía cómo, pero incluso entre la cantidad abrumadora de estudiantes, había notado mi presencia, aunque no sabía exactamente en dónde.
—Estás aquí, ¿no es así? —murmuró para no llamar la atención de las personas que pasaban por ahí.
Me sorprendió un poco escucharla, me hice visible para ella.
—Así es. Estoy aquí.
Empecé a caminar junto a ella. Hablaba disimuladamente, analizando a las personas que pasaban por su lado.
—¿Nadie más puede verte?
—No —respondí con naturalidad—. Las personas normales no pueden verme.
Miró la hora en su teléfono, pensó en ir a desayunar algo más que el café y un pan seco que había comido en la mañana. Siguió avanzando sin decir más hasta llegar a la cafetería. Una vez allí, compró un jugo y un sándwich, y se sentó en una de las mesas del exterior. Me coloqué frente a ella con la precisión de quien sabe que no debe ser notado, sin hacer ruido ni mover la silla.
—¿Comes? —preguntó mientras inspeccionaba el interior de su pan y se quejaba internamente por la miseria que le habían servido.
—No necesariamente. Los demonios no necesitamos comer ni beber para sobrevivir.
Su expresión se volvió seria.
—¿Por quién me tomas? No soy tan estúpida como para no suponer eso. Lo que quería saber era si algunas veces comes solo por el placer de hacerlo. Es un poco raro que te quedes ahí quieto sin hacer nada.
—No me aprtece. Comer no tiene ningún atractivo para mí.
—¿Entonces por qué me quitaste el café de las manos aquél día cuando tenía resaca?
—Tenía curiosidad por saber qué te gustaba de esa porquería.
La atención de Makeline fue desviada hacia atrás de mi espalda. Al parecer, una de sus amigas, Regina, la había visto y se estaba acercando para sentarse. Tomó la silla en la que yo estaba sentado, por lo que tuve que obligarme a moverme con fastidio.
—Oye, ¿te llegó el mensaje de Mike? —le preguntó. Makeline negó con la cabeza mientras masticaba—. Elías dice que anulará el último examen.
Desparecí de ahí sin importarme las trivialidades de las que estaban conversando sobre sus cursos, hasta posicionarme a una distancia prudente en donde, a pesar de estar lejos y de tener estudiantes que cruzaban constantemente frente a mí, todavía podía ver y escuchar perfectamente cada palabra. Me había vuelto invisible para ella, otra vez, sin que lo notara.
Estaban discutiendo sobre un tal Elías que, por lo visto, era su maestro teórico de ¿antropología? Qué perida de tiempo, y de dinero. Por lo que escuché, al parecer uno de los técnicos que revisaban las camaras de seguridad atrapó a dos alumnos copianfo y el rector solicitó buscar entre sus cosas, en donde encontraron una réplica del examen y terminaron suspendidos. La humanidad nunca me fallaba con su corrupción, pero qué decepcionante, ¿por qué dejaron que los suspendieran? Con lo fácil que era sobornar a alguien.
Makeline veía la ansiedad de su amiga, consumiéndola por dentro y no pudo deshacer la idea que había generado su cabeza en donde se comparaba a sí misma con ella, preguntándose cómo habría sido su reacción si estuviera en su lugar y yo hubiera reclamado el alma de Regina en vez de la de ella, porque –bajo palabras de su voz interna–, la sola idea le habría roto la mente. Estaba siendo egoísta, ahora que su tiempo había empezado a correr, todos los problemas que tenía Regina le parecían superficiales y se odio por ella, ella sintió un leve remordimiento y yo estaba complacido de tener el privilegio de ver cómo se cuestionaba la moral.
En eso me entretenía cuando un tipo se sentó con ellas. Al llegar, puso su mano sobre el hombro de Makeline, le estaba hablando sobre el dichoso examen pero su mente divagaba en otra cosa. Agarró una silla y la arrastró cerca de ella. Me percaté que su presencia le estaba incomodando, pero no sabía cómo reaccionar ni manejar la situación para alejarlo sin herir sus sentimientos.
Pff, bobadas.
—Supongo que tú debes ser la más frustrada, ¿no? —le escuché decir a él, refiriéndose a la cancelación del exámen, acto seguido puso su mano sobre su brazo a modo de consuelo —a Makeline le desagradaba el contacto, pero la inepta no decía nada, solo se quedó quieta lidiando internamente con el creciente malestar—. Digo, además de estudiar también tienes que trabajar, y a veves casi todo el día.
—Supongo que sí —dijo Makeline sin saber cómo continuar la conversación sin ser grosera. No entiendo cuál es el problema, por qué no querría serlo.
—En tu lugar, seguramente yo estaría quejándome todo el día —siguió diciendo, tratando de pegarse más a ella mientras Makeline pensaba que el idiota no captaba que le estaba molestando. Sí lo captaba, solo se hacía el tonto.
Pasó todo su brazo por detrás de su cuello en un gesto que la rodeó por completo.
—Tampoco es como si se fuera a acabar el mundo por eso —contestó ella, fastidiada por no poder expresar lo que en verdad sentía. Ella sola lo estaba permitiendo.
—¿Sabes qué? Creo que debería invitarte por una pizza, de todas formas —dijo, sacándose la excusa del rábano—. Para estar seguros de que no estarás triste luego.
Makeline, angustiada, trataba de ver en dirección a Regina, con la esperanza de que captara la indirecta y la sacara de esa situación, pero la otra estsba absorta en sus propios problemas y no se dio cuenta.
—¿Qué dices? —insisitó el tipo al notar que estaba tardando en responder.
Ella lo miró, tratando de alejarse un poco sin ser brusca. Giró en otra dirección para pensar en qué decirle y cortar la conversación. Yo ya me estaba acercando cuando me vio caminar, de primera, me ignoró, pensando que solo quería molestarla. Frené estando frente a los tres.
—Hola —dije, sorprendentemente amable—. Me llamo Azazel.
Makeline frunció el ceño, confundida de que no estaba mirándola solo a ella. Me estaba dirigiendo a todos, y ellos me regresaban la mirada.