A sus 19 años, arina de lucas parece ser una estudiante común: bonita, callada y aplicada. Trabaja en la cafetería de su abuelo y aparenta ser una joven más de preparatoria. Pero bajo esa máscara se esconde la futura heredera de un poderoso imperio criminal. Entrenada en artes marciales, fría cuando debe serlo y con un corazón marcado por el rechazo de sus propios padres, dirige en secreto a los hombres de su abuelo, el único que la valora.
Del otro lado está ethan moretti, de 21 años. Inteligente, atractivo, respetuoso y aparentemente un estudiante modelo. Sin embargo, también arrastra un legado: pertenece a otra familia mafiosa rival, dirigida por su abuelo, que pretende heredarle el trono del poder. A diferencia de la chica, sus padres sí conocen la verdad, aunque intentan disimularlo bajo la máscara de ejecutivos ejemplares.
Lo que ninguno sospecha es que sus vidas están unidas por un destino retorcido: enemigos en la sombra, pero vecinos en la vida real.
NovelToon tiene autorización de Nyra Dark para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 16
Ethan sostuvo su mirada, ladeando una pequeña sonrisa arrogante, pero su tono fue más serio que nunca:
-No se trata de defenderte, Ariana... se trata de que aprendas a no dejar que nadie te toque como si fueras suya.
Ella quedó en silencio, confundida, sintiendo que esas palabras le calaban más hondo de lo que quería admitir. Ethan se recostó otra vez en la silla, sin apartar la vista de ella, como si vigilara cada movimiento, cada respiración.
Por primera vez en mucho tiempo, Ariana no supo si quería escapar de él... o quedarse exactamente allí.
---
La enfermería estaba en silencio, Ariana aún recuperándose mientras Ethan no le quitaba los ojos de encima. Todo parecía calmarse hasta que la puerta se abrió de golpe.
Isabela entró con pasos firmes, el rostro desencajado por la rabia. Apenas vio a Ariana recostada, una sonrisa venenosa apareció en sus labios.
-Vaya, vaya... -dijo con voz cargada de sarcasmo-. Al fin salió a la luz la verdad de la señorita perfecta. Tan inocente en apariencia, pero resulta que podría estar embarazada. Qué rápido te vendiste, Ariana.
Ariana apretó las sábanas con fuerza, bajando la mirada para no darle el gusto de verla afectada. Ethan la observó, notando cómo su respiración comenzaba a alterarse otra vez.
Isabela se acercó más, implacable:
-Dime algo, ¿de quién es? ¿De Jhonar, al que dejaste humillado delante de todos? ¿O de Moretti, que siempre te mira como si fueras su juguete? Aunque claro, cualquiera que te vea sabrá que lo único que sabes hacer es arrastrar a los hombres al desastre.
-Basta, Isabela -advirtió Ethan, su voz profunda resonando como un trueno.
Ella giró hacia él, desafiante.
-¿Y qué vas a hacer, Moretti? ¿Protegerla otra vez? Todos saben que tú tienes la culpa de que se desmayara, con tu obsesión enfermiza.
Las palabras perforaron el aire, y Ariana sintió que le faltaba oxígeno. Su pecho subía y bajaba con dificultad, el mareo regresaba, las manos le temblaban.
Ethan lo notó de inmediato. Se levantó de la silla, su sombra cubrió a Isabela, y con una calma peligrosa la miró directo a los ojos:
-Sal de aquí... antes de que olvide que eres mujer.
Isabela se quedó helada por un instante, pero antes de replicar, Ethan ya estaba inclinándose hacia Ariana. La levantó con cuidado, como si fuese lo más frágil del mundo. Ariana apoyó la cabeza en su pecho, incapaz de sostenerse por sí misma.
Sin dar explicaciones a la enfermera, ni a Isabela, ni a nadie, salió del lugar con ella en brazos. El pasillo entero se quedó en silencio al verlo pasar. Los murmullos empezaron de inmediato, pero Ethan no volteó. Su rostro era de puro acero.
Jhonar apareció al fondo del corredor, sorprendido al ver a Ariana en sus brazos. Dio un paso hacia adelante, pero Ethan lo ignoró por completo. Atravesó la multitud como si el mundo entero no existiera, con un solo objetivo en mente: llevarla al hospital.
