El Resurgir Del Soberano Dragón Carmesí.

Han Fei se despertó en medio de la noche, sudando frío.

No había tenido pesadillas… al contrario. En su sueño, estaba frente a un gran dragón envuelto en humo dorado que le susurraba su nombre.

Pero no fue eso lo que lo despertó. Fue el zumbido que salía de su mochila.

—¿Qué…?

Revisó entre sus cosas hasta encontrar un viejo libro que había tomado por accidente de una mesa polvorienta durante su estadía en la biblioteca después del torne. Era negro, con una marca de garra en la tapa. Y estaba… vibrando.

*Sala común de la Clase 9.*

—Ese libro no estaba en la biblioteca general —dijo Qin Bu, quien lo analizó a la luz de una vela.

—Como que no Dijo Han Fei. De donde crees que lo tome.

—Acabo de preguntarle al gran bibliotecario, y no ahí ningún libro descrito en la gran biblioteca.

—¿Y si es mágico? —preguntó Han Fei.

—¿Y si es maldito? —agregó Houzi, mientras se comía una empanada.

Qin Bu se ajustó los lentes.

—Solo hay una forma de saberlo. Tenemos que ir… a la Biblioteca Prohibida.

*Biblioteca Prohibida, nivel subterráneo 3.*

Usando una mezcla de distracción, ganzúas improvisadas de Houzi y un disfraz ridículo de Qin Bu, lograron entrar al lugar más restringido de la academia.

El lugar olía a humedad antigua, como si los libros respiraran por sí mismos.

—Aquí no entra nadie sin permiso —susurró Houzi.

—Y sin embargo aquí estamos —sonrió Han Fei.

Una voz los sorprendió desde las sombras.

—¿Qué están haciendo aquí?

Lin Yueran. Por supuesto.

—¿Nos sigues?

—¿Crees que soy tan tonta para no notar que cargabas un libro prohibido que reaccionó a tu toque?

Han Fei tragó saliva.

—¿Reaccionó a mí...?

Yueran asintió. Luego, en silencio, los guió a un rincón escondido, donde una estatua de dragón de piedra protegía una cámara sellada.

—Coloca el libro aquí.

Han Fei lo hizo, y una energía dorada brotó de la estatua. El sello se abrió con un crujido lento.

*Interior de la cámara.*

Adentro había solo un pedestal, y sobre él… otro libro. Uno aún más antiguo.

—“Crónicas del Dragón Sin Nombre” —leyó Qin Bu en voz baja.

—Esto es una leyenda —susurró Lin Yueran —. Se decía que el Dragón Sin Nombre fue quien fundó esta academia, pero su historia fue borrada por miedo.

Han Fei se acercó. El libro se abrió solo al tocarlo.

*FLASH*

Una visión lo invadió: campos en llamas, el rugido de una bestia, y un niño de cabello oscuro frente a un trono derrumbado.

—¡Han Fei! —lo sacudió Houzi —. ¡Tu nariz está sangrando!

—Yo… vi algo. Como si lo hubiera vivido…

Qin Bu lo miraba en silencio.

—Esto es más que una coincidencia. Tu llegada, tu 'error administrativo', este libro. Han Fei, tú no eres cualquier estudiante.

*Exterior de la biblioteca.*

Una figura encapuchada los observaba desde lo alto de una torre.

—Así que el libro lo eligió a él… —murmuró.

—Maestro… ¿debemos intervenir? —preguntó otra figura a su lado.

—Aún no. Dejemos que la historia se repita un poco más.

*Dormitorios, madrugada.*

Han Fei no podía dormir. El libro estaba ahora guardado en una caja sellada, pero algo dentro de él se había activado. Como una chispa.

—¿Quién soy realmente? —susurró.

Y del otro lado de la pared, Lin Yueran, con los ojos abiertos, pensaba exactamente lo mismo.