Sinopsis:
En una ciudad donde los sueños y los secretos se entrelazan, dos hombres se encuentran en un camino lleno de amor, traición y autodescubrimiento. Tras un encuentro inesperado, Alex, un fotógrafo con miedo a vincularse, y Javier, un apasionado activista, son arrastrados a una intensa relación que desafía sus creencias, sus pasados y su propia identidad. Rodeados de amigos leales pero con problemas propios, y la presión de una sociedad que a menudo no entiende su amor, ambos deberán enfrentarse a sus demonios internos y decidir si están dispuestos a luchar por lo que realmente quieren.
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Capitulo 16: Corazones al Límite
La sala de espera del hospital se convirtió en un ámbito de ansiedad. Los murmullos y sollozos de otros familiares resonaban, creando una sinfonía angustiante que envolvía a Alex y Javier en una nube de desasosiego. Cada vez que una puerta se abría, el corazón de Alex latía con fuerza; cada vez que la mirada de una médico o enfermera cruzaba el umbral, toda esperanza se convertía en un estallido de emociones.
La incertidumbre era abrumadora. Mientras los minutos se deslizaban hacia horas, la realidad de la situación se asentaba sobre ellos como una losa de granito. Alex se sentó entre Clara y Javier, con la cabeza gacha. Las palabras de la doctora aún resonaban en su mente: “estado crítico”. La posibilidad de que Mateo no regresara a la vida que conocían lo aterraba. Se sintió pequeño e incapaz de manejar la intensidad de su miedo.
Javier, a su lado, mantenía una mueca en el rostro, como si una tormenta estuviera librando una batalla interna en su pecho. Era evidente que ambos amigos estaban lidiando con sus propios temores mientras se aferraban a la frágil esperanza de que Mateo iba a salir de esa. Sin embargo, una sombra silenciosa se cernía entre ellos; la presión del entorno había arrastrado a Javier a un estado de introspección que lo había alejado de Alex.
“Dime que estará bien”, pidió Alex al borde del llanto, dirigiéndose a Javier. Su voz sonaba quebrada, casi como un lamento silencioso.
Javier tragó saliva, luchando contra las emociones que amenazaban con abrumarlo. “Lo va a superar. Es fuerte”, respondió, pero sus palabras colisionaron con la incertidumbre, sintiéndose vacías en el aire pesado de la sala. La mirada de Javier era sombría, y Alex se dio cuenta de que, aunque intentaban ser fuertes el uno para el otro, ambos estaban aterrados de manera individual.
Fue entonces cuando Clara rompió el silencio. “¿Cómo llegamos a este punto?” preguntó, su voz fluyendo como un susurro. La tristeza navegaba por su tono, y las lágrimas brillaban en sus ojos. “Todo estaba bien, hasta que…”.
“¡Pero no puede ser el final!”, interrumpió Alex alzando la voz, y de repente todos los ojos se volvieron hacia él. “No podemos perderlo, no así”. La frustración y el miedo se combinaban en su interior, mientras intentaba mantener la calma.
Javier lo miró con una mezcla de entendimiento y desesperación. “Lo sé, Alex”, dijo Javier, en un tono calmado pero tenso. “Pero no podemos controlar lo que ha pasado. Solo podemos esperar... y estar ahí para él”.
El silencio volvió a caer, opresivo y penetrante. Alex sintió que el espacio entre ellos se ampliaba como si una barrera invisible se interpusiera. Después de todo lo que habían compartido, el temor de perder a Mateo parecía también haber abierto una grieta entre ellos.
A medida que avanzaba la noche, el grupo se fue dispersando en conversaciones apagadas; el lugar se llenó de murmullos sobre los recuerdos compartidos, risas que ahora sonaban distantes. Alex se dio cuenta de cómo los recuerdos del pasado eran un refugio al que todos acudían para alejarse de la dura realidad. Sin embargo, lo único que podía pensar era en la incertidumbre que se cernía sobre ellos.
Finalmente, Javier se levantó y se dirigió al servicio. Mientras se iba, Alex sintió cómo los ojos de Clara lo miraban. “¿Qué está pasando entre ustedes dos?”, preguntó ella con preocupación.
“No lo sé,” admitió Alex, dejando que la tristeza se desbordara en su voz. “Me preocupa más que nada en este momento, pero siento que me estoy alejando de Javier. Como si esto fuera demasiado para él y no pudiera soportar lo que está en juego”.
“Es normal sentir eso. Después de todo, todos estamos pasando por esto”, dijo Clara, intentando ser un pilar de apoyo. “Pero no dejes que eso te separe. Necesitan cuidarse el uno al otro”.
Un momento después, Javier regresó, y la conversación se tornó nuevamente hacia el estado de Mateo. Sin embargo, la inquietud siguió creciendo en el pecho de Alex. La distancia que se había ido formando entre él y Javier se manifestaba de maneras torcidas. Cada comentario se sentía como una carga que les separaba más.
La noche avanzaba, y las horas parecían estirarse como chicle. Alex luchaba contra la creciente frustración que sentía hacia sí mismo. Unos días atrás, estaban disfrutando de risas, sueños y promesas compartidas; ahora estaban en medio de la tormenta, de pies a cabeza en incertidumbre.
