Damián Blackwood, es un Alfa dominante que ha construido un imperio oculto entre humanos, jamás pensó que una simple empleada pondría en jaque su autocontrol. Isabella, con su espíritu desafiante, despierta en él un deseo prohibido… pero lo que comienza como una peligrosa atracción se convierte en una amenaza cuando descubre que ella es su compañera destinada. Una humana...
Bajo la sombra de antiguas profecías y oscuros secretos, sus destinos colisionan, desatando fuerzas que nadie podrá contener.
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Lo que en realidad quería
Esa noche en su Penthouse fue irremediablemente desesperante, no pudo pegar un ojo en toda la noche, las palabras de Marcos el día anterior y ver que la cercanía entre Selene y Gael era más íntima solo habían logrado ponerlo de un pésimo humor. Y para colmo su lobo no colaboraba, se había quedado en silencio desde que Marcus soltó el chisme de la cita de la muchacha. Pero una vez que estuvieron en absoluta soledad comenzó a reclamarle, e incluso exigirle ir a verla al menos desde la ventana. Cosa que él no aceptó y como represalia la bestia interior había estado murmurando y molestándole toda la noche.
Así que, al día siguiente Damián entró a la oficina con paso firme, pero por dentro tenía una tormenta que iba expandiéndose y no sabía en que momento se desataría. Había pasado la noche intentando convencerse de que todo iba bien, de que había hecho lo correcto. Selene tenía derecho a vivir su vida, a enamorarse de quien quisiera. A estar con alguien que no representara un peligro constante. A estar con alguien que no ocultaba garras bajo la piel.
Pero no había dormido. Ni un solo minuto.
El perfume de Selene lo recibió antes que su mirada. Estaba en la cocina de la oficina, riéndose bajito mientras hablaba con Gael. Él la miraba como si no existiera nada más en el mundo, como si cada palabra suya fuera un regalo. Y ella… ella parecía disfrutar cada segundo.
Damián se obligó a seguir caminando. Apretó el maletín en su mano y mantuvo los ojos al frente.
"No la mires. No los mires. Esto es lo que querías." —se decía mientras caminaba lo más rápido que podía.
Pero su lobo no cooperaba.
*¿Esto querías? ¿Esto deseabas ver? ¿Ella sonriendo con otro? ¿Ella siendo tocada por otro?* —le decía.
Damián no respondió. Ya no discutía con su parte salvaje, no tenía fuerzas para eso.
Cuando llegó a su despacho, cerró la puerta con más fuerza de la necesaria. Marcus estaba esperándolo adentro, con una carpeta en la mano y una sonrisa burlona en el rostro.
—Te ves de mal humor, Alfa. Y todavía no son las nueve.
—¿Qué quieres, Marcus? —gruñó él, soltando el maletín sobre el escritorio.
Marcus levantó ambas cejas, claramente divertido.
—¿Qué te pasa a ti? ¿Dormiste en cama de espinas o algo así? —Abrió la carpeta y le mostró unos papeles —Necesito tu firma aquí.
Damián no lo miró. Tenía la mandíbula tan tensa que parecía hecha de piedra.
Marcus dejó los papeles sobre el escritorio con un suspiro.
—Está bien, está bien. Solo quería darte el chisme del día, pero parece que ya te enteraste…
Damián levantó la mirada, y sus ojos brillaron con una intensidad poco común.
—¿Qué chisme?
Marcus ladeó la cabeza, divertido y desconcertado.
—Que Gael y Selene están saliendo oficialmente. Él la presentó esta mañana como su novia cuando se toparon con el grupo de marketing en la entrada. Carla gritó. Sara casi se atraganta con su café. Fue divertido, deberías haberlo visto.
Damián no dijo nada. Solo bajó la mirada y firmó los papeles con mano firme.
Marcus lo observó durante unos segundos, luego chasqueó la lengua.
—Tú la estás dejando ir… Pero se nota que te estás rompiendo por dentro.
—No tengo elección.
—¿Y quién te dijo eso? No creo que haya sido tu lobo, porque por lo que yo sé él está feliz desde antes de saber ella era tu compañera.
Damián no contestó.
"Ella es feliz —pensó —eso debería bastar. Eso fue lo que quise. Lo que necesitaba hacer."
"¿Pero por qué duele tanto?"
A media mañana, hubo una reunión del equipo de marketing. Damián se unió solo para supervisar los avances de la nueva campaña, pero no pudo evitar notar que Selene y Gael llegaron juntos. Ella reía por algo que él le susurró, y luego tomó asiento a su lado sin mirar al resto. Como si estuvieran en su propio mundo.
Durante la presentación, Selene tomó la palabra para exponer su parte del trabajo. Lo hizo con claridad, entusiasmo y una pasión que siempre había despertado admiración en Damián. Pero hoy, algo le hizo hervir la sangre.
Cada vez que Selene miraba a alguien, sus ojos terminaban volviendo hacia Gael. Como si buscara su apoyo.
Como si él fuera el centro de todo. Y eso solamente le provocaba un horrible escozor en la piel.
Cuando ella terminó, Damián ni siquiera esperó a que el silencio cayera.
—Gracias, señorita Montero —dijo, cortante —Pero no creo que esa propuesta sea la mejor para la línea de branding que queremos mantener.
Selene se quedó helada. Incluso Gael parpadeó, desconcertado.
—Yo... pensé que estábamos buscando algo más orgánico, más centrado en la narrativa emocional del usuario —respondió ella, sin perder la compostura.
—Y lo estamos —dijo Damián, cruzándose de brazos —Pero su planteamiento diluye el mensaje. No es viable.
—Tal vez podríamos replantear la estructura sin perder la esencia —intervino Gael, en un intento diplomático.
—No es necesario —dijo Damián con tono definitivo —Revisaremos la demás propuestas y luego se decidirá.
El silencio en la sala fue palpable. Nadie se atrevió a discutir.
Selene apretó los labios, pero no dijo más. Bajó la mirada y cerró su carpeta con calma.
Damián evitó mirarla. Porque sabía que si lo hacía… vería en sus ojos ese brillo herido que tanto odiaba provocar.
Y aún así lo hizo.
Porque verla tan cerca de otro lo estaba volviendo loco.
Más tarde, desde su despacho, Damián los vio pasar por el pasillo. Iban conversando en voz baja. Gael llevaba su abrigo colgado del brazo y Selene tenía una sonrisa suave en los labios. Se detuvieron junto al ascensor y él le acarició el cabello como si fuera lo más natural del mundo. Ella no se apartó.
Su lobo gruñó dentro de él.
*Ese no es su lugar. Él no la merece*
*Ella lo eligió —respondió Damián.
*La Diosa la eligió para ti. Y tú se la estás regalando.* replicó la bestia.
Damián cerró los ojos.
*Estoy haciendo lo correcto.* —dijo, sintiéndose roto.
*Entonces, ¿por qué te sientes como si te estuvieran arrancando el alma a pedazos?* —dijo el lobo, que podía sentir todo lo que a Damián le pasaba.
Y él no tuvo respuesta para eso.
Además, la imagen de Selene riendo junto a otro, en brazos de otro, amando a otro… lo perseguiría toda la noche.
Porque aunque había decidido dejarla ir, el vínculo no entendía de renuncias.
El vínculo solo entendía de deseo.
Y su deseo no hacía otra cosa más que crecer.
¡Mis felicitaciones y agradecimiento por este nuevo regalo de tu fértil imaginación!
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