Boda En Máfia

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Mientras Dominic se sumergía en el oscuro mundo de la mafia, yo seguía un camino completamente diferente. La elección que él hizo, entregándose a ese mundo de poder e influencia, me dejó con un vacío que no sabía cómo llenar.

Decidí dedicar mi vida a causas sociales y humanitarias. Me convertí en abogada, luchando por los derechos de aquellos que no tenían voz, enfrentando injusticias con la misma determinación que Dominic dirigía sus negocios oscuros.

Mi trabajo era una forma de encontrar significado en un mundo que a menudo parecía tan cruel e implacable. Cada caso que tomaba era una pequeña victoria contra la oscuridad.

Pero a pesar de mi dedicación a la justicia, nunca pude dejar de pensar en Dominic. Era una sombra constante en mi mente, un fantasma del pasado que no podía olvidar.

Aunque su elección nos separó, aún sentía una conexión profunda con él. El amor que compartimos era una parte imborrable de mi ser, y llevaba esos recuerdos conmigo, incluso cuando todo lo demás parecía haber cambiado.

Cada mañana, me despertaba con la determinación de marcar la diferencia en el mundo, sabiendo que Dominic y yo estábamos siguiendo caminos opuestos. Mientras me dedicaba a la justicia, no podía evitar preguntarme si nuestros caminos se cruzarían nuevamente algún día.

Me estoy preparando para otro día de trabajo. Hoy estaría defendiendo a una cliente ante el juez en el tribunal.

— Vamos, Renner, te vas a retrasar para la escuela, hijo, y tengo un caso muy importante que defender.

Renner es mi hijo, un niño inteligente y dedicado en todo lo que hace. Un niño de cabellos rizados castaños, ojos grandes y curiosos, y piel morena como la de su padre, tiene 4 años. Sí, unos meses de relación con Dominic Salvatore, una relación que no duró mucho, me dio un niño de 4 años que no deja de preguntar quién es su padre. Sé que tiene derecho a saber quién es. He intentado de todo para encontrar a Dominic, pero no lo he encontrado. Así que desistí y le dije a mi hijo que murió. Está bien, júzguenme.

— Mamá, no quiero ir hoy a la escuela. — me miró con esos hermosos ojos.

— ¿Y por qué no? ¿Eh? Me dijiste que quieres ser un doctor, ¿cómo vas a serlo si no quieres estudiar, pequeño? — me agaché frente a él para arreglar su ropa.

El pequeño Renner me miraba con esos ojos grandes y curiosos, heredados de su padre.

— Renner, sé que a veces la escuela puede parecer cansada, pero es importante para que aprendas y crezcas fuerte. Recuerda tu sueño de ser un doctor. Puedes ayudar a mucha gente algún día.

Él parecía reflexionar sobre mis palabras, esos ojos tan inocentes buscando comprensión. Era difícil equilibrar la vida que merecía con la verdad que elegí ocultar.

— Prometo que después de la escuela pasaremos tiempo juntos, ¿está bien? Podemos hacer algo divertido juntos. ¿Qué te parece?

Renner asintió con la cabeza. Era un niño especial, y haría todo lo posible para protegerlo y darle la oportunidad de un futuro mejor.

— Mamá, seré un doctor y mi papá que está en el cielo se sentirá orgulloso de mí. — dijo con inocencia y felicidad.

Me resultaba difícil explicarle sobre la ausencia de su padre, sobre las elecciones que se hicieron. Opté por decirle que Dominic había fallecido, una media verdad que me permitía protegerlo del mundo que conocía tan bien.

Como abogada, conocía bien los peligros del mundo en el que Dominic eligió involucrarse y, por ende, dejarme atrás. La frontera entre lo legal e ilegal, el submundo de intrigas y negocios oscuros, eran desafíos constantes en mis casos, buscando la justicia de manera legítima.

La decisión de Dominic de seguir un camino tan peligroso y oscuro era algo que no podía comprender completamente. Sus elecciones me alejaron de él, creando un abismo entre nosotros que parecía cada vez más difícil de cruzar.

Mientras defendía a mis clientes en el tribunal, sabía que el mundo que conocía era solo la superficie. Había una red de influencias y secretos que se extendía mucho más allá de lo que mis casos podrían revelar.

— Vamos, Renner. — llamé a mi hijo, viéndolo coger su bolsita y ponérsela en la espalda.

Entramos al coche y fuimos hacia su escuela. Al llegar, lo ayudé a salir del coche y lo acompañé hasta la entrada. Parecía reacio, pero sabía que era importante para él estar allí.

— Recuerda, mi amor, que te quiero mucho y que estaré aquí para recogerte más tarde. Será un gran día en la escuela. — lo abracé y besé en la frente antes de verlo entrar.

Con el corazón apretado, me alejé de la escuela y fui al tribunal. Allí, enfrentaría otro día de batallas legales, luchando por la justicia de la mejor manera que sabía hacerlo.

El caso que estaba resolviendo era delicado y complejo. Se trataba de una disputa de custodia entre los padres de un niño. La madre afirmaba que el padre no era capaz de proporcionar un entorno estable y seguro para el niño, mientras que el padre sostenía que la madre no tenía condiciones emocionales para cuidarlo. El padre bebía mucho y llegaba a casa tratándola mal.

Mi tarea era analizar las pruebas, escuchar a los testigos y presentar un argumento sólido ante el juez. Sabía que la decisión que se tomaría tendría un impacto profundo en la vida de ese niño y de todos los involucrados.

La sala del tribunal estaba cargada de tensión y expectativas. Cada palabra que elegía era medida, cada pregunta pensada meticulosamente. Necesitaba asegurarme de que la verdad prevaleciera y de que el niño fuera colocado en el entorno más adecuado para su bienestar.