Después del incidente en aquel hotel, Luka marcó una línea con su jefe, lo que pareció funcionar por algún tiempo, sin embargo, ¡Su jefe siempre está detrás de él!.
¿Qué puede hacer para evitar caer en las garras del mafioso?
📌Segunda novela de la trilogía: Hermanos Mancini.
NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 03. Otra persona.
—Dylan pronto cumplirá años. —Dijo Leandro repentinamente, rompiendo el silencio que se había formado. Luka no dijo nada—. ¿Sabes algo que pueda regalarle?
—No, señor. —Respondió—. El señor Dylan es su pareja, si usted no lo sabe, mucho menos yo.
Leandro lo miró, frustrado. El rostro de Luka no mostraba ninguna fluctuación. Rechistó la lengua, irritado—. Tienes razón.
Leandro volvió su mirada hacia un lado. Miró a través del vidrio la bulliciosa ciudad. Miró, de reojo, el reflejo de Luka en el retrovisor. Esos ojos azules estaban hermosamente iluminados por las luces de autos y edificios. Era un brillo hermoso el que tenían. Recordó esa noche. Luka parecía estar dispuesto a estar con él. Sus besos eran intensos y sus manos acariciaban su espalda, pero, él fue un cabrón y quiso hacer un trio con uno de sus socios.
En realidad, no era que quisiera. El hombre se había fijado en Luka, pero él sabía que Luka nunca había estado con nadie, así que un trio fue su solución. Por supuesto, estaba un tanto reacio a compartirlo con alguien. Luka era una persona que deseaba conservar para él. Aunque siguiera viendo a más personas, deseaba que, para Luka, el único que existiera, fuera él.
Pero el negocio era demasiado fructífero para desperdiciarlo. Sería inútil perder ganancias millonarias, por proteger la castidad de una persona. Él no estaba dispuesto a perder tanto dinero, pero entre su estupidez, había perdido cualquier oportunidad con de tener sexo con Luka.
Su negocio y Luka, ambos se fueron a la mierda.
—¿Qué mierda te pasa? —Leandro agarró su mejilla, la cual ardía y punzaba. Luka había llegado hacia unos segundos y lo había golpeado directamente en el rostro.
—Que sea la última vez que intentas prostituirme, o te mataré. —Dijo Luka, con odio reflejado en su mirada. Leandro apenas y pudo abrir los labios, pero no dijo nada, para cuando se dio cuenta de lo que había pasado, Luka ya se había ido.
Ese golpe lo recordaba como si hubiese sido el día anterior. Desde ese momento, Luka había marcado una línea entre ellos. Él era consciente de su mala decisión, por ello, decidió no insistirle más, después de todo, Luka no era diferente a los demás amantes que tenía. Aun podía encontrar a cualquier otra persona que lo reemplazara. Por ello, cuando volvió a encontrarse con Dylan, y recordar los buenos momentos en Estados Unidos, decidió hacerlo su amante de momento.
Dylan, en su momento, hizo que tuviera el mismo deseo de posesión que había sentido con Luka. En aquel entonces, estuvo con él por varios meses hasta que su padre, un poderoso mafioso de ese país, intervino en su relación. Después de eso, él tuvo que regresar en silencio y no volvió a contactar con esa persona. Pero Dylan estaba de regreso y, según lo que le contó, su padre había muerto de cáncer hacia un año. Ya nada podía separarlos.
Dylan era valioso, y no únicamente por el buen sexo que le brindaba, sino también porque con él, sus negocios en el continente americano podían ir viento en popa. Ahora que los Mancini y los Di Marco estaban unidos, ellos estaban perdiendo terreno y, por ende, perdían dinero. Alessandro no quería pelear con esas dos familias (por respeto al cariño que le tenía a Elio), y aunque él estaba inconforme, respetó la decisión de su hermano. Fue por ello que comenzó a expandirse mucho más en el extranjero, y Dylan era una escalera perfecta.
—Señor, llegamos. —Luka lo sacó de sus pensamientos. Leandro vio la casa delante de él. La estructura era moderna, en colores grises y blancos. Una casa que denotaba elegancia por doquier. Alzó la mirada hacia la habitación principal; las tenues luces estaban encendidas, seguramente Dylan estaba ahí.
—Nos vemos mañana. —Dijo Leandro, con un tono bajo, que hizo que Luka se sintiera extraño. Él nunca se despedía, ni mucho menos con ese timbre en su voz. Era como si tuviera algún sentimiento de tristeza.
Luka lo vio entrar y regresó a su casa.
...----------------...
Leandro entró, el sonido de la puerta cerrándose detrás de su espalda, hizo eco en la solitaria sala. Los detalles de la casa eran oscuros y elegantes; con una doble altura y muros forrados en granito.
—Leandro. —La dulce voz de Dylan, con ese extraño acento americano, se escuchó desde las escaleras.
