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El Despertar Del CEO Al Amor

El Despertar Del CEO Al Amor

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / CEO / Matrimonio contratado / Triángulo amoroso / Completas
Popularitas:83
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.

Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.

Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 4

El almuerzo terminó con el mismo ambiente ligero con el que había comenzado.

Valquiria elogió cada detalle de la mesa, la comida, e incluso comentó cuánto admiraba la buena relación que Ethan tenía con sus padres. Él, por su parte, mantenía el tono educado de siempre —discreto, cortés— pero, poco a poco, comenzaba a sentirse más a gusto a su lado.

Cuando terminaron el café, Ethan sugirió un paseo por el jardín.

El sol estaba templado, y la brisa traía el perfume de las flores recién regadas.

Caminaron lado a lado hasta un banco de madera próximo a la fuente. El agua caía en hilos suaves, y el sonido parecía calmar el aire.

Por algunos instantes, quedaron en silencio. Valquiria observaba el reflejo de la luz en la superficie del agua, mientras Ethan la estudiaba de forma discreta.

Había algo diferente en ella aquella mañana —un brillo inquieto en los ojos, un tono de voz más contenido, como si estuviera a punto de decir algo importante.

—Entonces —comenzó él, con la voz baja—, me dijiste que necesitabas conversar sobre un favor.

—Sí... —ella suspiró—. Y hasta me da vergüenza pedirlo.

Ethan frunció levemente el ceño.

—Puedes hablar, Valquiria.

Ella cruzó las piernas, miró al suelo y, después, a él.

—Vine de Italia hace poco... en realidad, vine con la cara y el coraje. Tenía poco dinero y muchas esperanzas.

Él mantuvo la mirada atenta, sin interrumpir.

—Mi padre falleció hace algunos años —continuó—. Y me dejó una herencia. Algunos inmuebles aquí en Brasil, porque él vivió parte de su vida aquí. Son mansiones, apartamentos, y algunos edificios comerciales. Vine a resolver todo, tomar posesión y vender... pero está demorando mucho más de lo que imaginé.

Ella respiró hondo, intentando contener la emoción.

—Ya vendí uno de los inmuebles menores, pero el proceso de los otros es burocrático. Y, mientras tanto, me estoy quedando sin recursos.

Ethan se inclinó un poco hacia adelante, los codos apoyados en las rodillas.

—¿Estás necesitando dinero para mantenerte por aquí?

Ella asintió, avergonzada.

—Sí. Un préstamo temporal. Prometo devolver cada centavo así que concluya la venta.

Por un momento, Ethan quedó en silencio. Podía sentir la incomodidad de ella, y algo en su mirada despertó la compasión que él raramente dejaba traslucir.

Él sacó la cartera del bolsillo del saco, retiró una tarjeta metálica y se la extendió a ella.

—Usa esta tarjeta. Es de mi cuenta personal. No necesitas preocuparte.

Valquiria lo miró sorprendida.

—Ethan, yo... no sé qué decir. Ni siquiera te conozco bien.

—Tal vez por eso mismo —respondió él, con una media sonrisa—. A veces es más fácil confiar cuando no hay intereses en juego.

Ella vaciló, sujetando la tarjeta entre los dedos, como si tuviera miedo de aceptarla.

—Así que consiga vender los inmuebles, prometo que te voy a pagar.

—Créeme, no estoy preocupado por eso. —Él se recostó en el banco—. Me alegro de poder ayudar.

Por un instante, ella pareció emocionada.

—Eres diferente, Ethan. No estás acostumbrado a lidiar con gente así todos los días, ¿verdad?

—¿Con gente sincera? No mucho —respondió, con un leve toque de ironía.

Valquiria rió.

—Prometo no abusar de tu bondad.

—No veo bondad —dijo él, mirando a la fuente—. Apenas alguien intentando hacer lo correcto, y necesitando ayuda.

El silencio volvió por algunos segundos, ahora más confortable. El sonido del agua, el viento en las hojas y la luz suave creaban una atmósfera tranquila.

Valquiria comenzó a hablar sobre los inmuebles heredados.

—Mi padre tenía buen gusto. La mayoría de ellos son casas enormes en condominios de lujo, y hay también algunos edificios empresariales. Estoy intentando vender todo, pero no es fácil.

Ethan la observaba con atención. Él conocía bien el mercado y percibió que ella estaba hablando de propiedades valiosas.

—Esos inmuebles deben valer algunos millones, por lo que estás describiendo.

—Sí, valen —confirmó ella, suspirando—. Pero dinero parado no resuelve mis problemas. Yo necesito volver a Italia.

—¿No pensaste en establecerte aquí? —preguntó, curioso—. El mercado brasileño es prometedor, y tú pareces tener talento para negocios.

Ella sacudió la cabeza.

—Brasil es lindo, pero no es mi hogar. Crecí en Roma, junto con mi madre. Tengo amigos allá, recuerdos... La intención es resolver todo aquí y volver.

Ethan asintió, comprendiendo.

—Entiendo. A veces es difícil quedarse lejos de nuestras raíces.

Valquiria lo observó en silencio por un momento.

—¿Y tú, Ethan? —preguntó—. ¿Siempre viviste en São Paulo?

—Siempre. Es donde está la empresa, la familia... y, de cierta forma, mi mundo entero.

—¿No piensas en salir de aquí?

Él miró el horizonte, pensativo.

—Nunca me detuve a pensar en eso. Pero, a veces, tengo la sensación de que estoy preso en una vida que los otros eligieron por mí.

Valquiria arqueó las cejas, sorprendida.

—¿Un hombre como tú? ¿Con el mundo a tus pies?

—Tener el mundo a los pies no significa ser libre —respondió, con una sonrisa melancólica.

Ella quedó en silencio por algunos segundos, como si intentara descifrarlo.

Ethan, por su parte, percibió que había hablado de más —cosa rara para él—. La presencia de ella tenía ese efecto: despertaba algo que él no sabía nombrar, una mezcla de tranquilidad e inquietud.

—Prometo que voy a devolver todo así que consiga resolver las pendencias —dijo ella, rompiendo el silencio.

—No hay prisa —respondió él, levantándose—. ¿Puedo pedir que el chofer te lleve de vuelta al hotel?

—Por favor. Y... gracias, Ethan. De verdad.

—No necesitas agradecer. —Él la miró, sereno—. Solo cuídate bien.

Valquiria sonrió y, antes de entrar en el coche, se giró hacia él.

—Eres un hombre raro, Ethan Vieira. Creo que aún no te has dado cuenta de eso.

Él quedó parado, observando el coche alejarse por la carretera que llevaba a los portones de la propiedad. El viento balanceaba las hojas del árbol bajo el cual habían conversado.

Ethan respiró hondo, guardando en la mente el sonido de su voz y el brillo en los ojos cuando agradeció.

Tal vez fuese apenas gratitud. Tal vez algo más.

Pero, en aquel instante, él aún no sabía que ese gesto simple —prestar dinero a una mujer prácticamente desconocida— sería el primer paso de una ligazón que cambiaría su vida para siempre.

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