Arianna Sterling es una joven con una apariencia destacada y un gran secreto: es la presidenta y heredera de un poderoso conglomerado familiar con lazos a la realeza. Según una tradición familiar, debe pasar varios años alejada de su familia y riquezas, viviendo como una persona común para demostrar su fortaleza. Durante este tiempo de anonimato, enfrenta enemigos ocultos que amenazan con destruir todo lo que le pertenece. A medida que se adapta a esta nueva vida, Arianna descubre que alejarse de la opulencia y el poder conlleva desafíos que pondrán a prueba su inteligencia y su corazón.
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LA SOMBRA DEL PASADO
Los días empezaron a transcurrir con una tranquilidad aparente. La rutina de Arianna en la tienda seguía su curso habitual: llegar puntual, revisar los correos, coordinar con su equipo y atender a los clientes. Entre las risas con Elizabeth y Alis, y las conversaciones enigmáticas con Kai, todo parecía encaminarse hacia una relativa normalidad. Sin embargo, Arianna sabía que la calma no duraría para siempre. En su mundo, la paz era efímera, especialmente cuando el "legado silencioso" colgaba sobre su cabeza como una sombra constante.
Una tarde, mientras revisaba unos informes de inventario en su oficina improvisada dentro de la tienda, el sonido de su teléfono rompió el silencio. Miró la pantalla: era Sophie, su asistente personal, quien rara vez llamaba a menos que fuera algo importante. Arianna suspiró y contestó la llamada.
—¿Sophie? ¿Qué sucede? —preguntó con un tono de voz algo impaciente, consciente de que Sophie no llamaba para trivialidades.
La voz de su asistente sonaba tranquila, pero había una tensión subyacente en sus palabras.
—Señorita Arianna, lamento interrumpir, pero pensé que debía informarle de inmediato. Su primo, el hijo de su segundo tío, ha llegado a la ciudad —dijo Sophie, pausando un momento para medir la reacción de Arianna antes de continuar—. Él... ha estado preguntando por usted.
El corazón de Arianna dio un vuelco. Su primo, Sebastián, siempre había sido una espina en su costado desde que eran niños. La competencia entre ellos nunca había sido solo una cuestión de orgullo familiar, sino una guerra personal de astucia, pequeñas venganzas y juegos de poder. Si Sebastián estaba en la ciudad, era porque tenía un motivo. Y, como de costumbre, ese motivo involucraba hacerle la vida imposible.
—¿Y qué quiere ahora? —preguntó Arianna, ya con una mezcla de frustración y desconfianza. Sabía que él no aparecía sin una agenda.
—No lo ha dicho explícitamente —respondió Sophie, su voz seria—, pero parece... muy interesado en reunirse con usted. Me atrevería a decir que está planeando algo.
Arianna dejó escapar una risa amarga. Sebastián siempre estaba "planeando algo". Desde que tenían uso de razón, había intentado sabotearla en todo lo que hacía, como si disfrutar de su propio éxito no fuera suficiente. Su verdadero placer estaba en intentar hundir a Arianna. Y, por supuesto, ella nunca había sido una víctima fácil; por cada trampa que él le tendía, ella encontraba una forma de devolverle el golpe.
—Gracias por avisarme, Sophie. Mantén los ojos abiertos y avísame si descubres algo más —respondió Arianna, sabiendo que su asistente ya estaría adelantándose a cualquier movimiento de Sebastián.
Al colgar el teléfono, Arianna se quedó un momento en silencio, los dedos tamborileando sobre la mesa. Sabía que su primo no había venido solo a hacerle una visita de cortesía. Tenía algo entre manos, y, como siempre, ese algo estaba diseñado para complicar su vida durante este crucial periodo del "legado silencioso".
La última vez que lo había visto, durante una reunión familiar, Sebastián había insinuado que ella no era digna del rol de heredera, burlándose de sus esfuerzos por integrarse en el mundo "real" a través de su trabajo en la tienda. Pero Arianna sabía que detrás de su sonrisa arrogante, Sebastián también estaba luchando por el control de su propio futuro. Aunque no lo admitiría, en el fondo, temía que ella fuera mejor que él en el juego de la sucesión.
—Así que, has vuelto —murmuró Arianna para sí misma, con una media sonrisa que no ocultaba del todo su molestia. Si Sebastián estaba allí para empezar otra ronda de su interminable rivalidad, ella no iba a quedarse de brazos cruzados.
El juego comenzaba una vez más, y esta vez, Arianna tenía la ventaja de estar más preparada y más decidida a hacer que Sebastián sintiera el peso de cada uno de sus pasos en falso.