Los rumores crecerían, las miradas lo seguirían, pero Ethan no se detuvo ni un segundo. Ariana, apenas consciente, alcanzó a escuchar los latidos de su pecho contra su oído: firmes, protectores, como un ancla en medio del caos.
---
El camino al hospital fue un torbellino de caos y silencio. Ethan conducía con una mano firme en el volante, la otra sosteniendo la de Ariana para asegurarse de que no la soltara del todo. Ella estaba débil, pálida, con los párpados pesados.
-Aguanta, Ariana... ya casi llegamos -murmuró él, con voz grave, mirándola de reojo.
Ella intentó responder, pero un nuevo mareo la golpeó con fuerza. Sus ojos se cerraron de golpe, y su cuerpo se desplomó contra el asiento.
-¡Ariana! -Ethan frenó en seco, inclinándose hacia ella, dándole suaves palmadas en la mejilla para que reaccionara-. No me hagas esto.
Apretó los dientes, pisó el acelerador y no paró hasta que llegaron a urgencias.
Los médicos corrieron al verla inconsciente, y en segundos la pusieron en una camilla, conectándole sueros y equipos de monitoreo. Ethan, a pesar de las órdenes de "espere afuera", se mantuvo cerca, observando cada movimiento con una calma tensa. Su presencia imponía tanto que nadie se atrevió a sacarlo de allí.
Después de estabilizarla, la llevaron a una habitación VIP del hospital, amplia, luminosa y silenciosa, donde todo olía a limpieza y control. Ethan se quedó sentado en la silla de acompañante, con los codos sobre las rodillas, esperando pacientemente. No se movía, no hablaba. Solo vigilaba.
Cuando vio que todo estaba bajo control, salió un momento al pasillo, se acercó a la tienda del hospital y regresó con una bolsa: frutas frescas y pañitos húmedos. Pequeños detalles, casi imperceptibles, pero que hablaban más de lo que nunca admitiría.
Dentro de la habitación, Ariana respiraba más tranquila. Sus pestañas se movieron y, poco a poco, abrió los ojos. Lo primero que vio fue a Ethan, entrando con aquella bolsa, caminando hacia ella sin prisa pero con el ceño fruncido de preocupación.
Él dejó las cosas sobre la mesa y se acercó a su cama.
-Ya era hora de que despertaras -dijo en voz baja, aunque en sus ojos se notaba el alivio.
Antes de que Ariana pudiera responder, el médico entró con una carpeta en la mano. Revisó las máquinas y luego a Ethan, asumiendo con naturalidad:
-Señor, su esposa ya está fuera de peligro. Los chequeos muestran que fue un cuadro de desmayo por estrés y falta de alimentación adecuada. No hay complicaciones graves, pero debe guardar reposo.
Ethan arqueó una ceja, sorprendido por la confusión. ¿Esposa?
El doctor siguió hablando, sin notar el error:
-Asegúrese de que coma bien, que evite situaciones de tensión, y... felicidades, tiene una mujer fuerte.
Ariana lo escuchaba con los ojos muy abiertos, enrojecida por el comentario. Ethan, en cambio, guardó silencio. Una lenta sonrisa apareció en sus labios, pero no dijo nada. Solo asintió con la cabeza y respondió con calma:
-Gracias, doctor.
El médico se retiró, dejando la habitación en silencio. Ethan tomó la manilla de la cama y se inclinó un poco hacia Ariana, aún con esa media sonrisa que descolocaba a cualquiera.
Ella lo miraba confundida, con el corazón desbocado, sin saber si reclamarle, agradecerle... o simplemente perderse en el peso de esa mirada que parecía decirlo todo sin palabras.
---
Ethan se levantó con calma y caminó hacia la puerta. Antes de salir por completo de la habitación, marcó con el pulgar un número en su teléfono. Habló en voz baja, pero cada palabra tenía filo.
-Pablo, necesito que tú y Marco vayan YA a la preparatoria -dijo.
-¿Ahora mismo, jefe? -respondió una voz rasposa al otro lado.
