Leya es obligada por su madrastra a casarse con el hijo de los Foster, Edgar.
El joven de 33 años se esconde del mundo después del engaño de su futura esposa.
Sin embargo Leya descubre la verdadera identidad de Edgar...
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4: A solas
Ambas bajaron. Leya observó al señor Foster.
— Espero Leya qué estés cómoda.
— Querida mía , si necesitas algo te hemos dejado una agenda en la cocina con los números.
—Un momento... creí que... ustedes también vivirían aquí...
Leya quedó perpleja. Edgar torció su boca como una sonrisa, su padre se dió cuenta.
— No hija, quédate tranquila, Edgar puede ser un tonto pero no es un homicida. —sonrió la madre—.
—Hasta ahora...— susurró Edgar —.
Laya escuchó ese comentario, pero intentó ignorarlo.
—Está bien - sonrió - no se preocupen, cuidaré de mi esposo.
—Así se habla Leya, muestrale quién manda -dijo el señor Foster contento — Julia vamos, dejemos solos a los dos, tienen mucho que conocerse.
— Bien, ya sabes, cualquier cosa llama cariño.
—Si!
Ambos salieron de la casa contentos. Para ellos sentían que ésta era una gran idea. Pero para Edgar no sentía que fuera tan genial.
Leya lo observó.
—¿Entonces... qué quieres hacer?
—Largate. Ya sabes dónde está la puerta.
Dicho esto subió las escaleras, dejándola sola en medio del silencio.
Leya suspiró. Le iba a ser difícil ganar la confianza de Edgar.
Siguió caminando y se encontró con la cocina. Todo estaba oscuro así que abrió las ventanas.
—que se cree este idiota, ¿un maldito vampiro?
—¿¡QUÉ CREES QUE HACES!?
Leya intentó volver a respirar por el susto que le dió.
Giró lentamente hacia atrás,con miedo. Cómo era de esperar, Edgar se mostraba molesto.
— No habías subido?— dijo riendo—
—Tu perro estaba en mi cama - le entregó el perro bruscamente -.
— Se llama coco, ¿quieres...?
—No.
Edgar dió la vuelta y desapareció.
Leya suspiró
—... acariciarlo...
Edgar quedó detrás de la pared escuchando a Leya conversar con el perro.
— Ayy coco, ¿está es mi vida? Salgo de una casa de serpientes para encontrarme con otra. ¿Cuando me tocará ser feliz?
— Guag Guag
Edgar puso los ojos en blanco.
— ¡Le haré de comer! De seguro así podré acercarme más a él. Ya casi es la hora de la comida ... Veamos .. que puedo cocinar...
Edgar dejó de escuchar y se dirigió a su habitación. El no quería ponérselo fácil, el quería que se fuera. Quería estar mejor sólo sin que nadie pudiera estorbarle.
Lo pensó seriamente. Se encerró en su cuarto y se estiró en su cama.
Pensó en muchas cosas pero había una que le parecía resonar muy bien con un plan ideal.
— Voy a engañarla. Haré que me importa. Y por arte de magia pareceré curado.
Edgar sonrió.
— Haré que mis padres me crean y reduzcan el tiempo. Luego ella se irá y volveré a ser el mismo.
Prendió la televisión y se fue al baño a ducharse.
Mientras tanto Leya decidió cocinar algo rápido y sencillo. Llevó la comida a la mesa y se dirigió a abrir todas las ventanas para que pasara aire y también claridad. De esa forma la casa se convirtió en segundos en algo mejor.
Leya subió los escalones. Y viendo por todas partes siguió al sonido de una televisión prendida.
Abrió la puerta tocando, pero nadie le dijo adelante.
—¿Edgar?
Observó la habitación. No había nadie.
Tocó la otra puerta que había al lado.
—¿Edgar estás ahí? - sin respuesta volvió a gritar- ¡Edgar!
La puerta se abrió enseguida.
Edgar salió con una bata puesta y observó a Leya.
— Que quieres.
Ambos se miraron .
Leya se sonrojó al tenerlo tan cerca.
—¿Quieres...comer? Digo... he echo la cena.
Edgar torció su boca.