Cuando una mujer ama, ¿hasta dónde es capaz de llegar con sus acciones? ¿Puede ser capaz de abandonarse a sí misma para ser el arma de la persona amada y cumplir con todos sus caprichos y deseos? ¿Es esto amor? ¿Y qué pasa cuando esa ilusión se rompe en pedazos?
Elyana, ella tiene todas las respuestas, fue capaz de dar todo por un hombre que dijo amarla, mato y robó, usó todo lo que tenía para darle el trono al hombre que amaba, pero cuando obtuvo lo que quería, este hombre simplemente la desechó como si ella no valiera nada.
Al morir, su alma se transformó en una mariposa que voló libre, pero por el dolor y odio que cargaba su alma no pudo descansar, y siendo atraída por sentimientos similares a las de ella, tomo el cuerpo de una mujer llamada Elizabeth, que al igual que ella murió traicionada.
Ahora con esta nueva oportunidad, ella podrá conseguir lo que más anhela, venganza.
El camino de la venganza para Elizabeth y Elyana, se abre...
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De vuelta a la capital.
Habían pasado seis meses desde que Elyana, ahora Elizabeth, había vuelto. Durante ese tiempo, el gran general se había encargado de hacer saber a la sociedad que su hija estaba en recuperación después de haber sufrido un intento de asesinato y que permanecería en reclusión para procurar una recuperación adecuada, ya que estaba en muy grave estado. También había aprovechado la oportunidad para pedir unos meses libres al emperador con la excusa de cuidar a su hija, que se le concedió al ser ésta la prometida de uno de los príncipes y futura nuera del emperador.
El gran general pretendía usar ese tiempo para enseñarle bien a su hija el uso de la magia, ya que esa había sido la petición de su hija. Habían pasado seis meses, seis meses de duro entrenamiento en una villa alejada de la capital. Si bien su padre era exigente con cada cosa que le enseñaba, el entrenamiento había dado muy buenos frutos. Valía la pena el esfuerzo.
—Has aprendido muy rápido, hija, me sorprendes. Cada día te pareces más a tu madre.
—Tengo al mejor maestro del mundo, obvio que voy a aprender rápido —dijo Elizabeth dándole una sonrisa a su padre.
—Hija, mi Eli, no vuelvas a asustar a papá así, nunca te atrevas a dejarme —dijo él con una mirada de súplica a su hija.
Elizabeth se sentía feliz. En este tiempo conviviendo con su ahora padre, tuvo la oportunidad de saber lo que se sentía tener el amor de un padre, y se prometió a sí misma, como también a la verdadera Elizabeth, que cuidaría de ese hombre.
—Está bien, padre, pero hay algo que quiero decirte y espero que no me lo tomes a mal.
—Adelante, ¿qué sucede? —dijo bajando el vaso de jugo que estaba bebiendo.
—Es sobre el envenenamiento. Yo sé quién fue y quiero vengarme. Si no te lo dije antes fue para no preocuparte y porque tenía miedo de que no me creas.
—Solo dilo, ¿quién se atrevió a tratar de matarte?
El general había cambiado su semblante al escuchar a su hija, pensando para sí mismo que quienquiera que haya sido pagaría por tratar de dañar a su tesoro, lo único que le quedaba de su amada esposa.
Con un suspiro largo, Elizabeth mencionó el nombre de su prima Estefaní.
- ella quería sacarme del camino para poder obtener el derecho de casarse con el príncipe Nicolás. Cuando estaba a punto de quedar inconsciente, me lo dijo y lo escuché. Por ahora, no quiero que sepa que estamos al tanto de esto. Es mejor fingir que no sabemos nada. Pero no la quiero ver ni la quiero cerca-, terminó diciendo Elizabeth con la mirada perdida en el jardín de flores alrededor.
Así que por eso me pediste que no recibiera a nadie y rechazara cualquier intento de visita de Estefaní.
Así es, padre. Soy consciente de que si actúo de forma precipitada, es muy probable que me meta en problemas o lo peor, que no me creas al igual que los demás. Por eso preferí callar y alejarme. Quiero estar lista para enfrentarme a ella, ya que estoy casi segura de que no actuó sola.
