Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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A TRAVÉS DE OTROS OJOS
...EZRA:...
Un extraño dolor ajeno me hizo levantarme de la cama de un salto. Las sábanas cayeron a un lado cuando me senté sobre la enorme cama.
Estiré mis alas y enterré una mano en mi cabello.
¿Qué era esto? El dolor en mi costilla se incrementó de la nada y fruncí el ceño cuando una serie de pensamientos confusos se aglomeraron dentro de mi cabeza.
Un demonio alado atacando al dueño de esos pensamientos, luego el cielo giró de una manera tan abrupta que cayó en picada y todo se tornó oscuridad, por un latido no sentí aquella extraña presencia que estaba usurpando en mí.
Maldita sea el ser que estaba intentando entrar sin permiso.
Me levanté y llené una copa con aquel brebaje inventado por los humanos, las bodegas seguían repletas de esos líquidos que no caducaban.
Para mí era como agua, sus efectos no pesaban en mí, pero me gustaba su sabor.
Pasé mil años en el Inframundo, sin nada en mi estómago, no necesitaba de comida, ni bebida, solo energía negativa, absorbida por mi cuerpo a través de mi piel y mi respiración.
Había ocasiones en las que me gustaba la sensación que daba la explosión de sabor mundano de la comida humana.
No había mucho de eso en cuatro años, solo el vino.
Observé por la ventana del balcón, la noche estaba clara gracias a las estrellas y la poca niebla, al menos así lucía como si nada hubiera cambiado.
Todo parecía un paraíso cuando estuve por primera vez en el mundo, color, texturas, animales.
Mancillado por nosotros, los seres oscuros, solo quedaban recuerdos de esos tiempos.
La copa se me resbaló cuando una vez más, llegaron imágenes ajenas, la noche, una tierra con árboles y un molino desgastado, el sonido de demonios nocturnos viniendo de alguna parte y los quejidos de dolor acompañados de esa maldita molestia en la costilla.
Sintió algo en la espalda y lo aventó al suelo, un demonio nocturno.
Los demás atacaron y pude notar que llevaba una espada en la mano, mató a uno y se secó con el contacto de la hoja.
¿Agua pura?
Estaba corriendo, ese desconocido corría sin cesar.
Me invadieron más imágenes, con más fuerza y terminé sumergido de lleno en esa perspectiva ajena.
Entró en un tronco, tan débil y con cansancio, lleno de pánico.
Otro dolor me recorrió cuando tocó una costilla y luego el olor a sangre llegó a mi nariz.
Humano, era humano.
¿Qué rayos hacía un humano usurpando en mí?
Se quitó la chaqueta y gracias a mi vista nocturna pude ver que llevaba un corset debajo y una falda de cuero.
Una mujer, la desgraciada era mujer.
Debía ser una bruja muy poderosa para pasar sobre mis fuerzas mentales.
Se desató el corset, revelando dos senos demasiados pequeños y una extraña marca que no alcancé a ver cuando usó la daga para cortar trozos de cuero.
Se envolvió con ellas y apretó, el hueso roto que sobresalía de su costillas la hizo estremecerse y el dolor me atravesó como una lanza.
Yo podía soportar dolores, pero esa humana se estaba debilitando gracias a esa horrible herida, a la falta de hidratación y comida.
No sé qué rayos se creía o qué pretendía, pero si seguía entrando en mí iba a buscarla y le rompería el cuello a esa bruja.
Sabía que había humanos con esas habilidades, a la Diosa de la Hechicería le encantaba dejar pizcas de su poder en humanos, para así sentirse adorada y alabada por ellos.
Fue la única diosa en no estar de acuerdo con la misión, pues su única satisfacción era regocijarse con su benevolencia y la veneración de sus agradecidos siervos.
Debería estar brincando en una pata por saber que aún había una bruja suelta con sus dones.
La puerta se abrió y Sirla entró sin permiso.
— ¿Qué haces aquí?
— Beber esa cosa te pone de mal humor — Observó la copa en el suelo con el vino derramado por la alfombra.
— Lárgate.
— Ezra, tus ojos están furiosos desde hace meses — Se aproximó, arqueando sus labios gruesos y negros, paseándose con su ridículo vestido humano frente a mí.
Ella disfrutaba de adornarse con las ropas de los monarcas, incluso llevaba joyas de la reina.
— Estaría derrumbando este maldito castillo de ser así.
