RIVALES DE OFICINA

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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Gael

Horas antes…

La copa de whisky ni siquiera me quemó la garganta. Estaba tan en mi cabeza que apenas la sentí. Anika, sentada frente a mí, se retorcía un mechón de su cabello rojizo con coquetería y yo… bueno, yo solo no quería pensar en Camila.

—Te noto tenso, Gael —comentó Anika, observándome con una ceja alzada.

Le di otro sorbo al whisky, esta vez más largo.

—Es Camila. Las cosas entre nosotros están… confusas. — Pero no creo que eso te importe mucho, considerando que llevas echándole leña al fuego desde que empezó todo.

Anika frunció los labios, su expresión cambiando de curiosidad a desdén.

—¿Confusas? Vamos, Gael. No me digas que te estás dejando atrapar por esa… perra sin carisma.

Le lancé una mirada fulminante.

—No te atrevas a referirte a Camila así.

Ella se encogió de hombros. Por un segundo creí que lo dejaría pasar.

Pero no.

Su sonrisa se esfumó y su tono se volvió frío, casi venenoso.

—Mira, Gael… no soporto verte con esa zorra barata sin gracia. Nosotros tenemos algo especial y siempre lo tendremos—Se inclinó hacia mí, con una seguridad tan falsa como sus pestañas—. Ya te dije que esa noche con Edward fue culpa del alcohol. No siento nada por él. Fue un error.

Ahí estaba. La verdadera Anika. Se había caído la máscara amable y quedaba la versión cruda: posesiva, narcisista y completamente convencida de que el mundo giraba a su alrededor.

Sentí cómo me subía la sangre a la cabeza. Apoyé los codos en la mesa y la miré directo a los ojos.

—Anika, no seas descarada. —solté, con voz baja pero cargada de rabia—. Y no vuelvas a referirte a Camila así. Nunca. En tu puta vida.

Me levanté. Dejé el billete sobre la mesa y sin mirar atrás, salí del bar.

Al llegar al edificio, el sonido de un bajo resonando me recibió.

*—Camila… tú no sabes lo que hiciste en mí, Camila… y aunque finjas que no, yo sé que aún estás aquí… **🎶*

Me congelé.

No.

No puede ser.

¿Bastian le escribió una puta canción a Camila?

Abrí la puerta del apartamento con el ceño fruncido, y ahí estaba el imbécil de mi hermano, sentado con su bajo, como si nada, tocando su baladita romántica como si no acabara de patearme el ego.

—¿Qué carajos es eso?

Bastian me miró con una sonrisita culpable.

—Se llama “Camila”.

—¿“Camila”? —pregunté, deteniéndome frente a él.

Bastian sonrió, sin dejar de tocar.

—Sí, la escribí hace tiempo. De hecho es una de las más populares de la banda.

—¿Camila, tipo mi Camila?

—No sabía que era tuya. —Sonrió aún más, como si estuviera a punto de soltar el remate—. Técnicamente, esta inspirada en “tu Camila”… pero qué casualidad, ¿no?

—¿En serio, Bastian? Hoy no estoy de humor para tus juegos.

—Relájate, hermano, solo es una canción. Y además… ¿qué pasa? ¿Todavía siguen peleados?

Rodé los ojos Estaba por insultarlo, o mínimo esconderle el bajo por dos semanas y Mientras buscaba una botella de coñac, una voz familiar me sobresaltó.

—¿Así reciben a su hermano favorito?

Me giré y vi a Davian apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa burlona.

—¡¿Davian?! —salté, casi soltando la botella—. ¿Qué diablos haces aquí?

—Papá me pidió que pasara a saludarlos. Según él, están muy ocupados ignorándolo últimamente.

—Qué considerado —ironizó Bastian

—Pero realmente vine a esta ciudad por unos asuntos pendientes —finalizó Davian

Bastian se levantó en ese momento, dejando su bajo a un lado.

