Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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La mejor parte de mi vida
Massimo
–¿Puedo? –pregunto estirando mis manos en cuánto nos quedamos a solas. Stefy salió con mis tíos a comprar cosas para Olivia. Conociéndolos, llegarán con una tienda completa.
Eva mira a la pequeña belleza en sus brazos antes de entregármela. –Tienes que tener cuidado.
–Lo sé –digo con una enorme sonrisa–. Todavía recuerdo como se sentía Venecia en mis brazos.
Eva sonríe y apoya su mentón en mi hombro mientras yo caigo por otra mujer Messina.
–Es hermosa –susurro mientras beso su pequeña frente.
–Lo sé. No puedo creer que sea mía.
–Nuestra –la corrijo y sus ojos turquesa se clavan en los míos–. Olivia es nuestra.
–Mass…–empieza a retroceder, pero tomo su mejilla con mi mano, impidiéndoselo.
–Es nuestra. Y tú, Eva Messina, eres mía.
–Hemos arruinado lo nuestro muchas veces –declara–. No sé si podemos darnos otra oportunidad. Ahora hay mucho en juego. Está Olivia.
Apoyo mi frente en la de ella. –La cagué, enana, pero mi amor por ti no ha hecho más que crecer desde la primera vez que te vi, y he luchado años para poder borrar lo que siento, pero ha sido en vano. Te amo, y lo que siento no se irá a ninguna parte. Yo no me iré a ninguna parte. Dame una oportunidad –le pido–. Por lo que más quieras, dame una oportunidad.
Mi chica suspira y sus ojos van a Olivia. –Lo que más quiero está en este sofá –susurra mirando a nuestra pequeña y luego a mí–, pero han pasado tantas cosas. Nos hemos hecho mucho daño. No quiero que Olivia esté al medio de lo nuestro. No es justo para ella.
–Lo siento mucho, enana. Fui un cobarde y quizá perderlas es lo que merezco, pero, por favor, dame una oportunidad. Te juro que no me volveré a equivocar. Nos merecemos una oportunidad. Se lo debemos a nuestra hija.
Eva sonríe y besa la mejilla de Olivia. –La amo tanto, que siento que mi corazón es demasiado grande para mi pecho –me confía–. Ser madre es lo que siempre quise. Cuando era joven quería ser la madre de tus hijos, pero luego me di cuenta que era un imposible. Luego pensé que Travis podría darme lo que anhelaba, pero me di cuenta que seguía buscando la felicidad en los lugares equivocados. No necesito a un hombre para ser feliz. Y ciertamente, Olivia no necesita un padre –dice y mi corazón se astilla–, pero merece uno –agrega y lanzo un suspiro de alivio–. Nunca hemos tenido una relación normal. Me gustaría tener una y ver a qué nos lleva.
Enredo mis dedos en su cabello y la acerco por un beso que me sabe a felicidad líquida. –No te arrepentirás.
Acaricia mi mejilla. –No te necesito para ser feliz, Mass –susurra–, pero me gustaría darnos una última oportunidad. Sin involucrar a Olivia. Ella no puede creer que tú eres su padre cuando no sabemos si lo nuestro va a funcionar.
–Pero es mi hija, mírala, claramente ambos tenemos una debilidad por ti.
Eva sonríe. –¿Puedes aceptar?
Miro a Olivia y sus ojos azules se clavan en los míos, enamorándome con cada segundo que pasa. Es mi hija. Lo sé en lo más profundo de mi corazón, como también sé que lo mío con Eva funcionará.
–Acepto –digo–. Claro que acepto, y te aseguro que no te arrepentirás.
Eva acaricia mi mejilla antes de preguntar: –¿Cómo se lo tomaron papá y mi tío?
Sonrío. –Mejor de lo que esperaba. Creo que el único que tenía un problema con esto era yo. Mi tío solo está molesto, porque te mantuve en el anonimato por años. Me dijo que nadie le hacía eso a su princesa. –Eva sonríe–. Y ahora –susurro mientras miro a Olivia–, creo que lo entiendo. Si alguien lastima alguna vez a Olivia tendré que matarlo.
–Nadie la lastimará. No como lo hicieron conmigo.
Tomo su mentón. –¿De qué hablas?
Eva suspira. –Todavía tengo pesadillas. Todavía recuerdo el olor nauseabundo de la casa y el hambre que sentía –dice tocando su vientre–. Mi estómago dolía tan mal, y a veces lo único que me daban de comer en todo el día era un vaso con agua y un pedazo de pan duro, pero tenía tanta hambre, que te juro sabía delicioso.
–Mi amor –susurro mientras la acerco por un beso–. No sabía que recordabas, llegaste muy pequeña.
–Lo sé, pero imagino que hay cosas que se quedan contigo toda la vida. Lo he hablado con Theo, y él no recuerda nada. Me dice que el único recuerdo doloroso que tiene es cuando mis padres le mostraban las fotos de su madre. Me dijo que recordaba el dolor que sentía de no poder verla, pero no puede recordar nada antes de nuestros papás, y eso es todo lo que quiero para Olivia.
Mi corazón se parte por la mujer que amo y por la pequeña en mis brazos.
–Quizá deberíamos darle de comer de nuevo.
–Está bien. Comió hace menos de una hora.
–No quiero que pase hambre –replico–. No quiero que nada malo le pase.
Eva acaricia el cabello de nuestra pequeñita y comienza a tararear una canción de cuna hasta que Olivia cierra sus preciosos ojos.
–Olivia está bien. Ahora lo está –dice levantando su pequeña camiseta.
Todo dentro de mí hierve cuando veo unas grotescas manchas en su barriguita.
–Sus padres callaban sus llantos con quemaduras de cigarros –dice mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
–Los mataré –espeto listo para poner una bala en sus cabezas.
–No todavía –pide–. Ellos tienen que firmar la autorización final de la adopción. Ahora están en un centro de rehabilitación.
–Si mueren todo será más fácil –digo poniéndome de pie, dispuesto a despedazarlos.
–Si mueren buscarán al pariente más cercano. Necesito que me firmen la adopción, Massimo. No puedes matarlos, no todavía.
Me obligo a tranquilizarme y vuelvo a sentarme a su lado.
–Una vez que firmen, acabaré con ellos.
Eva suspira. –Sé que nada de lo que diga te hará cambiar de opinión.
Sonrío y vuelvo a besarla. –Nadie me conoce como tú lo haces, enana.
–Esa veta violenta es una de las cosas que más amo de ti –declara, logrando que mi corazón crezca en mi pecho–. ¿Qué haremos si no firman la autorización? –pregunta con el miedo reflejado en sus preciosos ojos.
–Que no te quite el sueño. Ellos firmarán –le juro–. Olivia es nuestra, nadie podrá arrebatarla de nuestro lado.
Eva suspira aliviada antes de enredar sus dedos en mi cabello y acercarme por un beso que se lleva todas las preocupaciones lejos.
–Quizá debamos trabajar en un hermano para Olivia, ¿no lo crees? –pregunto con una sonrisa.
Eva pone los ojos en blanco. –Un paso a la vez, guapo.
Hago un mohín, que mi chica se apresura en besar. –Tenía que al menos intentarlo.
Un grupo de voces irrumpe y mi ánimo se viene abajo. Tendré que compartir a mis dos chicas con los demás.
Beso la frente de mi pequeñita, y me obligo a ser paciente. Hoy es el comienzo de la mejor parte de mi vida.
Ambos tres merecen ser felices
Yel número 28 qué ya se terminó