“Lo expuse al mundo… y ahora él quiere exponerme a mí.”
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Capitulo 12:– Alma, castigos y equilibrios
Isabella se dejó caer sobre la cama como si toda la gravedad del mundo la aplastara. Los tres días de suspensión se habían ido volando, pero la sensación de agotamiento y tensión todavía la perseguía. La reunión del comité estaba programada para hoy, y sabía que su vida escolar estaba a punto de volverse mucho más complicada.
—Tres días… y ahora… ¿qué me espera? —murmuró, abrazando la almohada—. Rumores, videos, Damián Montenegro y… todo su egocentrismo. Y claro, lo que hizo al principio… ¡esa información falsa! —se tapó la cara con las manos, suspirando—. Este año va a ser mortal.
Se dejó caer de lado y observó su reflejo en la ventana. Sus ojos verdes-avellana parecían más cansados de lo normal, y su cabello castaño lacio estaba desordenado, como su mente.
—Bueno, Isa —se dijo a sí misma—. Mañana enfrentarás al comité, tratarás de sobrevivir a Damián y… tratarás de no tropezar en público. Otro día normal, ¿verdad?
Se acomodó entre las sábanas, intentando dormir, aunque los pensamientos seguían girando sin descanso.
A la mañana siguiente, Isabella se levantó con desgana. Mientras desayunaba, repasaba mentalmente cada posible escenario: la reunión, los rumores que ya circulaban por la escuela y cómo enfrentaría a Damián. Su madre entró con una sonrisa suave, colocando un plato de huevos y tostadas frente a ella.
—Respira, Isa. Sabemos que esto no ha sido fácil, pero tienes que mantener la calma —dijo su madre, acariciando su cabello.
—Sí… claro… —murmuró Isabella, con una media sonrisa—. Mantener la calma… y sobrevivir a Damián… y a los rumores… y a todo lo demás. Fácil, ¿verdad?
Su padre la miró desde el otro lado de la mesa, un poco divertido:
—Al menos desayuna algo antes de salir… vas a necesitar energía.
Isabella asintió, aunque de manera distraída. Sus pensamientos seguían enredados entre la reunión y la idea de que Damián había decidido su destino con tanta frialdad.
Cuando llegó a la escuela, la tensión era palpable. Sus compañeros ya murmuraban sobre lo ocurrido y algunos la miraban con curiosidad. Isabella intentó caminar con dignidad, aunque cada paso era una batalla contra su propio torpe equilibrio. Tropezó con su mochila y casi cae, pero Lucas apareció justo a tiempo para sostenerla.
—Isa… otra vez —susurró, con una mezcla de frustración y ternura—. No puedo seguir salvándote cada día.
—Lo sé… lo sé —dijo Isabella, riendo nerviosamente mientras recogía sus libros—. Pero al menos lo hago con estilo, ¿no? Humor, drama, caída… todo incluido.
Lucas suspiró y se movió a su lado, vigilante.
—Solo trata de no empeorar las cosas con Damián. Lo digo en serio.
Isabella rodó los ojos y murmuró:
—¿Empeorar las cosas? ¡Si apenas me levanto por la mañana y casi me atropella un carrito de la cafetería!
La reunión del comité comenzó poco después. Isabella estaba sentada en la sala de dirección, con los nervios a flor de piel. Damián estaba presente, como siempre, elegante, seguro de sí mismo y con esa mirada fría que podía atravesar paredes.
—Isabella —dijo el director—. Después de revisar la situación, se ha decidido que tu castigo será… ser asistente de Damián Montenegro por el resto del año escolar.
Isabella abrió los ojos como platos.
—¿¿¡Qué!? —gritó—. ¡Eso es… absurdo! ¡Yo no puedo ser su asistente! ¡Él… él es un demonio de traje caro!
Damián la miró con una sonrisa de satisfacción:
—Vamos, Isabella. Creo que ya he tenido bastante compasión contigo. Es hora de que aprendas lo que significa… obedecer.
—¡Obedecer! —balbuceó ella, levantándose del asiento—. ¿Quién pone a alguien a servir al agraviado de esta manera?
—El comité —respondió él con calma—. Pero mi opinión fue clave.
Isabella se quedó boquiabierta, mientras Lucas, que estaba sentado cerca, la observaba preocupado.
—Isa… —susurró—. Tal vez… solo… trata de mantener la calma…
—¡Mantener la calma! —exclamó ella—. ¡Eso es imposible! ¡Él… él! —se golpeó la frente dramáticamente—. ¿Qué hago ahora?
Sofía, sentada en una esquina, los observaba con los ojos brillantes. Sabía que Isabella estaría ocupada con Damián y que Lucas estaba demasiado preocupado por ella como para notar sus movimientos. Perfecto.
—Lucas… —dijo suavemente, inclinándose—. Tal vez deberías decirle a Isabella que esto es lo mejor para ella… no vaya a hacer otra escena.
Lucas asintió, aún preocupado, sin darse cuenta de la sutil manipulación de Sofía.
La primera clase después de la reunión fue un desastre. Isabella no podía concentrarse, su mente volvía a la reunión y al castigo. Cada vez que Damián pasaba por el aula, ella se distraía completamente. Tropezó con una silla, casi tiró un cuaderno y murmuró para sí misma:
—Respira… no digas nada… oh, mis libros… perfecto, desastre número dos del día.
Damián, cruzado de brazos, observaba con una sonrisa divertida y amenazante.
—Isa… —dijo con voz baja—. Quizás deberías concentrarte más. No quiero tener que recordarte lo que significa “obedecer” delante de todos.
—¡Sí, claro! —respondió ella, sonrojada—. Prometo que mi torpeza será opcional… pero mi sarcasmo… ese no lo puedo controlar.
Lucas estaba al lado, sintiéndose cada vez más inquieto por la interacción de Isabella con Damián, mientras Sofía tomaba nota mentalmente de cada detalle para su plan futuro: acercarse a Lucas ahora que Isabella estaría ocupada.
En la cafetería, Isabella intentaba recomponerse. Lucas la vigilaba con cuidado, ofreciendo protección silenciosa mientras ella se servía un poco de jugo.
—Isa… —dijo—. Solo trata de…
—Sí, Lucas… —lo interrumpió ella—. Si sobrevivo, prometo que haré al menos un desastre diario… para que valga la pena.
Sofía, sentada cerca, sonrió con satisfacción, planeando su acercamiento hacia Lucas mientras Isabella lidiaba con Damián y el castigo de ser su asistente.