**"EL Eco Del Pasado"** es una novela de romance contemporáneo que sigue la historia de Dante y Emilia, dos almas marcadas por un oscuro pasado y un matrimonio forzado. A medida que enfrentan peligros, traiciones y fantasmas de su historia, descubren que el verdadero amor puede florecer incluso en los momentos más difíciles. Juntos, emprenden un viaje hacia la redención y la paz, buscando dejar atrás las sombras y construir una vida llena de esperanza y nuevos comienzos. Es una historia sobre la fuerza del amor para sanar, perdonar y renacer.
NovelToon tiene autorización de Araceli Settecase para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4: Las Primeras Grietas
Después del desayuno, Dante la invitó a un recorrido por la mansión. Emilia aceptó, consciente de que conocer mejor su nuevo hogar podría ayudarla a sentirse más en control de su situación. Mientras caminaban juntos por los amplios pasillos y las habitaciones decoradas con lujo, Dante le contó la historia de la casa, de cómo había sido construida por su bisabuelo y de las reformas que habían hecho sus padres. Era la primera vez que Dante mostraba interés en compartir algo personal, y Emilia lo escuchó con atención, buscando señales que revelaran más sobre el hombre que ahora era su esposo.
Mientras caminaban por la mansión, Dante le mostraba a Emilia cada rincón con una precisión casi meticulosa, deteniéndose en cada detalle, como si las paredes y los muebles guardaran fragmentos importantes de su vida que él quería transmitirle. Emilia lo seguía en silencio, agradecida por el esfuerzo que él estaba haciendo, aunque la inmensidad del lugar seguía haciéndola sentir pequeña y fuera de lugar.
Llegaron a una gran biblioteca, una sala que parecía haber salido de otra época, con estanterías de madera oscura que se elevaban hasta el techo, repletas de libros antiguos y encuadernados en cuero. Emilia se sintió instantáneamente atraída por el ambiente acogedor de la habitación, el aroma de papel viejo y cuero impregnando el aire. Este lugar tenía algo especial, un refugio dentro de la vastedad de la mansión.
"Mi padre solía pasar horas aquí", comentó Dante, recorriendo con la mirada las estanterías. "Era un hombre que valoraba el conocimiento, y esta biblioteca fue su legado. Me enseñó a apreciar el poder de los libros desde joven, aunque… no siempre compartíamos los mismos intereses."
Emilia captó la leve nota de amargura en su voz. "¿Eras cercano a él?" preguntó, con cautela, queriendo conocer más de ese hombre que parecía tan distante, pero que empezaba a mostrar fisuras en su armadura.
Dante tardó unos segundos en responder, como si estuviera sopesando cuánto revelar. "No realmente. Mi padre era un hombre de principios rígidos, un patriarca en todo el sentido de la palabra. Yo… nunca estuve a la altura de sus expectativas, o al menos así lo sentía."
Emilia percibió en sus palabras la sombra de una herida aún abierta, una lucha interna que Dante no había superado del todo. Se acercó a una de las estanterías, pasando los dedos suavemente sobre los lomos de los libros. "A veces, los padres no se dan cuenta del peso que sus expectativas pueden imponer sobre nosotros," dijo en voz baja, sin mirar a Dante. "Nos marcan de maneras que ni siquiera imaginamos."
Dante la observó por un momento, sus ojos escrutando la figura de Emilia como si intentara descifrar algo más allá de lo evidente. "¿Y tú?" preguntó, con una voz más suave. "¿Qué clase de relación tenías con tu familia?"
Emilia se detuvo, su mano todavía descansando sobre uno de los libros. "Mis padres siempre fueron afectuosos," comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado. "Pero al mismo tiempo, siempre sentí que mi vida estaba predeterminada. Desde pequeña, sabía que mi destino estaba ligado a la familia, a cumplir con las expectativas que ellos tenían para mí. Este matrimonio… es solo una extensión de eso."
Dante asintió, como si entendiera perfectamente el sentimiento. "No podemos escapar de nuestros apellidos," murmuró, más para sí mismo que para ella. "Pero tal vez podamos encontrar alguna forma de vivir con ellos."
Emilia lo miró a los ojos, sintiendo por primera vez una conexión genuina. Había algo en ese intercambio que rompía las barreras entre ellos, una comprensión compartida de las cargas que ambos llevaban. En ese momento, Emilia supo que, aunque su matrimonio había comenzado como un deber impuesto, había una posibilidad, pequeña pero real, de que pudiera convertirse en algo más.
Dante se dirigió hacia una de las ventanas de la biblioteca y miró hacia los jardines. "Hay algo que quiero mostrarte," dijo, cambiando el tono de la conversación. "Es un lugar que solía visitar de niño, mi único refugio."
Intrigada, Emilia lo siguió mientras salían de la biblioteca y cruzaban la mansión hacia los jardines. Caminaron por un sendero bordeado de árboles hasta llegar a un rincón apartado, donde un pequeño invernadero se alzaba entre el verdor. Era un lugar modesto comparado con el resto de la propiedad, pero tenía un aire de serenidad que contrastaba con la opulencia del entorno.
Dante abrió la puerta del invernadero y la invitó a entrar. En su interior, Emilia descubrió una colección de plantas exóticas y flores de colores vibrantes, dispuestas con esmero en cada rincón. El lugar estaba bañado por una luz cálida y difusa que entraba a través de los cristales.
"Este era mi escape," explicó Dante, observando el invernadero con una mezcla de nostalgia y cariño. "Aquí podía ser simplemente yo, lejos de las expectativas y las responsabilidades."
Emilia recorrió el lugar con la mirada, sintiendo la paz que emanaba de cada planta, de cada flor. Era un espacio íntimo, un reflejo del lado más vulnerable de Dante que apenas comenzaba a conocer. "Es hermoso," susurró, sin querer romper la tranquilidad del momento. "Gracias por mostrarme este lugar."
Dante se acercó a una planta en particular, una pequeña flor de pétalos blancos, y la tocó con delicadeza. "Quiero que sientas que puedes venir aquí siempre que lo necesites," dijo, su voz apenas un murmullo. "Este invernadero es tuyo también, Emilia. Quizás… ambos podamos encontrar en este lugar algo de lo que necesitamos."
Emilia lo miró, sorprendida por la apertura que estaba mostrando. Había sido solo un pequeño gesto, pero para ella significaba mucho. "Lo haré," respondió con una sonrisa sincera. "Y espero que tú también lo hagas."
Ambos se quedaron en silencio, rodeados por la serenidad del invernadero, conscientes de que este pequeño espacio compartido podría ser el primer paso hacia algo más profundo. Era un comienzo modesto, pero en un matrimonio forzado como el suyo, esos pequeños gestos podían ser el punto de partida para construir algo más sólido, algo que valiera la pena.
Y así, en medio de ese invernadero, entre plantas y flores que habían crecido en silencio, Dante y Emilia comenzaron a plantar las semillas de una posible relación, esperando que con el tiempo, y con el cuidado necesario, pudieran florecer en algo más que solo una obligación.