-Sí. Busquen a la directora y díganle que los rumores sobre Ariana se acaban hoy. Que ella tiene instrucciones de callar todo y a todos. Si alguien no colabora, que se atengan a las consecuencias. Y recordadle muy bien que la escuela pertenece a mi abuelo. No lo publique, solo háganlo valer. -Su voz no subió de tono, pero era inequívoca: una orden.
-Entendido. -La respuesta fue breve y sumisa.
Ethan colgó, devolviendo el teléfono al bolsillo con movimientos precisos. Regresó a la cama como si nada, pero la energía a su alrededor había cambiado: más intensa, más decidida.
Ariana, aún con el pulso agitado, lo miró con ojos entre sorprendidos y furiosos.
-¿Qué acabas de hacer? -preguntó en voz baja, porque la bata blanca y las paredes asépticas parecían absorber cualquier grito-. ¿Amenazaste a la directora?
Él se sentó de nuevo a su lado, inclinándose apenas, tan cerca que ella podía sentir el calor de su cuerpo. No se disculpó; no era su manera. En cambio, sus palabras fueron medidas, graves y protegidas, como quien coloca un escudo alrededor de alguien.
-Lo hice porque nadie tiene derecho a destruir tu nombre -respondió Ethan, con esa calma que pesa-. No permitiré que te etiqueten, te humillen ni que te expongan por chismes infectos. Punto.
Ariana apretó las manos contra la sábana, mezcla de rabia y alivio.
-No quiero que me protejas así, Ethan. No quiero que todo sea así... que tú decidas por mí. -Su voz salió rasgada, sincera-. No soy tu proyecto.
Ethan la miró, sin moverse, sus ojos fijos en los de ella como si quisiera grabarse cada expresión. Su mano rozó la de ella, y esa caricia fue firme, no posesiva, pero absolutamente suya.
-Nunca dije que fueras un proyecto -dijo en tono más bajo, casi un susurro que se colaba dentro de ella-. Dije que no permito que nadie te lastime. No soy quien te quita opciones, Ariana. Soy quien te quita peligros. Lo otro lo decides tú.
Ella sintió un nudo en la garganta. Había algo en su voz que no admitía réplica: autoridad y cuidado mezclados. Ethan inclinó la cabeza, acercó su frente a la de ella apenas, con una precisión que mordía.
-Escúchame bien -continuó, con esa voz que no perdona dudas-. Nadie te moverá un pelo sin que yo lo sepa. Si alguien intenta dañarte, lo sabré. Si alguien habla de ti a tus espaldas, caerán las consecuencias. Pero eso no te convierte en miya. No eres propiedad de nadie. Eres... mía en el sentido de que me importas. Y que me importes me obliga a protegerte.
Ariana cerró los ojos por un segundo, la mezcla de palabras la desorientó: protección y posesión, cariño y límite. Cuando los volvió a abrir, la expresión en Ethan seguía siendo inmutable, pero en el fondo había una promesa silenciosa.
Ella dejó escapar un suspiro que no era ni afirmación ni negación. El silencio entre ambos se llenó de cosas no dichas: miedos, decisiones, una línea que ambos evitaban cruzar aún.
-Gracias -murmuró finalmente Ethan, sin hacer alarde de la ternura que se le filtró un instante-. Descansa. Yo me encargo.
Afuera, en algún lugar no muy lejano, sus hombres ya caminaban hacia la preparatoria. Dentro de la habitación VIP, la calma volvió a posar su peso sobre ellos, pero la sensación de que nada sería igual seguía ahí, latiendo como la promesa de un huracán contenido.
---
La campana del recreo sonó, y la preparatoria se llenó de murmullos. Los rumores corrían como fuego entre pasillos: "¿Será verdad que Ariana está embarazada?", "Dicen que es de Ethan Moretti...", "No, seguro que es de Jhonar". Las risas maliciosas y las miradas de burla se sentían en cada esquina.
La directora, nerviosa, trataba de mantener orden desde su oficina, pero incluso ella escuchaba los ecos de los estudiantes cuchicheando.
Fue entonces cuando la puerta del colegio se abrió con un golpe seco. Dos hombres entraron sin pedir permiso: trajes oscuros, gafas de sol, paso firme y expresión que no admitía dudas. Eran Fabian y Pablo.
Los guardias de la entrada intentaron detenerlos, pero bastó con una mirada fría de pablo para que se apartaran.
