Sofía Alcántara, una chica llena de traumas por su infancia difícil trata de lidiar con su vida diaria, sin embargo, por parte del trabajo tiene que viajar a un nuevo país, lugar donde conoce a un chico en un bar y terminan pasando la noche juntos, sin saber que se lo encontraría al día siguiente... ¡en su trabajo!
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Sanando heridas de a poquito
-A ver si ahora si te aprendes a comportar, las putas como tú solo sirven para eso, para servir a los hombres, así que aprendes o te enseño a como es debido, ¿entendiste?
-Sí, sí, ya entendí Cisco, por favor ya déjame, haré lo que tú digas, ¿sí?
-Muy bien, ahora párate de ahí y sírveme de comer que tengo mucha hambre. Y a todo esto, ¿donde está esa escuincla?
-Ella está en su habitación haciendo tarea, ¿por qué?
-Solo pregunto, solo pregunto.
Como me gustaría salir de aquí y llevarme a mamá conmigo, y nunca regresar, ya no quiero que ese tipo la trate así, pensé mientras seguía en el armario que tantos años me ha mantenido segura, pero que no ha alejado el ruido como para no escuchar todo lo que pasa allá afuera.
Algún día ese idiota va a saber que no puede tratarnos así, algún día.
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Otra vez, esos sueños no dejan de aparecer por las noches, no dejan de atormentarme todos los recuerdos de la infancia, estoy cansada de todo esto.
Miré la hora, 4:47 am, cada vez más temprano por lo que veo.
Me paré y fui al baño, me miré en el espejo y vi mis ojos rojos y llorosos, el sudor que se escurría por todo mi rostro y el moco que se empezaba a salir de mi nariz por el llanto del sueño. Mis labios temblaban y mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas cada vez más, qué patética me veía.
A pesar de la larga terapia que llevé con mi profesora, aún me perseguían los recuerdos mientras dormía, parecía que todo estaba bien en el día cuando estaba despierta, pero luego se asomaban para hacerme saber que seguían ahí, y que no se irían jamás.
Me senté en la tapa del retrete y me froté la cara para quitar el sudor y las lágrimas, y me quedé ahí un rato mirando mis chanclas.
Cuando salí de mi ensoñación, me levanté y me desnudé para tomar una ducha. Diez minutos más tarde ya estaba afuera y me senté en la cama. 5:30 am y no sabía que iba a ponerme para ir al trabajo, así que me paré y revisé mi armario. Estuve unos quince minutos buscando, hasta que me decidí.
No tenía ánimos para elegir algo muy llamativo, pero tenía que ir, por lo menos, presentable para la reunión con la señora Noriega, fuera de eso no tenía otros compromisos más que en la oficina y los demás abogados no dirían nada, no había un código de vestimenta en el despacho.
Cuando terminé de arreglarme apenas eran las 6:15, así que fui a la cocina y me hice un licuado de avena junto con unas quesadillas de champiñones. A las 7:20 estaba saliendo de mi casa directa al trabajo.
Llegué y pasé a mi oficina luego de saludar a Ángela e inmediatamente me puse a revisar documento tras documento. Varias horas después recibí una llamada de mi clienta para informarme que en media hora estaría en el despacho para la reunión que teníamos agendada. Organicé todo lo referente a su caso y me preparé para su llegada.
Exactamente media hora después, Ángela me estaba avisando que la señora Noriega llegó.
La hice pasar y la reunión comenzó.
-Buenas tardes, abogada- me dijo mientras extendía la mano
-Buenas tardes, señora Noriega, gracias por venir- respondí mientras le tomaba la mano para responder el saludo- En fin, procedamos a lo que nos importa, que es su caso, ¿le parece?
