— Advertencia —
Es una historia corta.
La trama tiene contenido adulto, se pide discreción.
♡ Sinopsis ♡
Jodie nunca se ha quedado quieta, tiene una energía desbordante y una manera de meterse en donde no la llaman. Cuando se muda a un nuevo edificio, se encuentra con Kai; totalmente opuestos.
Él es reservado, ama el silencio y su rutina inquebrantable, pero su tranquilidad empieza a flaquear cuando Jodie lleva el caos hasta su puerta. ¿Podrá Kay resistirse a sus provocaciones?
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Tregua temporal
Una mañana salí a recoger un paquete en mi puerta. Al tomarlo, no pude evitar desviar mi vista hacia el departamento de esa revoltosa. Me había puesto a pensar en que creí que los problemas con ella serían más recurrentes, sin embargo, desde aquella vez con la música, había permanecido silenciosa.
Me perdí en esa idea cuando se abrió la puerta de repente, me sobresalté como si me hubieran atrapado haciendo algo indebido. Mis pensamientos se interrumpieron bruscamente y no supe qué hacer.
—¿Otra vez acosándome? —preguntó con una ceja levantada.
Retiro lo antes dicho.
—No te estoy acosando, solo salgo de casa, como cualquier día.
No quería que malinterpretara las cosas, aunque mi posición parecía incriminadora, ni siquiera me había percatado del tiempo que llevaba así, analizando inconscientemente en dirección a su departamento.
—Claro ¿Y todos los días te quedas mirando mi puerta entonces? —replicó, cruzándose de brazos y mirándome con ojos escrutadores.
Ese comentario hizo que me avergonzara un poco. Intenté parecer despreocupado, pero me estaba dejando mal parado y ciertamente, desde su punto de vista, se veía mal, y no tenía cómo justificarlo.
—No es eso, solo tenía algo en la mente y me distraje un momento. Eso es todo.
Su expresión no cambió, seguía observándome como si estuviera esperando a que confesara algún deseo culposo.
—¿O pretende volver a molestarme con el ruido, señor?
La forma en que lo dijo me desagradó. Parecía frustrada.
—No me llames así, no me gusta. —Mi voz sonó más firme de lo que esperaba.
—Entonces déjame en paz —sonrió con acidez—. A mí tampoco me gusta esta charla.
Se fue en dirección hacia la escalera. Me quedé analizando las cosas un rato más y luego me metí. Ni sé por qué le estaba prestando atención o tratando de encontrar un equilibrio. Tenía un tipo de personalidad chocante, no necesitaba haber entablado mucho para darme cuenta. Cerré la puerta tras de mí, tratando de sacudirme la sensación incómoda que había dejado esa breve interacción. Quise saber si alguna vez podríamos tener una conversación civilizada. No es que lo deseara, pero tener que vivir en esa tensión no era precisamente que me encantara.
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Como no había visto señales de que Jodie se pasase de los límites por un buen tiempo, yo había prometido pasar de largo de ella si la volvía a ver por aquí, había disfrutado de mi tranquilidad toda la semana, pero fue rota una vez más. Y no por ella. Fue por Carlo, un tipo que vivía un poco más al fondo. El infeliz había decidido hacer una fiesta que me estaba reventando los oídos, ni poniéndome los audífonos ahogaba su escándalo.
Lo más estresante era que no me podía meter en esto. Evidentemente, presenté mis quejas ante la administración en cuanto noté el mínimo ruido, pero el hombre había pedido un permiso con días de anticipación, y se lo habían firmado. Ese tipo de cosas normalmente se le informaba a todos los inquilinos, me fastidio que se me excluyera de ello, me habría ido a dormir a un hotel de haberlo sabido antes. No me quedaba más que largarme de mi propio apartamento para huir de eso.
El sonido retumbaba incluso en las paredes y el suelo. Había decidido no quedarme a sufrir, así que me mantuve sentado en las bancas del parque que estaba dentro del condominio. La batería de mi teléfono no duraría toda la noche y no iba a regresar allá, amanecería con hipoacusia. Hacía frío y estaba incómodo, pero nada me importaba más que mi serenidad. Aunque se escuchaba la música desde lejos, estando dentro casi no podía oír ni la voz de mi cabeza, quejica, por cierto.
