El Amor Es...

Gastón.

Pero ahora todo se ha complicado, estoy seguro de que Felipe ha descubierto la verdad sobre su identidad y sé que está dispuesto a enfrentarme. Además, Sebastián Lizalde ha entrado en escena y está protegiendo a Lorena, esa mujer que es la clave para controlar a Felipe, tengo que atraparla pronto, así podré tener el control.

También existe Alejandro Montalver, sé que está en complicidad con mi bastardo y que juntos deben estar planeando como destruirme, pero no se los voy a permitir. Esto no puede seguir así.

Tengo que actuar rápido y tomar el control de la situación. No permitiré que nadie se interponga en mi camino, ni siquiera mi hijo o ese Lizalde. Haré lo que sea necesario para asegurarme de que todo vuelva a estar bajo mi control. Y si eso significa eliminar a todos los que se opongan a mí, lo haré sin dudarlo.

Yo soy Gastón Mendiola, y estoy listo para luchar hasta el final. No habrá espacio para la piedad ni la misericordia, solo la victoria y el poder absoluto. Todo está en juego, y no permitiré que nadie se interponga en mi camino. Seré el dueño, el amo. Seré imparable.

Lorena.

Ha pasado una semana desde que estoy aquí, Sebastián me consiguió un lugar para quedarme, dice que estaré segura allí.

— ¿Ahora sí me vas a decir porque no puedo ir a la hacienda?

— Lorena, te juro que no me gusta estar en esta posición, y más contigo. Pero entiende que hay cosas que no me corresponden a mi decírtelas. Así que ten paciencia, luego lo sabrás todo.

— Si no me las puedes decir tu, ¿Entonces quien?

— Alejandro te dirá lo que necesitas saber pronto, solo ten paciencia. A propósito, pienso que deberías mejor regresar a Estados Unidos para que estés con Dylan, te prometo que yo mismo te traeré de regreso cuando sea el momento.

No sabía que pensar, pero quizás era mejor así, necesitaba estar con mi hijo, y como sabía que no lo podía traer, mejor me iba a estar con él y pensar con cabeza fría en lo que debía hacer. Así a la mañana siguiente, Sebastián me llevo a una pista, y allí se aseguró de que yo tomara el avión y despegara.

No sé cómo le iba a hacer, pero no me quedaría sentada esperando a ver qué sucedería, suficientes molestias se habían tomado estos dos hombres por mi, así que agradeciéndoles mucho, yo iba a tomar mi propio camino.

Una vez llegue a la mansión, empecé a buscar la manera de cómo podía regresar con mi hijo, no me pensaba quedar aquí esperando quien sabe que, aparte también necesitaba ver al señor Alejandro, pues la última vez lo noté enfermo y estaba preocupada por su salud.

Por otro lado...

Hacienda Mendiola.

— Suegro, ¿Ha sabido algo de Felipe? Lo busco por todos los medios pero nada. Estoy segura de que se está escondiendo de mí.

— ¿Me preguntas a mí por ese idiota? ¿No se supone que siendo tu marido tú deberías saber más que nadie donde está?

— No me grite, y tampoco me diga esas cosas, usted sabe que su hijo jamás me ha querido, y que si ha estado casado conmigo es porque usted se lo ha impuesto, pero no me presta atención, y siendo honesta, ya me cansé de esta vida, en cuanto aparezca le pediré el divorcio y me regresaré a la hacienda de mis papás.

— Haz lo que te dé la gana, muérete si quieres, realmente no me has servido para nada, creí que podrías embarazarte y así retener a mi hijo a tu lado, pero ni siquiera has podido lograr meterlo entre tus piernas ni una sola vez. Eres patética, esa mugrosa campesina resultó tener más audacia que tú.

— No le permito que me compare con esa infeliz, y menos que me humille de esta manera, usted ha sido un tirano, siempre orillado a los demás que hagan y actúen como a usted se le da la gana, y cuando no se someten a su voluntad los destruye, pero conmigo no se meta, no se olvide que soy una Fuentes.

