Amor En Desequilibrio

El sol comenzaba a ponerse detrás de los rascacielos de Manhattan, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados. Desde el gran ventanal de su oficina, Ethan Sinclair observaba la ciudad, sumido en sus pensamientos. El contrato estaba sobre su escritorio, con las cláusulas que tanto temía. A su lado, el teléfono vibraba una y otra vez con mensajes y llamadas perdidas, pero él no los atendía. Hoy había sido un día largo, uno que parecía alargarse con cada segundo que pasaba.

Nia lo había notado. Desde que Amara volvió a aparecer en la vida de Ethan, el ambiente entre ellos había cambiado. Aunque él le aseguraba una y otra vez que no había nada que temer, Nia ya no estaba tan segura. La intriga que sentía por Amara había crecido como una sombra, y por más que Ethan intentara calmar sus temores, había algo que no terminaba de encajar. A pesar de las promesas de Ethan, de las promesas de amor y confianza, Amara seguía acechando desde el pasado.

Nia había intentado ser fuerte, había intentado confiar, pero las dudas no dejaban de crecer en su mente. Y esta noche, mientras se preparaba para ir a una gala benéfica con Ethan, sabía que algo no estaba bien.

Ethan había decidido firmar el contrato de Amara, y lo había hecho sin dudarlo. La idea de mantener su carrera intacta, de asegurar que el proyecto con Amara tuviera éxito, pesaba demasiado sobre sus hombros. Había explicado una y otra vez que las reuniones privadas con Amara serían solo para el negocio, solo para el proyecto. Pero Nia sabía que esas promesas no siempre eran suficientes. El peso del pasado, el poder de la ambición, todo aquello que había unido a Ethan y a Amara en el pasado seguía presente, palpable.

Cuando Ethan llegó al apartamento esa noche, Nia estaba lista para la gala. Ella le sonrió, pero no de la misma manera que lo hacía siempre. Había una tensión en su rostro, una seriedad que había comenzado a arrastrarse con el paso de los días. Ethan notó el cambio inmediato.

—Nia, ¿todo bien? —preguntó, tomando su rostro entre sus manos.

Ella no respondió de inmediato. En lugar de eso, miró sus ojos, buscando algo más allá de la superficie. Ethan podía ver la duda en su mirada, y aunque quería mentir, sabía que no podía.

—Tengo que hablar contigo, Ethan —dijo finalmente, su voz calmada pero firme.

Él asintió, el corazón dándole un vuelco. Sabía que esta conversación no sería fácil.

—¿Qué pasa? —preguntó, tomando una respiración profunda.

Nia se apartó de su abrazo y comenzó a caminar lentamente hacia la ventana, observando la ciudad iluminada. Sabía que este momento había llegado, que no podía seguir ignorando lo que sentía.

—¿Firmaste el contrato con Amara? —preguntó con tranquilidad, aunque sus palabras parecían haber caído como una piedra en el aire.

Ethan se quedó en silencio por un momento. No quería mentir, pero tampoco quería que Nia lo viera de la misma manera que lo hacía Claire o cualquiera de las personas que dudaban de él.

—Sí. Lo firmé —respondió finalmente.

La confirmación lo golpeó como una ola. Nia cerró los ojos por un momento, procesando la información. Algo dentro de ella se rompió, una pieza de su confianza que nunca podría volver a encajar de la misma manera.

—¿Y las reuniones privadas? —su voz era baja, casi un susurro, como si no quisiera escuchar la respuesta.

Ethan vaciló antes de hablar, mirando hacia abajo, evitando su mirada.

—Sí. Esas cláusulas están en el contrato. Pero son solo para el trabajo, Nia. Solo para el proyecto. Amara no es parte de mi vida personal, ni de lo que estamos construyendo. Pero tengo que hacerlo, Nia. Este proyecto es importante para mí, para mi carrera, para todo lo que hemos construido hasta ahora.

Nia se dio la vuelta, mirando directamente a sus ojos. No pudo evitar sentir una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que había hecho lo correcto al confiar en él, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella comenzaba a quebrarse.

—¿Y qué pasa con nosotros, Ethan? ¿Qué pasa con lo que estamos construyendo? ¿Es este proyecto tan importante como nosotros? —su voz se quebró al final de la pregunta, como si temiera lo que pudiera escuchar.

Ethan no pudo responder de inmediato. La mirada en sus ojos lo decía todo: la contradicción, la lucha interna entre lo que sentía por Nia y lo que creía que necesitaba hacer para su futuro.

—Lo que tenemos es lo más importante para mí, Nia. —Dijo finalmente, con una firmeza que intentaba ocultar la duda. —Pero Amara está aquí, en Nueva York. Este contrato es crucial para mi empresa, y tengo que comprometerme, por más difícil que sea para ti.

Nia sintió un nudo en su estómago. Las palabras de Ethan sonaban sinceras, pero algo seguía sin encajar. ¿Cómo podía estar tan tranquilo con todo lo que estaba en juego? La idea de que Amara pudiera meterse de nuevo en su vida de manera tan personal, tan cercana, la aterraba.

—¿Vas a permitir que ella tenga reuniones privadas contigo, Ethan? ¿Vas a seguir cediendo ante ella? —preguntó, su voz rota por el dolor.

Él la miró con una expresión que era una mezcla de frustración y tristeza.

—No lo quiero, Nia. Pero tengo que hacerlo por el bien del proyecto, por el futuro. Amara tiene su poder, y tengo que usarlo a mi favor. Tú sabes lo que significa para mí conseguir este tipo de oportunidades.

Nia sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar, pero se las contuvo. Sabía que no podía seguir en esa conversación, no sin sentir que algo dentro de ella se estaba desmoronando.

—¿Qué significa para ti, Ethan? ¿Lo que tenemos o el contrato con Amara? —preguntó, su voz temblorosa.

Ethan la miró por un momento, sin saber qué responder. La presión sobre sus hombros era cada vez mayor, y aunque quería gritar, quería decirle que todo estaría bien, sabía que no podía.

—Lo que tenemos es lo más importante, Nia. Pero si firmé ese contrato fue porque creo que también es importante para nosotros. —Dijo finalmente, como si las palabras le dolieran. —Solo te pido que confíes en mí.

Nia lo miró con una tristeza infinita.

—No sé si puedo hacerlo, Ethan. No sé si puedo confiar en ti cuando no sé si eres el hombre que quiero que seas.

Con esas palabras, Nia dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta. Ethan la siguió, alcanzándola antes de que pudiera salir.

—Nia, por favor, no me dejes. —Dijo con voz urgente, pero ella no lo miró.

—No te estoy dejando, Ethan. Solo necesito tiempo.

Y con esas palabras, salió por la puerta, dejando a Ethan de pie en la sala, con el contrato en la mano, y un futuro que ahora parecía más incierto que nunca.