—Estoy abajo. —Respondió, con poco entusiasmo. Los pasos de Dylan se escucharon apresurados. Leandro fue a la escalera y esperó a que el chico bajara. Dylan, a dos escalones, se lanzó sobre él.
—Pensé que tardarías más —dijo, con un tono un tanto empalagoso. Besó la mejilla de Leandro y luego bajó sus pies—, ¿Despediste a ese bastardo irrespetuoso? —Las cejas de Leandro se arrugaron al escuchar esas palabras.
—Dylan, Luka es mi empleado, te prohíbo que le digas bastardo, ¿de acuerdo? —Él ni siquiera le dio tiempo a responder, para cuando Dylan iba a decir algo, Leandro ya se estaba yendo hacia el bar que tenían en el sótano.
Dylan infló las mejillas y fue tras él. Él no era estúpido, veía la forma en la que Leandro miraba a ese secretario, y viceversa. Leandro no le había dicho nada, pero sabía que entre ellos había o, hubo, algo. No estaba dispuesto a perder ante alguien tan insignificante como Luka.
—¿Estás enojado? —Dylan lo abrazó por la espalda y recargó su barbilla en el fuerte hombro. Sintió las manos de Leandro sobre las suyas, acariciándolo con cuidado—. Perdón, no quise ofenderlo, no sabía que ese empleado era tan importante para ti.
—No es importante. —Leandro se giró a verlo, lo agarró de la cintura y lo subió sobre la barra del bar. Besó su cuello y mordió su clavícula. Luka no era una persona importante. Era un chico que podía remplazar en cualquier momento.
—¿De verdad?, tu cara cambió cuando le dije bastardo. —No obstante, Dylan no creía en sus palabras, y tampoco estaba dispuesto a dejar el tema por la paz. Conocía a Leandro y si seguía presionándolo, él despediría a Luka, únicamente para mostrarle lo insignificante que era para él, aunque no fuera así.
—Luka es un empleado valioso, pero únicamente eso, ¿No lo he demostrado ya? —Cuestionó, mientras pasaba sus manos debajo de la camisa de seda color azul que llevaba Dylan—. Si fuera una persona importante, lo hubiese defendido el día que lo golpeaste.
Dylan se quedó un momento en silencio. Miró los ojos de la otra persona, buscando algún indicio que le dijera que mentía, lamentablemente, Leandro siempre había sido bueno mintiendo.
—Es verdad. —Dylan le dio un corto beso y bajó de la barra—. Vamos, hay que dormir.
Los dos subieron a la habitación principal para descansar. Leandro se dio una ducha antes de meterse a la cama. Dylan, que no estaba dormido, lo abrazó apenas y se recostó. Leandro lo pegó a su cuerpo y pasó una de sus manos por su espalda.
—Descansa. —Susurró Dylan, antes de quedarse profundamente dormido. Leandro no le respondió, únicamente le dio un beso en la frente.
Pasó media hora, pero ni siquiera tenía una pizca de sueño. Su mente, como si de una mala broma se tratara, se empeñaba en recordarle la imagen de Luka, hablando con ese universitario. Sus palabras también hacían eco en su ocupada cabeza. Consciente o inconscientemente, tocó la barba tupida y perfilada en su rostro.
Él no era mayor de treinta y ocho años, aunque su rostro se viera de esa edad. Y aunque Luka tampoco era especialmente joven, se veía mucho menor. Tenía un rostro blanco y juvenil, cualquiera se sentiría atraído por él. A Luka le gustaban las personas menores, no había algún impedimento que lo mantuviera soltero, y él no podía impedirle mantener alguna relación, pero si podía conseguir siquiera, tener una noche de sexo con él, después de eso, podía irse con cualquiera.
Temprano en la mañana, incluso antes de que Dylan se levantara, Leandro había terminado de afeitar su rostro. La barba negra le hacía ver cuatro o cinco años mayor a lo que era, una vez que se deshizo de ella, pudo ver su rostro un poco más juvenil. Incluso él se sorprendió.
—Buenos días señor, les traje el desayuno. No sé qué le gusta al joven Dylan, así que…
Las palabras de Luka se quedaron atascadas en su garganta. Desde que Leandro abrió la puerta mantuvo la cabeza hacia abajo, revisando que el café no se hubiese tirado, una vez que sus hermosos ojos se encontraron con el rostro sin barba de Leandro, se abrieron con sorpresa. El cambio en Leandro era extremo. Sin barba, además de los años más joven que se veía, incluso podía ver rastros de bondad en él.
Era, definitivamente, otra persona.
Abrió y cerró la boca un par de veces. Las palabras no salían, aunque quería decir algo. Al final, cerró los labios y entró. Leandro vio su rostro sorprendido y sonrió. La expresión de Luka fue tan genuina y divertida, que le hubiese gustado tomarle una fotografía.