Caminaron por el pasillo central como si fueran dueños del lugar. Los estudiantes se quedaron en silencio, siguiendo cada movimiento con temor. Finalmente, los hombres llegaron a la oficina de la directora y entraron sin golpear.
La mujer se levantó de golpe, incómoda.
-¿Qué significa esto? -preguntó, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba.
Pablo se inclinó apenas, apoyando ambas manos sobre el escritorio, y habló con calma gélida:
-Escuche bien, directora. Los rumores sobre Ariana de lucas terminan hoy mismo.
La mujer abrió los ojos, sorprendida.
-¿de lucas? -susurró, como si el apellido fuera un peso.
Marco dio un paso al frente, con una sonrisa que no tenía nada de amable.
-Sí. Y si usted permite que los estudiantes o profesores sigan hablando, se va a arrepentir.
La directora intentó recomponerse.
-Yo... no puedo controlar lo que dicen los alumnos...
Pablo interrumpió con un tono bajo, pero que caló como cuchilla:
-Usted sí puede. Y lo hará. Porque este colegio, aunque pocos lo sepan, pertenece al abuelo de Ethan Moretti. -Se enderezó y clavó los ojos en ella-. Y si no quiere perder todo lo que tiene, mejor comienza a callar esas bocas.
La mujer tragó saliva, su rostro empalideció al instante.
-E-entendido. -Su voz salió temblorosa.
Pabloo le lanzó un último aviso antes de salir:
-Más le vale, directora. No queremos volver.
Al salir, los estudiantes observaban desde lejos, comentando en susurros. Nadie sabía qué pasaba, pero la tensión en el aire era palpable. A partir de ese momento, las miradas sobre Ariana no serían de burla, sino de miedo y respeto.
---
El eco de los pasos de Pablo y Fabian aún resonaba en los pasillos cuando salieron de la oficina. Los estudiantes, que minutos antes cuchicheaban entre risas maliciosas, ahora callaban en seco, observando con miradas tensas.
Los rumores se cortaron de golpe, como si alguien hubiera apagado una radio. Algunos se apartaron, otros agacharon la cabeza, y los más atrevidos fingieron hablar de otra cosa para disimular.
En el salón de Ariana, sus amigas estaban inquietas. Valentina fue la primera en romper el silencio:
-¿Ustedes vieron eso? Esos hombres... se notaba que no venían a jugar.
Camila asintió, con los ojos muy abiertos.
-Todos dicen que vinieron por lo que pasó con Ariana... ¿pero quién puede tener tanto poder para mover gente así?
Una de las chicas del fondo murmuró con veneno, aunque su voz estaba cargada de miedo:
-Seguro es cosa de Ethan Moretti... nadie más podría.
El nombre cayó pesado entre todos. Algunos se miraron entre sí, recordando lo que se decía de la familia Moretti: rumores de dinero, poder y cosas que nunca se confirmaban, pero que ahora parecían más reales que nunca.
Lo que ninguno de ellos sabía -ni siquiera las amigas más cercanas de Ariana- era que ella también pertenecía a una organización peligrosa: la mafia rival de los Moretti. Una verdad oculta bajo sus pasos de estudiante, camuflada tras su sonrisa tranquila. Ese secreto, si salía a la luz, podía desatar una guerra aún más grande dentro y fuera de la escuela.
Mientras tanto, Jhonar estaba sentado en su pupitre, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. La frustración hervía en su interior.
-Claro... tenía que ser él. -Murmuró entre dientes.
Valentina lo escuchó y lo miró con ironía.
-Pues si no puedes protegerla tú, alguien tenía que hacerlo.
Jhonar la fulminó con la mirada, pero no respondió. Sabía que cualquier palabra en ese momento lo dejaría en ridículo.
Camila y Valentina se agruparon, con miedo y preocupación mezclados.
-Esto ya es demasiado grande -dijo Camila, en voz baja-. No estamos hablando de simples chismes. Aquí hay poder, influencia... y Ariana está en el medio.
El ambiente de la escuela cambió por completo. Donde antes había risas crueles, ahora reinaba un silencio cargado de tensión y respeto. Nadie se atrevía a pronunciar el nombre de Ariana sin pensarlo dos veces.
---
Continuará...