Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
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Empieza la historia.
Ernesto seguía a esas mujeres a prudente distancia, cuando las vio entrar a un cuarto, él quiso entrar también, pero de repente así como entraron, salieron las mujeres ruborizadas.
Era un cuarto de baño perfectamente bien acondicionado. Donde a leguas se podía ver que era de una mujer de la vida galante.
No le faltaba ningún lujo tenía, absolutamente, todo.
Desde un espejo cubierto de oro a modo de marco, hasta unas llaves de acero inoxidable magníficas. En las paredes brillaban los mosaicos de la más alta calidad. Y el piso recubierto de una alfombra especial de las que hoy en día ya no existen o han sido mejoradas.
El cuarto de baño se veía completamente limpio y ordenado, todas las cosas propias del baño se mostraban en algunas mesitas que habían acomodado ahí mismo. Todas de la mejor calidad y de buen precio.
Ernesto seguía con la mirada a esas mujeres, que no cesaban de reír y de bromearse entre ellas mismas.
Aunque estaban muy divertidas, se veían sonrojadas por la vida licenciosa que había vivido esa mujer.
Aunque se veían muy interesadas en las cosas de la subasta, no compraron nada por temor de que después las compararan con esa mujer.
La gente se arremolinaba alrededor de toda la casa; arriba, abajo, en el jardín, en el cuarto de estar, etc., etc.
Muchos de ellos se iban con varios objetos que compraron en esa subasta, obvio, eran de las personas más ricas de la comunidad que podían darse esos lujos.
Ernesto sabía perfectamente bien que ni trabajando todo un año, lograría conseguir para comprar el más mínimo de los objetos. Cada cosa que ahí se veía costaba, mínimo, un ojo de la cara. Entonces, Ernesto se conformaba con ver todos los lujos que se podían admirar en esa casa.
En un cuarto que parecía ser un gran clóset, acomodadas perfectamente una tras otra los vestidos de la cortesana lucían en todo su esplendor, la mayoría sumamente lujosos de los mejores diseñadores del mundo.
Solo había uno que otro de menor calidad pero no así de menor hermosura.
Una de las chicas que iba con la mamá decidió comprarse uno de esos vestidos. Al fin y al cabo ella tenía el dinero suficiente para comprarse lo que le diera su gana.
Claro que no, hija, de ninguna manera te comprarás un vestido de esa cortesana, dijo la mamá muy asustada.
Pero, mamá, a mí me gusta ese vestido no tiene nada de malo que lo quiera comprar.
He dicho que no y punto.
Y así, seguían su rumbo visitando toda la casa.
Pronto se llegó la hora de cerrar, todo quedaría expuesto al día siguiente para iniciar nuevamente con la subasta.
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Y empezamos aquí con la historia.
Un mensajero llegó a la casa de Violeta, ella tenía 17 años, pero ya empezaba a sentir el duro peso de los errores de sus padres. Ellos sacaban préstamos aquí y allá, y lo más duro es que no podían pagarlos.
Santiago Cruz era un hombre chapado a la antigua y no toleraba que su hija se quisiera pasar de lista.
Siempre la estaba vigilando que no fuera a cometer un error y dar un mal paso. La cuidaba más que a su vida. Pero eso no evitaba que la golpeara cada que le daba su gana. Por el más mínimo detalle le ponía una severa tunda para "que entendiera", según él.
No dejaba que los muchachos se le acercaran y que la cortejaran, apenas se acercaba uno y ya lo estaba corriendo a punta de pistola, porque eso sí, a él le encantaba mucho disparar la pistola.
Prácticamente, era una prisionera en esa casa.
Violeta se las había arreglado para asistir a la universidad. Aunque era muy difícil estudiar porque sus padres nomás la estaban matizando.
Mamá, ya me voy a la universidad.
¿Estás loca?, ¿cómo que te vas a la universidad? Aún hay mucho que hacer en esta casa. Así que hasta que no esté terminado todo podrás salir, antes no.
Pero, mamá, ya es la hora de irme, voy a llegar tarde a la primera clase.
¿Si ya sabías que se iba a hacer?, ¿por qué no lo hiciste antes?
¿Y para qué está Xóchitl, entonces?
¡No me contestes y haz lo que te estoy mandando!
De mala gana, Violeta dejó la mochila en un sillón y se fue a limpiar la casa.
Una hora después había terminado todo, agarró su mochila y se fue. Aunque claro, ya no se veía tan arreglada como antes de trajinar para aquí y para allá.
En el metro se dio una manita de gato.
Como dato curioso, en el metro iba un compañero de la universidad que inmediatamente se paró para que ella se sentara.
Gracias, dijo Violeta, sentándose.
¿Por qué vas tan tarde a la universidad?, este chico llamado Jairo, era uno de sus más fervientes admiradores. Pero Violeta no le hacía caso por temor a que su padre se enseñara con él si se enteraba.
Ella trataba por todos los medios de no enamorarse de ningún muchacho.
Cuando la persona que estaba sentada al lado de violetas se bajó del metro, Jairo se sentó a su lado.
De verdad, Violeta, ¿por qué no quieres hacerme caso?, no me importaría enfrentar a tu padre si me das una oportunidad.
Lo siento no quiero provocar la ira de mi padre, ahora menos que nunca. Quiero graduarme como debe de ser. Y sí empiezo a andar contigo, mi padre jamás me volverá a dejar salir de la casa. Por favor, cómprenme no es nada personal contigo.
Como tú digas hermosa Violeta, pero si algún día te decides yo voy a estar aquí esperándote siempre, ¿de acuerdo?
Gracias, Jairo, de verdad que me dices palabras muy hermosas; dejemos las cosas así como están, por favor; dijo Violeta temerosa de que las palabras de Jairo llegaran hasta los oídos de su padre.
Tranquila, Violeta, si no te voy a obligar a nada, solamente estaré esperándote.
Mira, hemos llegado, dijo Violeta cuando vio la universidad frente a la parada del metro.
Jairo, todo un caballero la ayudó a bajar, dándole la mano.
Otro chico de la universidad los vio llegar juntos, al ver a Violeta, se enamoró perdidamente de ella.
Esperaría un tiempo apropiado para poder conocerla.
El chico que mencionamos se llama José Luis.
Jairo acompañó a Violeta hasta su salón.
Bueno, te veo en la salida, si quieres te acompaño a tu casa para que no te vayas sola.
No te molestes, me iré sola, no quiero provocar la ira de mi padre.
¿Por qué le tienes tanto miedo a tu padre, acaso es un ogro?
No precisamente que sea un ogro, pero es muy estricto y no me deja platicar con los muchachos, piensa que me van a faltar al respeto o me van a ocurrir cosas peores.
Ok, chica, no me des tantas explicaciones. Cuando tú puedas yo te veré, no tengo ninguna prisa. Pero espero que algún día me des una oportunidad de que nos amemos.
Violeta se metió al salón y se disculpó con la maestra por haber llegado tarde.
Violeta.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?