La Mentira

Después de una noche desgarradora, Gabriel volvió al apartamento junto con Irene. Ya no había razón para seguir en el hospital, pues Salvador había dicho que ahora solo quedaba realizar el procedimiento para la cremación, ya que Valeria había firmado un documento antes de morir, en el cual establecía sus deseos respecto a lo que quería que se hiciera al momento de su muerte.

Lleno de culpas, esa noche Gabriel no pudo conciliar el sueño. Se culpaba por la muerte de su esposa y de su hijo, ya que Salvador le había explicado a detalle la condición de Valeria.

Días después, Gabriel recibió la llamada de la mujer misteriosa. “Es hora de actuar contra los Arismendi. No puedes seguir perdiendo el tiempo”, le regañó la mujer, visiblemente enojada.

“Lo sé, pero debes entender que aún sufro por la muerte de Valeria. Se suponía que yo debía cuidarla y llevarla a tu lado para que ocupara el lugar que le corresponde en tu familia”, respondió Gabriel con pesar en su corazón.

“Las cosas sucedieron así y no hay vuelta atrás. Mejor céntrate en acabar con nuestros enemigos, que al fin y al cabo son los únicos culpables de la muerte de mi amada Valeria”, aclaró la mujer misteriosa, llena de odio.

“Por supuesto que acabaré con esa familia inmunda. De ellos no quedará ni sombra alguna, y todo el dolor que sentí cuando mis padres murieron se desquitará con ellos”, dijo Gabriel con los ojos inyectados de rabia.

Así comenzó nuevamente el camino de venganza de Gabriel contra los Arismendi; ellos pagarían por cada lágrima que había derramado tras la muerte de su familia.

Varios días después de la muerte de Valeria, Gabriel regresó al trabajo. Tenía un plan infalible y la caída de los Arismendi sería inminente.

“Es muy pronto para que regreses al trabajo, muchacho”, dijo Ismael sin expresión en su rostro.

“Lo mismo pensé de usted”, refutó Gabriel con frialdad.

“Pensé que amabas a mi hija y por eso te la entregué, pero ahora sé que fue un error, pues mírate aquí devuelta al trabajo como si nada hubiera pasado”, regañó Ismael, desconcertado.

“Yo podría decir lo mismo. Al menos solo conocí a Valeria un par de meses; usted tuvo toda una vida con ella y no le guardó el debido respeto. Cuando quiera hablar sobre si amé o no a su hija, primero evalúese usted mismo”, respondió Gabriel molesto.

Ismael se quedó en silencio, como si las palabras de Gabriel le hubieran dado una bofetada. La tensión en el aire era palpable, pero Gabriel no tenía tiempo para remordimientos. Su mente estaba enfocada en la venganza, en cómo podría hacer que los Arismendi pagaran por el dolor que le habían causado. “Escucha, Gabriel”, finalmente dijo Ismael, tratando de recuperar la compostura. “Escucha Gabriel, a los dos nos duele la pérdida de Valeria, pero a Valeria le hubiera gustado que descansaras y te tomarás tu tiempo para recuperarte de su pérdida, ella hubiera pensado en ti.”

“¿Qué sabes tú de lo que Valeria querría? ¡Ella está muerta! Y no hay forma de volver atrás”, respondió Gabriel, apretando los puños con fuerza. “Lo único que queda es continuar con mi vida, y lo haré por ella y por mi hijo”.

Ismael suspiró, viendo la determinación en los ojos de Gabriel. “Si decides seguir este camino, es tu decisión”, Gabriel se dio la vuelta y salió de la oficina antes de que su ex suegro dijera algo más. No quería escuchar más palabras vacías; necesitaba acción, un plan concreto. Durante las siguientes semanas, comenzó a investigar a fondo a los Arismendi. Conocía sus movimientos y sus debilidades, gracias a la información que le había proporcionado la mujer misteriosa. Todo lo que necesitaba era el momento adecuado para actuar. Una noche, mientras revisaba unos documentos en su apartamento, recibió un mensaje de la mujer misteriosa: “He encontrado una forma de acercarte a ellos. Están organizando un evento benéfico pronto. Será tu oportunidad para congraciarte con Diego Arismendi”. Gabriel sintió un escalofrío recorrer su espalda al leer el mensaje. Esa sería su oportunidad para volver a acercarse a la familia Arismendi sin levantar sospechas. Su corazón latía con fuerza; cada latido era un recordatorio del dolor que había sentido y de lo que estaba dispuesto a hacer. Con determinación renovada, comenzó a prepararse para el evento benéfico. Sabía que debía lucir impecable para no llamar la atención y poder cumplir su objetivo sin problemas. Días después, llegó el día del evento. La mansión Arismendi era deslumbrante, llena de luces y gente elegante conversando animadamente. Gabriel se sintió fuera de lugar al principio, pero recordó su propósito: “Esto es solo el comienzo”, se dijo. Mientras caminaba entre los invitados, buscó una manera de acercarse a los miembros de la familia Arismendi. Su mirada se detuvo en una figura familiar: Natalia Arismendi, hermana de su amada Valeria. Ella era ahora la única nieta de la familia si lograba llegar a ella; si lograba ganarse su confianza, tendría acceso a información valiosa. Con una sonrisa ensayada y un aire despreocupado, Gabriel se acercó a Natalia.

“Buenas noches, señorita Arismendi”, dijo con voz suave pero firme. Natalia lo miró con curiosidad.

“Gabriel, gustosa de volver a verte. No te había visto antes en nuestros eventos”.

“Lo sé, pero ahora como fuimos familia pienso que es hora de llevar una buena amistad con ustedes, además somos socios”, La expresión de Natalia cambió instantáneamente; una mezcla de sorpresa y felicidad cruzo su rostro. “Oh... será un placer continuar una amistad contigo, todo en nombre de mi querida hermana, quien era una chica maravillosa”. Gabriel sintió cómo un nudo se formaba en su garganta al escuchar lo amada que era su Valeria por su hermana, pero no podía dejarse llevar por la emoción. Tenía un objetivo claro y debía mantener su enfoque. “Sí, lo era”, dijo con calma. “Por eso estoy aquí esta noche; quería rendirle homenaje y conocer más sobre su familia”. “Es un placer volver a hablar contigo, solo no vuelvas a alejarte de nosotros”, dijo Natalia con una sonrisa forzada mientras miraba alrededor como si buscara algo o alguien. Gabriel vio la oportunidad y siguió conversando con ella sobre Valeria y sus sueños; cada palabra era un paso más hacia el corazón de los Arismendi. Mientras hablaban, una idea comenzó a tomar forma en su mente: si lograba ganarse la confianza de Natalaia y otros miembros clave de la familia, podría descubrir secretos oscuros que podrían ser utilizados contra ellos. La noche avanzaba y Gabriel sentía cómo cada minuto le acercaba más a su objetivo final: hacer pagar a los Arismendi por el dolor que habían causado en su vida... y asegurarse de que nunca olvidaran su nombre.