Mi cabeza vagaba recordando cómo es que había llegado a vivir aquí y cuestionándome si alguna vez podría encontrarme verdaderamente tranquilo.
—¿Tú qué haces aquí?
Levanté la mirada con aire cansado al escuchar su voz. Venía caminando desde afuera del condominio.
—Escapando. El vecino de al lado hizo una fiesta. Estoy harto de su falta de consideración —dije, intentando tirar una indirecta que no captó.
En su lugar, miró en dirección hacia dónde venía el bullicio y rió en seco.
—¿No se supone que eso estaba prohibido?
Fruncí el ceño, no entendí exactamente cuál era el punto que le causaba gracia.
—Se supone. Pero parece que él solicitó un permiso con antelación y no supe de la notificación, es molesto —subí las piernas hacia la banca y recosté mi peso en la fría pared.
Jodie se quedó observándome. Se estaba burlando de mí, lo podía ver incluso en la oscuridad.
—Si tanto te molesta la bulla, ¿por qué no te vas a vivir al campo?
Suspiré irritado. Tenía el nivel de razonamiento de una adolescente de secundaria. Evidentemente, era una ofensa, sin embargo, nada me gustaría más que tomar esa opción. Visualicé por un momento la paz alejado de este caos, tentador, pero poco práctico.
—Tengo cosas que hacer en la ciudad, no es tan fácil como simplemente mudarme.
Rió más fuerte.
— ¿Y qué cosas? —se cruzó de brazos—. Te la pasas encerrado todo el tiempo.
—Desde luego que salgo —respondí, más seco—. Solo no me gusta relacionarme tanto con la gente. Es todo.
—Bueno —se sentó. Sin permiso, me hice a un lado con incomodidad tratando de mantener distancia—. Igual esta vez estoy de acuerdo contigo —miró la hora de su teléfono, la luz de la pantalla iluminó su rostro—. Mañana tengo un examen temprano y… —señaló las luces que salían del edificio— ajá —. No esperaba que pensara lo mismo que yo sobre esto —Creo que tengo unos audífonos guardados. De esos que se usan cuando disparas armas, ¿sabes? —sugirió.
—¿De verdad? Sí, creo que sé a cuáles te refieres. Aislan bastante bien el ruido exterior.
Asintió, y se levantó del asiento.
—¿Quieres unos?
Analicé su oferta. Ya sé que dije que no quería involucrarme en nada que tuviera que ver con ella, pero ciertamente los quería, me sirvirían demasiado, la idea no era tan mala. ¿O acaso pretendía dormir en el pasto?
—Creo que me ayudaría, sí —intenté ser agradecido en mi tono.
—Ok, iré a buscarlos.
Observé el movimiento de sus pies en la sombra hasta desaparecer en la puerta principal. Medité sobre lo que acababa de pasar mientras la esperaba. Me sorprendió su ofrecimiento, y no pude evitar sentirme curioso sobre qué motivación tendría para su repentina muestra de amabilidad.
Traté de disimular mi expectación cuando volvió con ellos en la mano. Realmente se había tardado más del tiempo que calculé que lo haría, incluso estaba empezando a creer que era una tonta broma para dejarme esperando.
—Ten —me los extendió, los tomé, inspeccionándolos.
—Ah, eh… muchas gracias.
—Gracias nada —esbozó una sonrisa. Puso el índice sobre mi hombro en un toque ligero pero cargado de intención—. Me debes un favor.
Ah, era de esperar. No era del todo gratuito. Me fijé en su sonrisa y lo comprendí, había conseguido una forma de establecer una deuda con ella, ¿y qué clase de pago querría alguien como ella? Era mejor no especular sobre ello por ahora. Igualmente opté por no decir nada, en verdad los necesitaba y después de colocármelos el estruendo que se filtraba desde el interior del edificio se redujo considerablemente.