Después de ver a su hermana obligada a casarse con el líder de una organización, Augusto decide encontrar la manera de sacar a su hermana de ese destino. Lo que no sabía, era que la idea que tendría, lo llevaría al lugar que Pietro siempre quiso que estuviera, siendo el líder de una organización sueca, tuvo que mantener oculta su obsesión durante 18 años, hasta el momento en que pudo tener, lo que siempre deseó.
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Capítulo 5
El resto de la cena transcurrió con intercambio de miradas y un ambiente cargado. Augusto y Mirella terminaron la cena antes que ellos y se fueron, dejando a Pietro atrás, muy contrariado.
— Pietro, cálmate. Es normal que él esté enojado contigo. Piensa que realmente estás interesado en casarte con su hermana. Tú mejor que nadie sabes lo unidos que están. Intenta entender su punto de vista.
— Lo sé, Débora. Creo que la ansiedad está hablando más alto. Solo quiero que llegue pronto este cumpleaños, para poder estar más cerca de él.
Pietro estaba impaciente esperando a que las cosas ocurrieran. Esperar dieciocho años por ese momento no había sido fácil. Desde que llegó, su ansiedad solo aumentaba, pero sabía que debía controlarse, pues nada de lo que planeó durante ese tiempo podía salir mal.
El día del cumpleaños de Alice había llegado. Augusto quería que fuera un día perfecto para ella, ya que no sabía qué les esperaba en esa fiesta. Por ello, comenzó llevándole el desayuno a la cama, mientras ya tenía otras cosas planeadas para ese día.
— Feliz cumpleaños, hermanita —la felicitó después de despertarla.
Alice se estiró en la cama y suspiró antes de responder a las felicitaciones de su hermano.
— No sé si tenemos algo que celebrar. Ni siquiera puedo decir que estoy feliz por mi cumpleaños, ya que sabes lo que eso significa.
Alice lo miró con tristeza. Su hermano aún no le había contado cuál era su plan para ese contrato. Ese sería su regalo de cumpleaños para ella.
— No quiero tristeza hoy, ¿vale? Después de tu fiesta, tengo un regalo que te alegrará. Así que vamos a disfrutar tu día al máximo.
Alice levantó la ceja, mostrando curiosidad. Parecía haberse animado un poco con lo que él dijo. Le sonrió y lo abrazó, demostrando que confiaba en la palabra de su hermano.
— Toma tu desayuno, arréglate y baja. Pasaremos todo el día fuera hoy, así que ponte guapa.
— No tendré que hacer mucho esfuerzo —dijo convencida.
Ambos sonrieron y Augusto se alegró de ver a su hermana jugando y menos triste. Quería verla siempre de esa forma. Dejó que ella empezara su desayuno y bajó a desayunar con sus padres.
Cuando bajó, antes de poder sentarse en la mesa, escuchó que tocaban el timbre. No se imaginaba quién podía ser tan temprano, pero aun así fue a abrir. Augusto se sorprendió al ver a cuatro guardias afuera.
— Buenos días, señor. Tenemos órdenes de permanecer en la propiedad o acompañar a la señorita Alice a donde quiera que vaya.
La ira volvió a dominar a Augusto por pensar que Pietro estaba tomando precauciones, imaginando que tal vez ella intentaría escapar. Asintió comprendiendo y cerró la puerta, regresando a la mesa visiblemente enfadado.
— ¿Ese idiota realmente piensa que va a escapar? ¿O que intentaremos esconderla? ¿No piensa que, si fuéramos a hacer algo, ya lo habríamos hecho hace mucho tiempo? ¿Por qué esperar hasta el último momento?
— ¿Qué pasó, cariño? ¿Por qué estás tan irritado? —su madre estaba preocupada.
— Pietro envió hombres para vigilarnos, tal vez piense que vamos a escapar con ella.
La madre de Augusto se puso un poco tensa. Él notó ese nerviosismo y sabía que ella ya no era la misma desde el día en que hicieron ese contrato. Se dio cuenta de que Alice estaba bajando y cambió de tema. No quería que ella se moleste por nada en ese día. Todos fingieron que todo estaba bien, sus padres la abrazaron y le dieron felicitaciones. Se sentó con ellos y conversaron un poco. Pronto Augusto terminó su desayuno y se prepararon para salir.
Cuando abrió la puerta, Alice se asustó al ver a esos hombres afuera de la casa. Agarró la mano de su hermano y él intentó calmarla.
— Está bien, solo nos acompañarán por precaución. Pietro envió que nos protejan —intentó tranquilizarla.
— Vamos a salir. Me gustaría que fueran en coches separados. Así ella estará más tranquila —avisó a esos hombres.
La verdad era que él no quería que ellos invadieran su privacidad, ya tenían que aguantarlos vigilándolos todo el día, al menos esperaba poder tener algunos momentos a solas con su hermana.
Fueron directamente al centro comercial, compraron algunas cosas, vieron una película y se divirtieron con otras cosas, pasaron toda la mañana y parte de la tarde en ese lugar, en cierto momento mientras caminaban, Alice recibió un mensaje de un número que no conocía.
“He reservado el salón para ti, cuando llegue la hora, los guardias que dejé contigo te llevarán, nos vemos esta noche. Pietro”
La respiración de Alice se aceleró ante aquel mensaje, Augusto tomó su celular para ver de qué se trataba, se irritó al ver que aquel hombre ya pensaba que podía decidir la rutina de ella y no veía la hora de terminar con aquella alegría suya.
Ante aquel mensaje, ella decidió ir a casa a darse un baño y esperar allí mismo el momento en que la llevaran al salón, después de que llegaron, Alice ya no estaba con la misma emoción de antes, subió a su habitación, guardó las cosas que compraron y se arregló.
Algún tiempo después, Augusto subió a ver a su hermana, como ella no había decidido, fue a ver cómo estaba, al entrar en la habitación se encontró con ella haciendo una maleta y con una expresión de que había llorado, Augusto sujetó su muñeca, impidiéndole seguir.
—No necesitas hacer las maletas, Alice, ¿no te dije que tengo una sorpresa para ti? No voy a permitir que te cases con él.
Su hermana lo miró dejando caer aún algunas lágrimas, lo abrazó y lloró aún más, verla de aquel modo lo destrozaba por completo, Augusto estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para no ver a su hermana así, aunque eso significara sacrificar su vida y su felicidad.
además no puede juzgar a Pietro si no lo conoce bien.