-Claro, claro abogada, para eso vine, desde luego
-Muy bien, repasemos lo que tenemos. Usted me había comentado que tienen sus bienes mancomunados, por lo que le corresponde la mitad de todos los bienes, además, si usted quiere, podemos solicitar una pensión compensatoria por todos los años de casados, que en este caso fueron 36, y usted ya tiene 51, así que pudiera ser una pensión de jubilación, ahora bien, si usted prefiere solo podemos acordar un monto para que no haya un conflicto y tengamos que solicitar una audiencia para que medie un juez. ¿Qué opina?
-Pues el monto que me dice, en realidad no lo necesito, no quiero nada de él ya, pero en cuanto a los bienes, ¿que me corresponde?
-Bueno, la semana pasada usted me mandó los documentos acerca de los bienes que tienen usted y su esposo, en estos casos tenemos que ver el precio de cada uno para determinar quien se queda con qué, como tienen un inmueble grande, podemos llegar a un acuerdo dependiendo de sus preferencias para agilizar el proceso. Por ejemplo, tienen cuatro propiedades en distintas ciudades, así como tres vehículos y tres negocios. ¿Usted que quisiera tener de esto? Tomando en cuenta, claro, que los negocios pueden ser compartidos, ya que tienen la mitad de las acciones cada uno para ser iguales en sociedad.
-Ay, querida. Creí que sería más sencillo esto, pero ahora me vienen tantos recuerdos a la mente. Básicamente, crecimos desde cero y levantamos cada cosa peldaño por peldaño, creyendo que en un futuro todo sería para nuestros hijos, pero ya ves que uno no siempre tiene lo que quiere, y desafortunadamente nunca tuvimos la dicha de procrear- suspira mientras se le escapa una lágrima - discúlpeme, abogada, es inevitable ponerme sentimental
-Entiendo, no se preocupe, señora Victoria- respondí con sinceridad mientras le tendía un pañuelo desechable- sé lo difícil que puede ser una separación después de tantos años, he acompañado a muchas personas en este proceso.
-Así es, querida, uno piensa que te quedarás toda la vida con esa persona que elegiste, con la que pasaste tantas cosas y se conocieron cada detalle, pero supongo que nunca se termina de conocer a las personas, no puedes saber sus pensamientos y, si esconden lo que sienten, muchas veces creemos que todo está bien. Pero en fin, no quiero hacerla perder más su tiempo, concentrémonos en la decisión- me dijo mientras se terminaba de limpiar los ojos y me dedicó una sonrisa llena de nostalgia
-Si usted lo prefiere así, continuemos entonces.
Una hora más tarde, la señora Victoria se retiró de mi oficina, no sin antes darme un abrazo y un hasta luego.
Solté un suspiro. Me dio tanta pena ver a la señora Noriega así de triste, no era justo que alguien que te había entregado toda una vida, la hicieras a un lado así como así solo por una calentura, en verdad no sé que pensaban los hombres.
Cuando me di cuenta, ya eran pasadas las cuatro de la tarde, y mis tripas ya chillaban del hambre, terminé rápido unos pendientes y me dispuse a salir. Llamé a mi abuela para saber si se encontraba en su casa, claro que con intenciones ocultas, ella respondió y me dijo que sí, y me invitó a pasar la tarde con ella para comer. Objetivo logrado. Si bien sabía que no necesitaba invitación, no quería ser inoportuna, aunque claro, siempre se agradece la comida hecha por la nona Flor, me recuerda a mi adolescencia. Comida caliente con un aroma delicioso y, por supuesto, hecha con mucho amor.
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Media hora más tarde, me encontraba cruzando la puerta de mi abuela, la cual me recibió con un cálido abrazo.
-Ay mi niña, hasta que me vienes a ver, ya tiene más de dos semanas que no te apareces por aquí, te olvidas que tienes abuela- me dijo mientras fingía dramatismo y luego soltó una risita
-Perdóname abuelita, he estado ocupada con el despacho- respondí mientras nos dirigimos a la cocina
-Mm, tendrás que compensarlo de algún modo, mi querida nietecita
-De acuerdo, abuela, pide lo que quieras-dije mientras le sonreía
-Ah, nada me haría más feliz que vinieras a visitarme más seguido, cariño
-De acuerdo, abuelita, trataré de venir más seguido
-Bien, porque mira que delgada te ves, no comes bien, estoy suponiendo- me dijo mientras me miraba con una ceja arqueada
-No me regañes abuelita, como bien, de verdad. Pero bueno, ¿qué cocinaste hoy?