Se detuvo frente a mí, bajando su mirada por mi cuerpo desnudo.
— Soy tu servidora, lo que pidas será cumplido por mí — Pasó su mano pálida por mi pecho y sus pequeñas alas de murciélago se sacudieron.
— Te tomas la tarea muy en serio.
Besó mi hombro — Por mi rey hago lo que sea.
Pasó sus colmillos por mi cuello.
La mujer ya estaba cerrando sus ojos y su cuerpo débil se rindió rápidamente.
Esa cosa era tan débil, tan miserable.
Y sin embargo había matado a un demonio alado en pleno aire.
Sirla bajó su mano hasta mi entrepiernas, pero la tomé de su cuerno con firmeza, haciendo que me soltara de forma abrupta.
Soltó un gemido de dolor cuando tiré.
— Me sirves como mujerzuela, pero no cumples con mi demanda y cuestionas mi autoridad.
— Ezra... — Suplicó — Estoy haciendo todo lo posible para que mis hombres encuentren los humanos, pero...
— Para mí no hay peros — Enseñé mis colmillos, soltando a la demonio, cayó arrodillada — En cualquier momento todos me van a traicionar, pero les advierto que la mitad o tal vez más terminen en pedazos antes de intentar atacarme.
Era lo que se esperaba, así la raza humana y la demoníaca se extinguirían para siempre.
Elevó su rostro — Yo no te voy a traicionar jamás.
— Porque soy uno de ustedes, sé que sí, los demonios no somos de fiar, todos actúan según su conveniencia y ustedes no son la excepción, vinieron aquí con un interés.
Caminó arrodillada a mis pies.
— Cumpliré con todo lo que me pidas.
— Mañana quiero a todos tus servidores afuera— Me aparté, dándole la espalda.
— Así será, mi señor.
— Y que sea la última vez que entras sin permiso, si lo haces de nuevo voy a arrancarte los cuernos — Abrí las ventanas y salí al balcón.
— Entendido, no volveré a entrar sin tu consentimiento.
Despegué, volando hacia los cielos.
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Llevaba puestos mis pantalones de cuero negro cuando aterricé en el patio del castillo, los muros se habían derrumbado para mayor vista y el trozo de tierra en la que estaba construido el castillo estaba separado de la orilla, en una isla a unos pocos metros de tierra firme.
Un puente recto de adoquines y piedra se extendía hasta la orilla, usado para los carruajes y caballos en los tiempos donde los líderes eran humanos.
Supervisaría la salida de los cazadores, miles de demonios voladores estaban agrupados por encima del mar. En mi lado izquierdo había una fila de demonios escamosos liderados por Ogran, también estaban los demonios con cuernos de Sirla, junto con los de Orion, todos aquellos que se asemejaban a toros y cabras.
En la playa habían muchos más y también en las colinas a lado del camino de piedra.
La tierra y el cielo estaban cubiertos de un manto negro de cuerpos robustos y garras.
Orion aterrizó a mi lado.
— Señor, todo listo para la cacería, esperamos su aprobación.
Sacudí mis alas y me elevé del suelo, iniciando mi transformación completa a mi forma natural, mis garras se alargaron, mi piel cambió por el pelaje y las plumas, mi hocico se alargó y mis orejas se tornaron puntiagudas.
Observé a los ejércitos demoníacos, con mis sentidos más abiertos y mis fuerzas liberadas, para que no quedara duda de mi superioridad.
— ¡Recuerden mis órdenes, quiero a los humanos vivos ante mí, aquel que ose desafiar mi orden y consuma un alma sin mi permiso, será sometido a una larga tortura! — Grité, usando la lengua antigua.
Todos inclinaron sus cabezas.
Solté un gruñido que estremeció la tierra.
Los demonios alados se movieron, al igual que los terrestres. Tomando la señal para emprender sus búsquedas.
Me quedé sobre la punta de una de las torres del castillo, observando como esos idiotas se peleaban por salir a la búsqueda de primeros y así obtener mayor ventaja sobre los demás.
Ogran gruñía y empujaba, corriendo hacia la playa, rompiendo algunas piedras del puente con su peso, sus demonios lo siguieron tomando las mismas mañas.
Parla guió a sus demonios voladores en el cielo.
Sirla y Orion optaron por quedarse, despegaron para vigilar desde otra torre, sin atreverse a acercarse.