—¿Asuntos pendientes? Seguro vienes a cortarle la lengua a alguien.

Davian soltó una carcajada.

—Siempre tan directo, Bastian.

—Traducción: papá te mandó para espiar —murmuré mientras servía el coñac en un vaso.

—Qué graciosos, ambos. Solo vine a ver cómo están.

Antes de que pudiera responder, alguien golpeó la puerta con insistencia.

—¡¿GAEL?! ¡SÉ QUE ESTÁS AHÍ! —gritó una voz femenina.

Los tres nos quedamos congelados.

—No puede ser… —me llevé la mano al cabello con desesperación.

—¿Anika? —preguntó Bastian, con horror.—Voy yo —dijo Bastian, avanzando con desgano.

Abrió la puerta con cuidado. Ahí estaba, parada con los brazos cruzados maquillaje intacto, pero los ojos inyectados en ira.

—Busco a Gael —dijo sin saludar.

Bastian giró la cabeza hacia mí con una sonrisa burlona.

—Te buscan, Casanova.

Yo suspiré con resignación y me levanté, dejando el vaso en la encimera.

Anika me miró desde el umbral, la mandíbula tensa.

—¿En serio vas a huir como un cobarde?

—¿Perdón?

—Tú y yo tenemos asuntos pendientes.

—Los únicos asuntos pendientes que tengo ahora —intervine, conteniendo mi irritación— son con mi hermano y una botella.

Bastian se giró hacia mí con una cara que valía oro.

Suspiré con fuerza, rascándome la frente.

—¿Sabes qué, Bastian? Vamos a tomar aire. Unos tragos, unos cigarros, un exorcismo, si es posible.

—A eso le llamo plan.

Nos pusimos las chaquetas.

—¿En serio, Gael? —dijo Anika, alzando la voz cuando pasé junto a ella—. ¿Vas a irte con él solo para evitarme?

—Sí, eso parece. Y también porque prefiero conversar con alguien que no intenta destruir todo lo que toco por capricho.

Vi cómo apretaba el puño. Quería decir algo más, pero se contuvo.

—Lo nuestro no ha terminado —dijo con una voz firme, helada.

—Lo nuestro terminó la noche que decidiste acostarte con Edward —le respondí sin mirarla—. Lo demás son sólo ruinas que tú sigues empujando sobre mí.

—¿Van a dejarme aquí con ella? —preguntó Davian, alzando una ceja.

—Consideralo parte del encargo de papá —respondió Bastian, palmeándole el hombro.

Yo ya tenía una pierna fuera de la puerta.

—Suerte, hermano, cálmala si es necesario.

Cerramos la puerta detrás de nosotros.

La carcajada de Bastian resonó en el pasillo.

Yo solo pensaba en una cosa:

Camila.

Las calles estaban más frías que antes. Caminamos unos metros en silencio. Bastian fue el primero en romperlo.

—¿Qué carajos fue eso?

—Anika siendo Anika —respondí—. Pero ya no voy a seguirle el juego.

—¿Y Camila?

Me pasé una mano por el rostro.

—No lo sé. Hay cosas que me superan. Me jode cómo me hace sentir. Me jode que me duela no entenderla, que sienta que la cago cada vez que intento acercarme. Y aún así… —me detuve—. Aún así quiero verla feliz. Aunque no sea conmigo.

—Eso es masoquismo, hermano —dijo él con una sonrisa triste—. O amor. A veces ni se distingue.

Reí sin ganas.

—Qué jodido es esto.

Unas horas después, volvimos al apartamento. Estaba oscuro y en silencio. Anika se había ido. Davian también. Agradecí en silencio.

Me dejé caer en el sofá, sintiendo el peso del día caerme encima como una maldita losa.

Bastian desapareció en su cuarto, murmurando que mañana tocaría algo nuevo. Yo me quedé ahí, solo, todavía con la imagen de Camila en mi mente.