-Ay niña, niña- dijo negando con la cabeza- Hoy hice estofado de res con arroz blanco, aparte hice un budín, sin pasas, por supuesto- dijo muy orgullosa con una mano en la cintura
-¡Ay, abuela! Que rico, por favor sírveme, que de por sí me vengo muriendo de hambre- le dije mientras me sentaba en una de las sillas del comedor
-Muy bien, cariño, pero primero lávate las manos
Unos minutos más tarde, ambas nos sentamos a comer, y charlamos de todo para ponernos al corriente por todo el tiempo que no nos vimos. Extrañaba mucho esto, las pláticas con mi nona son lo mejor, ni siquiera sientes que el tiempo pasa; y en efecto, cuando me di cuenta, ya era de noche.
-Mi cielo, ya es tarde para que te vayas a tu casa solita, ¿por qué no te quedas a dormir esta noche?- preguntó mi abuela
-Abuela, pero mañana tengo trabajo y necesito cambiarme
-Primero que nada, soy abuelita o nona, no abuela, que feo se escucha, en segundo, aquí tienes ropa, la dejaste aquí hace unos meses y la lavé, así que está planchadita y colgada en tu armario
-Ay, abuelita, ¿qué haría yo sin ti?- le dije mientras la abrazaba
-Sé que serías una mujer maravillosa, igual que siempre- respondió mientras me devolvía el abrazo
-Abuelita no digas esas cosas, me vas a hacer llorar
-Ambas sabemos que no somos inmortales, y en algún momento tendré que partir de este mundo, por eso te enseñé a ser un ser humano independiente, para que no me necesites cuando yo no esté
-No importa cuantos años tenga, y que tan independiente sea, siempre me harás falta- dije ya con lágrimas en los ojos, y todo esto sin soltar el abrazo
-No, mi cielo, por favor no llores, me rompes el corazón cada que te veo triste. Eres una niña que pasó por tanto, y me duele pensar que te dejaré sola en este mundo tan cruel, pero hay que estar preparadas, nunca se sabe hasta cuando seguiremos respirando- se separó de mí y me limpió las mejillas que ya tenía empapadas de lágrimas, y pude notar como ella lloraba igual que yo- eres una niña preciosa con un corazón enorme lleno de amor para dar, solo tienes que abrirte al mundo y permitirte conocer a las personas, sé que algún día llegará esa persona especial que hará que tu pecho se llene y sientas que no puedes respirar, que haga que te brillen los ojos de felicidad y que te colme de ilusión y amor, ya verás que si, mi niña
Las palabras no salían, las tenía atascadas en la garganta, y lo único que pude hacer fue llorar como aquella niña que llegó a vivir con su abuela cuando apenas tenía 13 años. Lloré con desesperación y dolor, lloré porque en mucho tiempo, necesitaba el consuelo de alguien, pero no quería que me viera así, no ella, porque sabía que también sufría y llevaba consigo el dolor de tantos años por haber perdido a su única hija, mi madre.
Ni siquiera sé cuanto tiempo estuvimos así, solo sé que terminamos en el sillón hablando, por primera vez, del pasado que tanto nos dolía. Hablamos de los recuerdos felices que atesorábamos en el fondo de nuestro corazón y de los recuerdos no tan felices que nos hacían llorar en las noches. Me acosté a dormir como si me hubieran quitado una tonelada de encima, no sé porqué tardamos tanto tiempo en hablar de ello, pero se sintió bien el compartir mis recuerdos con alguien. Así que me dormí, y por primera vez en años, tuve un sueño feliz.