Julia jamás se imaginó lo caprichosa de la vida aquella noche. Un grupo de borrachos la persiguen, se esconde en el auto de un extraño provocando su ira. Como cereza del pastel, presa del miedo se lanza a los brazos de aquel hombre que sin saberlo convertirá su vida en un carrusel de descontrol. ¿Quieres saber en que termina? Entonces sumérgete en este intrigante relato, en donde los caprichos del destino están a la orden del día.
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Capitulo 5
En la boca del lobo
Me quede mirando aquel jarrón roto en el suelo, se veía caro. ¿tenía que ser caro ¿no? Volví a lanzarle una mirada de desdeño reafirmando mis palabras de antes, era un gran bobo, era Mr. Musculin en su peor momento, jamás había conocido a un hombre tan neurótico, raro y loco. Paso sus manos por su cabello negando con histeria. Este hombre pasaba de la ira a la histeria y locura en segundos, ¿Dónde diablos me había metido?
—¡Has roto mi antiguo jarrón “yamanaka”! —le mire incrédula mientras caminaba de un lado para otro como una fiera enjaulada. Tampoco era para tanto, solo era un maldito jarrón, pude haberme herido con alguna esquirla, y ni siquiera fue mi culpa, él me había empujado como el violento que era, Esto era el colmo.
—¡Le recuerdo que fue usted el que me empujo! Además… ¿Q-qué problema hay con que se rompa un simple jarrón y-yamanoseque? —detuvo sus pasos, me miro y con firmeza agarro mi muñeca para gritarme en la cara
—¡¿Un simple jarrón?! ¡Es una antigüedad que vale más que tu cochina vida y la siguiente que vivas! No te haces a la idea de la magnitud de su precio. —increpo observándome con expresión de frialdad y asco. Estaba tan asustada con aquella mirada de ojos oscuros que me hostigaban hasta aplastarme el alma, intente recular mi mirada de su cercanía peligrosa, quería fingir que no me importaba lo que había dicho en lo absoluto, y eso debió joderle mucho más, porque soltó un fuerte resoplido con una mueca de sonrisa augurando malas noticias. Con fuerza me jalo de la muñeca lanzándome hacia el sofá, un chillido de sorpresa y miedo salió de mi boca resonando en el salón de aquella mansión. Se subió encima de mi mientras gritaba y pataleaba que me dejara ir, de repente poso sus manos en mi cuello estrangulándome con una ira inyecta enloquecedora, pose mis manos encima de las suyas intentando que me soltara, pero solo sentí que en cualquier momento desfallecería bajo sus manos.
—¡Grita! ¡Nadie va a venir a salvarte!
Cerré mis ojos con fuerza sintiendo que iba a morir a manos de este enajenado, intenté luchar con todas mis fuerzas hasta que de repente sentí como poco a poco el agarre de mi cuello se iba liberando, al abrí mis ojos lentamente con miedo, me encontré con esa filuda mirada de ojos café oscuro que casi parecían ser negros, escaneaba mi cuerpo con una expresión… Una expresión llena de perversión, con esa respiración jadeante igual que cuando estábamos en el auto y yo parecía ser su única presa. Aproveche su descuido para intentar empujarlo, pero parecía que entre más me negaba más empezaba a disfrutar de las vistas que tenía debajo de él. Se acerco lentamente hasta mí, he inconscientemente alce mis manos para protegerme cerrando mis ojos, de repente sentí como deslizaba su boca y nariz sobre mi cuello, oliéndome mientras su aliento caliente chocaba contra mi piel erizada, solté un quejido leve tensándome, poco a poco empezó a abajar más y más como si no pudiera controlarse.
—No…. —murmure sintiéndome confusa ante tal toque.
—No te muevas… —dijo en voz baja desapuntando mi falda, la empezó a bajar dejándome en ropa interior. Confundida, asustada y con un sentimiento de extrañeza, empiezo a empujarlo alejándolo de mí, tomo mis piernas con firmeza deteniéndome mientras se volvía a erguir encima de mí, sonrió con satisfacción y cierta maldad en su sombrío rostro para decir.
—Ya que estas aquí, ¡porque no me satisfaces mujer! Es para lo que te acercaste a mí, ¿no es verdad? Deja de fingir. —Negué con rapidez confusa de sus palabras sin sentido.
¶
Necesitaba saciar el deseo sexual que me estaba quemando, esa maldita droga aún no se iba de mi sistema, ni siquiera dándome una ducha fría me había podido calmar, necesitaba desesperadamente de esta mujer para saciar mi deseo incontrolable, así que… ¿Por qué negarme hacerlo con la que tenía delante?
Estaba en completo estupor, ¿Cómo si quiera iba a satisfacerlo? Intente alejarlo nerviosa y avergonzada, pero era más fuerte que yo. Empezó a besarme de una manera intensa y descontrolada, se metió entre mis piernas mientras el calor empezaba a subir en lugar. ¿Qué me pasaba? Sus manos grandes y fuertes empezaron a recorrer mi piel, y sin poder soportarlo más me deje llevar por aquella intensa presión de placer nueva que me embargaba hundiéndome en el más profundo deseo.