Bien, no te dejaré sola en esto. Te voy a ayudar en todo lo que necesites. Conozco la clase de mujer que es su madre, y no me sorprendería que sea igual a ella.
El general bebió de su jugo y se quedó pensativo, recordando el pasado y todo por lo que tuvo que pasar por culpa de esa arpía y la obsesión enfermiza que esa mujer tenía por él.
¿Crees que podamos quedarnos unos meses más, padre? preguntó Elizabeth, sacando de sus pensamientos a su padre.
Puedo mandar una carta al emperador solicitando más tiempo. Pero deberías hacer lo mismo. El emperador y la emperatriz te guardan mucho cariño. Recuerda que eres la única hija de la amiga íntima de la emperatriz. Siempre te han tenido gran estima y deben estar preocupados por ti.
Al decir esto, el general se levantó y le acarició la cabeza a Elizabeth mientras le daba una sonrisa. Y sí, ahora que su padre decía eso, Elizabeth encontró entre los recuerdos de ese cuerpo imágenes de cómo de niña jugaba por el jardín del palacio en compañía de la emperatriz y que su prometido era hijo de ésta. Sonrió para sí misma pensando en que debería visitar a la emperatriz tan pronto como vuelva a la capital.
Antes de que el General se alejara, dio la vuelta y habló de nuevo: "Hija, prepárate, que desde mañana entrenarás igual que los demás soldados. Creo que si ya aprendiste magia, no deberías quedarte solo con eso. Sé la digna hija del general siendo la mejor en todo", le dijo con una sonrisa de satisfacción. Siempre había querido que su hija fuera fuerte y no como las damas de la sociedad. Ahora, finalmente, su hija había aceptado aprender a defenderse y pretendía aprovecharlo.
Elizabeth lo miró y solo asintió con la cabeza y una sonrisa, feliz con lo que su padre había dicho. No le sería difícil aprender, porque fue la mejor en su vida anterior. Se había esforzado para eso, por el amor que le tenía al príncipe Sebastián, y ahora solo tenía que hacer que el cuerpo que habitaba ahora fuera resistente, puesto que los conocimientos ya los poseía.
Había pasado un total de un año, un año desde su retorno a la vida. Y era tiempo de volver a la capital. Su padre ya no podía estar tanto tiempo ausente. Los últimos meses fueron de viaje en viaje por los asuntos que tenía que atender en el palacio. Y había otro tema a tratar por el que los emperadores ya solicitaban la presencia de ambos, y eso era la boda de Elizabeth.
El día había llegado. Finalmente estaban entrando a la capital imperial de nuevo, recorriendo las calles rumbo a la mansión del general. Elizabeth veía el barullo de la gente circulando, las pequeñas tiendas, los vendedores y los compradores, y había olor a comida que los diferentes vendedores ambulantes ofrecían. No pudo evitar recordar su vida anterior. En esa vida nunca tuvo la oportunidad de disfrutar de todo lo que veía por la ventana del carruaje, así que pensó en que debía visitar el lugar y hacer un recorrido completo antes de empezar a llevar a cabo su venganza.
El carruaje se detuvo frente a la mansión del general, y cuando bajaron para disponerse a entrar a la mansión agarrada del brazo de su padre, la persona que menos deseaba ver apareció...
Es un honor saludarlo, gran general. Es bueno verlo de nuevo por la capital... y supongo que esa hermosa dama es su hija, dijo una voz bien conocida por Elizabeth y que jamás olvidaría.
Elizabeth se puso pálida de repente, agarrándose más fuerte del brazo de su padre. No pensó que lo encontraría tan pronto.
Saludos, alteza, dijo el general con una reverencia, y agregó: Permítame presentarte a mi hija Elizabeth.
Es un gusto saludar a tan hermosa dama. No sabía que su hija fuera tan bella, general, dijo el príncipe Sebastián agarrando la mano de Elizabeth para besarlo en forma de saludo.