Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capitulo 19
POV RUBY
Desde que todo se derrumbó, desde que mi mundo se hizo añicos por mi propia culpa, cada día ha sido una batalla constante. Una lucha interna entre el deseo de borrarlo todo, de volver atrás y cambiar mis decisiones, y la cruda realidad de que el pasado es inamovible. Diego… su nombre resuena en mi cabeza como un eco persistente, y un recordatorio constante de lo que no pudo ser, de lo que el no dejó que fuera.
He intentado seguir adelante, reconstruir mi vida ladrillo a ladrillo, pero cada paso se siente pesado, como si llevara una carga invisible sobre mis hombros. El trabajo en el restaurante se ha convertido en mi refugio, en un escape temporal de mis pensamientos. Pero incluso allí, su sombra me persigue.
Lo he visto.
Varias veces.
A lo lejos, escondido entre las sombras, vigilándome.
Al principio, creí que era mi imaginación, un producto de mi añoranza y mi obsesión. Pero luego, lo vi con claridad. Su auto estacionado a la vuelta de la esquina, su figura recortada entre los árboles del parque, con su mirada fija en mí desde la distancia.
Intento ignorarlo, fingir que no lo veo, pero su presencia me perturba, me desestabiliza. Siento su mirada quemándome la piel, recordándome lo que fuimos, y lo que no pudimos ser. La culpa me invade, me ahoga, y me impide respirar.
Camila y Sofía han sido mi apoyo incondicional durante este tiempo. Han estado a mi lado, escuchando mis lamentos, secando mis lágrimas, animándome a seguir adelante. Pero sé que también están cansadas de verme sufrir, de verme atrapada en este círculo vicioso de dolor y arrepentimiento.
Por eso, cuando surgió la oportunidad de irnos de aqui, no lo dudé ni un segundo. Era la señal que estaba esperando, la oportunidad de escapar, de dejar atrás el pasado y comenzar de nuevo. Al principio, Camila y Sofía se mostraron reacias. Dejar todo aqui, sus familias, sus amigos… era una decisión difícil. Pero yo estaba decidida a irme, a cualquier precio.
Les conté sobre cómo me sentía acosada por su presencia, sobre mi necesidad de alejarme lo más posible de él. Les expliqué que esta era mi única oportunidad de sanar, de encontrar la paz que tanto anhelaba.
Y ellas, como siempre, me apoyaron. Con el dinero que habíamos ahorrado y los viáticos que la empresa nos prometió, nos arriesgamos. La empresa nos ofreció un pequeño apartamento en Nápoles, pago por un mes, siempre y cuando cumpliéramos con nuestro trabajo. Era una oferta tentadora, una oportunidad que no podíamos dejar pasar.
Así que aquí estamos, a punto de embarcarnos en una nueva aventura, en un nuevo capítulo de nuestras vidas. Italia nos espera con los brazos abiertos, con la promesa de un futuro mejor. Y yo, estoy lista para dejar atrás el pasado, para olvidar a Diego y para encontrar la felicidad que merezco.
El avión aterrizó en Nápoles con un suave golpe, anunciando el inicio de nuestra nueva vida. La emoción me invadía, mezclada con un ligero temor a lo desconocido. Al bajar del avión, el aire cálido y húmedo de Italia me envolvió como un abrazo, es un contraste total con el clima fresco de dónde veniamos. Camila y Sofía intercambiaron miradas nerviosas, pero también pude ver la ilusión reflejada en sus ojos.
El traslado al apartamento fue un torbellino de imágenes nuevas: calles estrechas y laberínticas, edificios antiguos con balcones adornados con flores, el bullicio del tráfico y el sonido melodioso del idioma italiano. Todo era diferente, exótico, y emocionante.
Finalmente, llegamos al apartamento. Era pequeño, pero acogedor, con paredes blancas y muebles sencillos. Dos habitaciones, una pequeña cocina y un baño diminuto, pero suficiente para nosotras tres. La empresa había cumplido su promesa: teníamos un techo sobre nuestras cabezas, al menos por un mes.
—¡Es pequeño pero encantador!— exclamó Camila, dejando caer su maleta en el suelo.
—¡Y mira la vista!— añadió Sofía, corriendo hacia la ventana. —Se ve el Vesubio a lo lejos—
Yo sonreí, sintiendo un peso quitarse de mis hombros. Estábamos aquí, en Italia, listas para empezar de nuevo.
—Tenemos que descansar— dije, interrumpiendo su entusiasmo. —Esta noche tenemos la gala y necesitamos estar en plena forma—
—¡Tienes razón!— respondió Camila. —Una siesta no nos vendría mal—
Nos instalamos rápidamente, deshaciendo las maletas y organizando nuestras cosas. El cansancio del viaje comenzaba a hacerse sentir, pero la emoción nos mantenía despiertas.
—¿Pueden creer que estamos en Italia?— pregunté, recostada en mi cama.
—¡Es increíble!— respondió Sofía. —Nunca pensé que saldría de dónde naci—
—Yo tampoco— dije. —Pero aquí estamos, listas para conquistar el mundo—
—¡O al menos para servir champán a gente rica!— bromeó Camila.
Reímos juntas, aliviando la tensión. Sabíamos que el trabajo en la gala sería duro, pero estábamos dispuestas a darlo todo.
—¿Están nerviosas por esta noche?— pregunté.
—Un poco— respondió Sofía. —Nunca he trabajado en un evento tan elegante e importante—
—Yo tampoco— dije. —Pero estoy segura de que lo haremos bien. Tenemos experiencia y somos profesionales—
—¡Y además, nos vemos divinas con esos vestidos!— añadió Camila, guiñándome un ojo.
Volvimos a reír, sintiendo la camaradería que nos unía. Sabíamos que podíamos contar la una con la otra, sin importar lo que pasara.
—Esta es nuestra oportunidad, chicas—, dije, con un tono serio. —Tenemos que aprovecharla al máximo. Demostrar de lo que somos capaces y construir un futuro mejor para nosotras—
—¡Así se habla!— respondió Sofía. —Vamos a demostrarles a todos que somos las mejores—
—¡Y que Rubí puede superar a Diego!— añadió Camila, guiñándome un ojo.
Sonreí, sintiendo un calor en el pecho. Sabía que no sería fácil olvidar a Diego, pero estaba decidida a intentarlo. Italia era mi oportunidad de dejar atrás el pasado y empezar de nuevo.
—Gracias, chicas— dije, con sinceridad. —No sé qué haría sin ustedes—
—¡Para eso estamos las amigas!— respondió Camila, abrazándome.
Nos abrazamos las tres, sintiendo la fuerza de nuestra amistad. Estábamos listas para enfrentar cualquier desafío, juntas.
—Ahora, a dormir— dije, separándome del abrazo. —Tenemos una larga noche por delante—
Nos recostamos en nuestras camas, cerrando los ojos. El cansancio nos venció rápidamente, sumiéndonos en un sueño profundo. Pero en mi mente, una pregunta persistía: ¿qué me depararía el futuro en esta nueva tierra? ¿Sería capaz de olvidar a Diego y encontrar la felicidad que tanto anhelaba? Solo el tiempo lo diría.