Justo cuando sintió que la desesperación lo consumía, un enfermero apareció en la sala. “Familia de Mateo Bender”, llamó. Todos se levantaron al unísono, los corazones en un tamborileo frenético. La expresión del enfermero era seria, y el silencio se hizo absoluto.
“Mateo se ha estabilizado”, informó, y esas palabras, aunque cargadas de alivio, parecieron servir como una breve pausa en la tormenta. “Todavía está en estado crítico, pero las operaciones han sido exitosas. Necesitaré que pasen uno a la vez”.
La euforia envolvió el ambiente, mientras que las lágrimas de alivio comenzaban a brotar en sus ojos. Un suspiro de esperanza flotó en la sala. Alex sintió que algo se movía en su interior. Justo cuando la sonrisa se asomaba en su rostro, la mirada de Javier lo atravesó. En sus ojos había un destello de combinación: alivio y confusión. Aquel momento suspendido se convirtió en una posibilidad, pero también en un recordatorio de la fragilidad de sus propias emociones.
Con la promesa de ver a Mateo pronto, el grupo hizo una pausa, sintiendo el peso de lo que habían vivido. Alex necesitaba hablar con Javier, era esencial. Pero no estaba seguro de cómo abordar lo que había cambiado entre ellos.
Cuando llegó su turno, Alex tomó una respiración profunda y se adentró en la habitación del hospital. Mateo estaba tendido en la cama, rodeado de máquinas que emitían sonidos rítmicos. Su palidez contrastaba con el color de las sábanas, y cada cable y monitor presente se sentía como un recordatorio constante de la lucha que había librado. Alex se acercó, sintiendo la necesidad de tomar su mano, de transmitirle su fuerza.
“Voy a estar aquí, hermano. No te preocupes”, murmuró, más para sí mismo que para Mateo. Las lágrimas comenzaron a brotar mientras la vulnerabilidad se hacía presente; la batalla que libraba en su corazón era igualmente intensa.
Después de unos momentos, Javier entró, y Alex sintió la tensión aumentar nuevamente. La interacción entre ellos era compleja, un espejismo de lo que solían ser; la cercanía del amor y la amistad se había tornado en una lucha silenciosa. Sin embargo, la necesidad de estar allí para Mateo los forzaba a permanecer en la misma realidad.
Javier se acercó, y por un momento, ambos se miraron. Hubo un entendimiento tácito, una esencia perdida en sus miradas. Pero también había temores que no se habían mencionado, cada uno relacionado con la pérdida, el dolor y la posibilidad de que su conexión se viera amenazada por la angustia que estaba llevando a sus corazones al límite.
“¿Cómo te sientes?” preguntó Javier, intentando romper el hielo, aunque la inquietud se reflejaba en su voz.
“Me siento... perdido”, admitió Alex, y la honestidad de sus palabras abrió una grieta entre ellos. “No solo por Mateo, sino por nosotros. No quiero perderte en medio de todo esto”.
Javier frunció la boca, procesando las palabras. “Yo tampoco, Alex. Pero no sé cómo... No sé cómo manejar todo esto”. La carga emocional de su amistad había crecido al experimentar ese dolor de cerca. “Hay tanta presión, tantos miedos; me asusta”.
“¿Asusta perder a Mateo o perdernos?” se atrevió a preguntar Alex, el eco de su propia desesperación resonando en su corazón.
Ambos se quedaron en silencio, y Javier finalmente respondió, “Tal vez ambas cosas”. La honestidad de su respuesta se sintió como un rayo de confianza entre la tormenta en sus corazones.
“Solo quiero que sepas que estoy aquí, que no tengo la intención de irme. Esto es difícil, y no hay forma de evitarlo, pero a veces hay que enfrentar el dolor juntos”.
Finalmente, Javier asintió, aliviado ante la posibilidad de encontrar un camino hacia la comprensión. “Estoy dispuesto a intentarlo, Alex. No quiero perder esto también”.
La conexión que sentían se restauró, aunque frágil. En medio del dolor, la lucha y la incertidumbre del futuro, había un rayo de esperanza que iluminaba su amistad. Ambos sabían que el camino por delante no sería fácil, pero la promesa de seguir juntos les brindó la fuerza necesaria para enfrentar lo que estaba por venir.
Así, mientras el mundo exterior se mantenía volátil, se juraron, allí, en esa habitación casi fría, que nada ni nadie podría romper el lazo que los unía. La tempestad había tocado sus corazones, pero permanecerían firmes, el uno al lado del otro.
El Amor entre personas del mismo sexo, sean hombres o mujeres, siempre ha sido muy criticado y mal visto,. Pero también hay quienes como ALEX Y JAVIER a pesar de sus miedos y certeza de que su Amor, no sería fácil de entender, tanto para sus familias como para amigos.
La vulnerabilidad de ambos, fue su centro y en base a eso lograron aceptar que lo más importante era estar juntos en todo y para todo.
AUTOR@ te FELICITO, he leído historias como esta pero en ninguna sea hablado de la aceptación personal. Gracias por compartir tu talento, inspiración y trabajo,, creo que es la primera historia de tu creación qué he encontrado, espero poder leer mas de tu inspirado talento!!!