— ¿Y se supone que tengo que temblar ante el hecho de que seas una Fuentes? Tú no sabes nada niñita, si tu familia está donde está, es porque yo los puse allí, lo que quiere decir que si me da la gana, soy capaz de destruirlos con un solo soplo, así que no tientes tu suerte. Y ya que estás decidida a divorciarme del idiota de Felipe, entonces lárgate de mi hacienda de una vez, más que beneficio eres un estorbo, solo eres un gasto innecesario.

— Pues si, me largo de su cochina hacienda, todos estos años han sido una pérdida de tiempo. En el fondo me da gusto que Felipe esté abriendo los ojos y protestando contra su tiranía, viejo amargado y miserable.

Paola Fuentes tentó a su suerte, pero la salva el timbre del celular de Gastón.

— Señor Mendiola, ha sucedido algo grave, tiene que venir de inmediato a la empresa.

— Lo que sea que esté ocurriendo soluciónalo, tengo algo importante que hacer.

— No señor, esto no lo puedo hacer yo, créame, es importante. Todos los socios comerciales nos están cancelando.

— ¿De qué estás hablando?

— Señor, la empresa está a punto de arruinarse.

— ¿Cómo ha podido suceder algo así? Salgo para allá ahora mismo.

El hombre con una mirada oscura como el demonio, miró a la mujer que seguía firme y retadora.

— Te vas a arrepentir, solo espera y lo verás.

— Cuando quiera, ojalá y quien se arrepienta ni sea otro.

Gastón se fue. Y Paola tuvo muy claro que ahora era enemiga de ese hombre, y que su vida estaba en un inminente peligro, no sabía que hacer, su casa no era un lugar seguro, ella tenía que irse lejos, donde Gastón no diera con ella.

Alejandro.

Abrí los ojos, me sentía cansado, inmediatamente recordé donde estaba, resulta que la cirugía se había llevado a cabo.

— Hasta que por fin despiertas, empezaba a preocuparme ¿Cómo te sientes?

— Estoy bien ¿Cómo está, Felipe? ¿Dónde está?

— No te preocupes, él está muy bien. Despertó ayer, y ha evolucionado satisfactoriamente.

— Eso es bueno, quiero verlo.

— Tranquilo, pronto lo verás, los voy a poner en la misma habitación.

— Gracias. ¿Sebastián? ¿Sabes dónde está?

— Sebastián ha estado aquí muy pendiente de ti, ahora está en la hacienda, así que no te preocupes por nada, todo está muy bien.

Me tranquilicé, al parecer todo estaba bien. Álvaro cumplió, al día siguiente nos puso en la misma habitación con Felipe.

— ¿Estás bien?

Felipe me preguntó apenas me vio, y no sé por qué, pero me hizo sentir muy bien que él se preocupara por mí.

— Si, me siento bien, me preocupas tú ¿Como estas?

— Estoy bien, y lo más importante es que estoy tranquilo porque sé que vas a estar bien. Si te hubiera pasado lo peor y luego me entero de que eras mi hermano, te juro que no lo hubiera podido soportar. Quiero que estés bien, te necesito, no solo por lo de Gastón, es porque necesito aprender de ti a ser un buen hombre. Uno que sea digno de Lorena y mi hijo.

Escuché a Felipe decir esas palabras con una profunda melancolía, y me sentí muy mal, resulta que yo sabía dónde estaban las personas que el tanto añoraba. Ahora hasta podía entender que no fue su culpa, que él simplemente no aprendió a ser un hombre bueno y responsable. Maldito Gastón, tendrá que pagar todo el daño que nos hizo.

Los días pasaron, y por fin pudimos regresar a la hacienda, bajo el mando de Sebastián, todo marchaba perfectamente. Mi amigo a pesar de saber la verdad sobre Felipe y yo, seguía sin aceptarlo. Estaba claro que él no tenía por qué aceptar a Felipe, pero de corazón yo esperaba que pudiera darle una oportunidad.

— Yo creo que debo irme.

— Espera Felipe, siéntate. Esta es tu casa y no tienes que irte a ninguna parte.