Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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PRIMER BESO
YARA CORTÉZ
Busqué por todos lados sobre Adrián Jones y no encontré absolutamente nada.
No me debería dar curiosidad.
Recibí una llamada de aquel número que de vez en cuando me enviaba mensajes. Mordí mis labios dudando si debía contestar. Siempre ignoraba cada mensaje, al final no lo bloqueé.
— Hola— era la voz que tenía grabada en mi mente.
— Hola. ¿Eres un acosador?— quien en su sano juicio pregunta eso al acosador.
— No lo soy. Solo que me gustaría chat un rato contigo, nunca contesta mis mensajes.
— Creo que el no responder también, es una respuesta clara y contundente.
— Pero me alegra que hayas contestado mi llamada. Tú me gustas mucho.
— Yo no lo conozco. No sé quién eres y me haces sentir vigilada, acosada.
— Perdón. No era esa mi intención.
— Quiero verte en persona. — le dije con valor, pensando en que María y Antonella podrían acompañarme para ver quién es el que llama.
— No, no, no, tú no puedes verme, seguramente no te voy a gustar.
— Entonces para que llamas, para que me escribes o mandas flores, porque estoy segura que fuiste tú quien las envío, si no quieres verme en persona.
— Solo quería— su voz se pausó— Tienes toda la razón. No tiene lógica lo que hago. Tal vez está sea la última que te llame. No quise incomodarte. Únicamente quería que supieras que me gustas mucho. Y nadamás.
Por un momento me sentí mal por él.
— ¿Cómo te llamas? — le pregunté su nombre.
— Mmm, mi nombre es Miguel. Me llamo Miguel.
— ¿Cómo me conociste? — trataba de sacarle un poco de información.
— Te conocí por casualidad del destino, una vez que estabas sentada en una banca en la plaza, junto a la estatua del gran general. Siempre te sientas ahí para hacer entregas.
Sentí un poco de miedo. Desde cuándo me observa, como consiguió mi número de celular.
— Me asustas un poco. Desde cuando me observas — empecé a grabar la llamada.
— Desde hace un año. Sé que piensas que soy un acosador, pero no es así.
— Entonces quiero verte, conozcámonos. Si realmente no eres un acosador quiero verte.
— Ya te dije que no. Esta es mi última llamada. Buenas noches Yara.
¿Qué es esto? Me levanté y cerré bien la puerta y la ventana. Sentía que me vigilaba. Me puse a llorar del miedo. Esa noche no pude pegar el ojo.
Su voz resonaba en mi cabeza toda la noche. Me gustaba su voz.
Le escribí un mensaje a las 2 de la madrugada, Pero al parecer el celular estaba apagado.
Caí dormida a eso de las 5 de la mañana.
Mi celular timbró. Me levanté un poco asustada y contesté sin ver quién era.
— ¿Miguel?
— No soy Miguel, soy María, ¿Quién es Miguel? Es por eso, que te mudas. ¿Tienes novio?
— No, estaba dormida y hablé sin pensar.
— Puedes abrirnos la puerta, estamos afuera. Golpeé varias veces y como no abrías te llamé.
Me levanté del colchón que estaba en el piso, aún no tenía cama. Prácticamente, lo único que tenía era el colchón, una cafetera y la ropa.
Abrí la puerta. Ahí estaban los tres.
— Bueno, aún no tengo nada que ofrecer. No hice compras porque me quedé despierta toda la noche. Y me dormí ya muy tarde.
Antonella levantó las bolsas que traía en sus manos.
— Aquí traemos un poco de comida, un poco de alcohol y dulces.
— ¿Licor? Yo no tomo, además mañana tengo que trabajar.
— Un poquito no hace daño.
Nos sentamos en el piso, a excepción de Adrián, que cada vez que lo miraba me apartaba la vista. La verdad es que no se a que viene, si siempre me esquiva, nunca habla, es como un muñeco sin vida.
Almorzamos, reímos y jugamos cartas. Antonella sacó la botella de Vodka, y una de flor de caña añejada. Nos sirvió una copita a todos.
— Pruébalo. El vodka es un poco dulce.
— Solo un poco — Lo probé, realmente tenía un sabor agradable.
— Viste, no tiene mal sabor. ¿Quieres un poco más?— asenté con la cabeza.
— No tomes mucho, recuerda que mañana trabajas y te puede caer pesado en tu primera vez— María me miraba mientras hablaba.
— Prima, tranquila. No va a pasar nada. Jugamos verdad o desafío.
— Anto, parece que no tuviste adolescencia.
— En toda inauguración o pijama se hacen estos juegos.
Me sentí un poco mareada. Cerré mis ojos tratando de aclarar mi mente.
—¿Estás bien, Yara?
— Si estoy bien.
Antonella empezó a girar la botella y cayó justo en María.
— Verdad o reto
— Verdad
—¿Por qué terminaste con Mauro?
— Ya no quiero jugar— decía María.
— Contesta María—Le dije.
— Hasta tú, Yara. Okey, okey, okey, porque Mauro me fue infiel— María giró la botella y cayó en Adrián.
Él abrió sus ojos color celeste.
— Ni modo. ¿Te gusta alguien primo? — El asentó con la cabeza sin abrir sus labios.
— Bueno, yo giró la botella en nombre de él— la botella giró y cayó señalándome con su detestable pico.
— Verdad o reto— preguntó Antonella.
Si dijo verdad me van a preguntar cosas que no quiero contestar, si digo reto me harán hacer una cosa ridícula.
— Reto.
Antonella puso una gran sonrisa en sus labios.
—¿Por qué te ríes? ¿Qué ridiculez voy a hacer?
— Ninguna ridiculez, te reto a que beses en los labios a mi hermano Adrián.
— No quiero.
— No puedes negarte, es parte del juego. Tú elegiste un reto.
— María ayuda.
— Tu elegiste.
Adrián se puso rojo. Tomé valor y me acerqué a la silla de rueda de Adrián. Me puse de rodillas ante él.
— Perdón Adrián por lo que voy a hacer y perdón si lo hago mal, este será mi primer beso.
Mi corazón se aceleró tanto. No por Adrián, sino porque era la primera vez que iba a besar a alguien.
Puse mis manos en sus mejillas, hice ese contacto visual que él tanto me esquivaba, mis manos empezaron a sudar helado y por un momento me paralicé. Él acercó su mano a mi mentón y lo jaló con delicadeza, acercó sus labios a los míos, me besó con tanta ternura. Quedé media estúpida viendo sus labios con la boca abierta, medio suspirando.
Me retiré de Adrián. Tenía vergüenza.
— Bien hecho hermanito— Antonella le felicitaba.
Mientras que yo, quedé con mi alma en mi boca. Giré la botella y cayó de nuevo en Adrián.
— Verdad o reto— me temblaba la boca y no podía ni verlo.
Él no decía nada. Jamás había escuchado la voz de Adrián. Seguramente, no iba a hablar.
— ¿Quieres verdad? — Preguntó María.
Él negó con la cabeza.
— Quiero reto— Cuando él habló, su voz se parecía al chico que me llamaba.
Lo miré a los ojos, tratando de que dijera algo más.
— Te reto a que hables. Dime algo que tenga unas diez palabras— Quería comprobar si su voz era la misma.
— Me gustas Yara. Me gustas mucho— Su voz era parecida Pero no era la misma.
El cuarto quedó en silencio. Bajé la mirada al piso.
— Ya no quiero jugar esto. Dame un poco más de eso—Señalando el vodka.
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