Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 17: Un Juego de Poder
Elena no pudo dormir esa noche. Cada palabra de Damian se repetía en su mente como un eco imposible de ignorar. Había algo en su mirada, algo en la forma en que la protegía, que comenzaba a desmoronar sus defensas. Pero no podía permitirse caer en ese abismo, no cuando su vida estaba al borde de un conflicto que aún no entendía del todo.
Al amanecer, decidió que era hora de actuar. No podía simplemente quedarse en la casa de Damian esperando respuestas. Si Viktor Reznikov estaba involucrado y su proyecto rechazado había desatado este caos, entonces ella debía enfrentarlo de frente.
Damian la encontró en la cocina con un café en la mano y una expresión decidida.
—¿Madrugaste? —comentó él, mirándola con curiosidad.
—Tengo trabajo que hacer —respondió Elena, tomando un sorbo de su taza sin mirarlo directamente.
Damian se apoyó en la encimera, cruzando los brazos.
—¿Qué tipo de trabajo?
Elena finalmente levantó la vista, encontrándose con sus ojos oscuros.
—Voy a investigar más sobre este proyecto y quién pudo haber tenido motivos para involucrar a Reznikov. No puedo quedarme esperando que tú hagas todo.
Damian frunció el ceño, visiblemente incómodo con su plan.
—No es seguro, Elena. Reznikov no es alguien con quien puedas jugar.
—No estoy jugando —respondió ella con firmeza, dejando su taza sobre la mesa—. Pero tampoco soy alguien que se quede de brazos cruzados mientras otros deciden mi destino.
Damian se quedó en silencio por un momento, observándola como si evaluara su determinación. Finalmente, suspiró.
—Está bien, pero no lo harás sola.
—No estoy pidiendo tu permiso.
Damian sonrió ligeramente, aunque había un tinte de exasperación en su expresión.
—No es un permiso, es una promesa. Si vas a buscar problemas, al menos déjame estar ahí para ayudarte a salir de ellos.
Elena sabía que discutir con él sería inútil, así que simplemente asintió, aunque en su interior no estaba segura de si su presencia sería una ayuda o una distracción peligrosa.
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Esa tarde, ambos se dirigieron a la oficina de Elena. Damian insistió en conducir, lo que le dio a Elena la oportunidad de revisar algunos documentos en su teléfono. Las calles de la ciudad pasaban rápidamente, pero la tensión dentro del auto era palpable.
—¿Qué esperas encontrar? —preguntó Damian mientras giraba en una esquina.
—Algo que conecte a Reznikov con los inversionistas que me propusieron el proyecto. Si puedo demostrar que hay algo turbio detrás de todo esto, podría tener una ventaja.
Damian asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo sombría.
—Solo ten cuidado, Elena. Estas personas no juegan limpio.
Elena lo miró fijamente, notando por primera vez el verdadero peso de sus palabras.
—¿Por qué haces esto, Damian? ¿Por qué te involucras tanto?
Damian no respondió de inmediato. Sus manos se tensaron sobre el volante, y sus ojos permanecieron fijos en la carretera.
—Porque no puedo perderte —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.
Elena sintió que su corazón se aceleraba, pero no respondió. Había algo en la sinceridad de sus palabras que la dejó sin aliento.
Cuando llegaron a la oficina, Elena se sumergió de inmediato en su trabajo. Damian se quedó a su lado, observándola mientras revisaba correos electrónicos, contratos y notas relacionadas con el proyecto rechazado. Después de casi una hora, finalmente encontró algo que llamó su atención.
—Aquí está —dijo, señalando un nombre en un correo electrónico—. Este hombre, Nikolai Petrov. Fue quien más insistió en que aceptara el proyecto.
Damian se inclinó sobre su hombro, estudiando el nombre en la pantalla.
—Petrov trabaja para Reznikov.
Elena lo miró, sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque lo he visto en reuniones con él. Es uno de sus principales socios.
Elena se reclinó en su silla, procesando la información.
—Entonces, ¿él es el responsable de todo esto?
Damian negó con la cabeza.
—No necesariamente. Petrov podría estar actuando por órdenes de alguien más. Pero es un buen lugar para empezar.
Elena asintió, decidida.
—Necesito hablar con él.
Damian la miró con incredulidad.
—¿Hablar con él? Elena, es un criminal. No puedes simplemente acercarte y pedirle respuestas.
—¿Entonces qué sugieres? —preguntó ella, cruzando los brazos.
Damian suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Déjame encargarme de esto. Sé cómo manejar a tipos como Petrov.
—¿Y qué harás? ¿Amenazarlo?
Damian sonrió ligeramente, aunque había un filo peligroso en su expresión.
—Si es necesario.
Elena sabía que discutir sería inútil, así que simplemente asintió, aunque no podía ignorar la sensación de inquietud que se apoderaba de ella.
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Esa noche, Damian se preparó para encontrarse con Petrov, y Elena no pudo evitar sentir una mezcla de preocupación y frustración. Sabía que Damian era más que capaz de manejar situaciones peligrosas, pero la idea de que él estuviera arriesgándose por ella era algo que no podía aceptar fácilmente.
Cuando finalmente salió, Elena se quedó sola en la casa, sintiendo un vacío que no había esperado. Intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente seguía volviendo a Damian, a la forma en que la miraba, a la promesa implícita en sus acciones.
Cerca de la medianoche, el sonido de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos. Corrió hacia el vestíbulo, encontrando a Damian entrando con una expresión sombría.
—¿Qué pasó? —preguntó inmediatamente, sus ojos recorriéndolo en busca de cualquier signo de daño.
—Petrov confirmó que alguien más está detrás de esto —dijo Damian, su voz baja pero firme.
—¿Quién?
Damian se detuvo frente a ella, su mirada intensa.
—No lo sé todavía. Pero te prometo que lo descubriré.
Elena sintió que su corazón se aceleraba. Había algo en la forma en que la protegía, en la forma en que se preocupaba por ella, que la desarmaba completamente.
—Gracias, Damian —murmuró, incapaz de decir algo más.
Damian sonrió ligeramente, aunque había un destello de preocupación en su mirada.
—Siempre.
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