¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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kilometro 66
~Megan~
Que diablos está pasando. Salí de la mansión y no había caminado ni 200 metros cuando me metieron a este auto y pusieron en mi cabeza una funda negra. Comencé a llorar como una niña. A mis 19 años he vivido de todo. Mis padres murieron cada uno de una forma distinta, me despojaron de mi casa, me casé, trabajé en el mismo lugar de mi madre y hoy me secuestraron.
Me bajaron del auto y me tiraron al suelo.
— Quiténle la funda a la perra esa.
Me quitaron la funda. No paraba de llorar.
— Cállate— me golpeó la cara.
Caí al piso. Me tomaron una foto. Luego escuché que llamaron a Alejandro.
— Eres bonita. Ese Alejandro no tiene mal gusto— Pasó su pistola por mis piernas.
— No me toques infeliz— le grité con miedo.
— No me grites— me pegó otra vez.
No paraba de llorar. Me tenía del pelo. Me quería cortar un dedo para enviárselo a Alejandro. Estaba horrorizada.
— Si no te callas, te desollaré. Y creeme que eso duele más que un dedo cortado.
— ¿Por qué estoy aquí? ¿Quieres dinero? Pues déjame decirte que no tengo.
— Tienes millones. Tú vales millones. Pero lamentablemente no quiero dinero, quiero al hijo del viejo. Él mató a mi hijo y ahora yo haré lo mismo, y como no puedo dejar testigo, se iran los dos juntos.
Callé y solo lloré. Me amarraron en una silla y me resigné a morir. Alejandro nunca vendría a buscarme después de la discusión de hoy, él no quiere verme.
— Solo mátame. Alejandro no vendrá— le dije.
— Vales poco. No me digas que saliste enojada por qué ya se pelearon. Que poco duran los matrimonios— rió a carcajadas.
Me quedé dormida. Me despertaron tirándome agua en la cara.
— Ya es de día muñeca.
Mis manos dolían. Tenía reventada la nariz y el labio. La sangre se había secado pero el dolor era insoportable. Comencé a pedir perdón a Dios y rogarle que Alejandro no viniera. No quería que nada le pasará. Si ya me tienen a mi que tomen mi vida pero no la de él.
—Tengo ganas de ir al baño— le dije.
— No caigo en trucos tontos y baratos. Si deseas ir al baño, hazte ahí.
— Quiero a todos los hombres rodeando la casa. Estoy seguro que Alejandro vendrá. Sujeten a la llorona esa.
Me pusieron de rodilla y con una pistola en la cabeza. Me oriné del miedo. Era vergonzoso pero mis músculos se aflojaron del miedo y los orines salieron solo. Estuve casi 5 horas arrodillada, mis rodillas me dolían y mis piernas estaban con calambres, no he probado agua, sentía que me iba a desmayar.
Unos de los hombres gritó.
— Don Horacio, allí está. Vino solo.
— Traelo. Vamos a reencontrarnos con Alejandro.
Alejandro entró con las manos arriba.
— Dejen ir a mi esposa, es a mi a quien quieren.
— En eso tienes toda la razón.
El padre de Alejandro tenía la ubicación. Se subió a su auto con una cantidad de hombres dispuesto a todo.
Alejandro se acercó y me abrazó. Unos de los malhechores lo golpeó con un bate.
— Alejandro— grité— Ya déjenlo. Ya les dije que tomen mi vida y lo dejen en paz.
— Ay, que romántico. Mirá cómo se aman— Bufó.
Una bala rozó el brazo derecho de Alejandro. Abrazó a Megan.
— Megan si esta es la última vez que te veré, quiero que sepas que te amo y no me importa si no me amas. Daría mi vida por la tuya.
— ¿Te duele? Tienes sangre— Lloraba con histeria.
Me puse de pies y lo encaré. Pero no gané nada más que un golpe en la cabeza.
Alejandro se levantó.
— Señor Horacio, estoy rodeado.
— Maldita seas, te dije que vinieras solo.
Horacio tomó a Alejandro por el cuello. y a mi unos de sus hombres. Y nos pusieron una pistola en la cabeza. Afuera se escuchaban disparos.
El padre de Alejandro entró armado.
— Suelta a mi hijo viejo rancio.
— Hablando de viejo. Ya los años cobran estragos. Mi hijo espera al tuyo en el infierno.
Mordí la mano del sujeto que me tenia por el mi cuello.
— Maldita loca.