Era mucho más intolerante en mi forma demoníaca y mis instintos de bestia estaban alertas.
Cualquier intolerancia podía terminar en desgracia.
Me lancé a los cielos y decidí volar por encima de los cazadores, no era tan tonto como para confiar ciegamente en ellos y menos en Ogran.
Borré mi esencia para no ser notado y sacudí mis alas entre las nubes grises, observando hacia abajo.
Percibí un olor a humano desde mi posición.
No, de humano no.
De la mujer y su presencia me hizo abrir mis fosas nasales. Su esencia femenina, se metió en mis pulmones como un maldito vicio y esto casi me hace tropezar conmigo mismo.
¿Qué era aquello? ¿Por qué su olor era tan particular, tan exquisito? ¿Qué rayos me ocurría?
¿Quién era esa infeliz?
Giré, dejando que la corriente de aire disipara
Bajé mi mirada a las tierras.
Estaba cerca, podía sentirlo.
Los demonios ya se estaban aproximando al sitio donde se hallaba.
Sus ojos se abrieron y su fiebre humana lo mantuvo tan inerte.
Salió de su escondite, pero volvió a esconderse cuando observó los demonios alados acercándose, rodeando el perímetro para seguir hacia el interior del territorio.
Ellos también lo sentían.
Volvió a ocultarse, pero algo sucedió y los demonios aparecieron, notando su olor.
Los confrontó sin problema y volé más bajo.
Peleó, mató demonios con su espada rociada de agua pura. Lo que me desconectaba aún, acabé con los templos y los sacerdotes del Dios de la Pureza, seguro de que no habría más manantial bendito para arriesgar a mis tropas, pero al parecer no lo había hecho bien.
Y ahora una humana asesina de demonios, herida y usurpadora de mi mente estaba ganando.
Me detuve en seco.
Ogran, su maldito olor a lagarto estaba cerca y decidí bajar.
Ese idiota no iba a respetar mis demandas y menos después de que la humana lo provocara con sus asesinatos.
Fue aventada por él por una colina.
Y supe que debía aparecer cuando la tomó para aplastarla.
Todo el desorden terminó ante mi llegada y Ogran volvió a su postura acobardada.
La criatura flacucha y pequeña en el puño de Ogran se giró temblorosa, observó a todos los presentes como sino comprendiera aquellas actitudes y luego se percató de mi presencia.
Elevando su cabeza.
Era una mujer de piel blanca, con cabellos castaños y lisos que se escapaban de una trenza anudada por el ajetreo, la esquina de su boca estaba llena de sangre y sus ojos avellana eran grandes.
No era una belleza, no como todas las mujeres que había visto a lo largo de mis miles de años, todas iguales, delicadas y asustadizas.
¿Por qué se me hacía diferente?
Ese maldito olor y esa sensación de posesividad me intrigaba.
Paseó sus ojos por mí, temerosa, pero atrevida, acostumbrada a estar a merced de las bestias.
Su olor era más fuerte, invitando a acercarme a rociar mi nariz por su piel.
Me metí en Ogran y demandé una orden en su mente, tan fuerte que estremecí sus sucios oídos.
La humana cayó al suelo, tan frágil que no pude levantarse.
Aterricé, observando de reojo como cerraba sus ojos.
— Ogran, no pasa ni un minuto y ya me estás desafiando.
— Esa mujer mató a varios de nosotros, con agua pura — Gruñó, irritado.
— ¿Te parece qué esa escuálida sea un problema?
Estaba muriendo.
— No, pero se merecía justicia.
— Tienes demasiados sentimientos para ser un demonio — Paseé mis ojos por la multitud — Los humanos son frágiles, pero los demonios no y veo en ti demasiada debilidad al tratar de querer venganza por la muerte de tus compañeros.
— Somos una raza, la muerte de uno pesa sobre los demás.
— No veo a los otros opinando lo mismo, si un demonio muere en manos de un humano es por causa de el mismo y no merece consideración.
— Los humanos tampoco.
Tomé a Ogran del cuello en encajé mis garras en él.
— Tu maldita cabeza llena de mierda es inútil, te voy a dar el castigo que tanto mereces por pasar por encima de mis demandas.
Hundí mis garras dentro de su garganta y la arranqué.
Te felicito por ese ingenio y esa manera de transmitir en tus relatos
☺️☺️☺️
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